Cuidar alumnos y la educación
El relajo caraterístico que se observa en la CMDS tiene otra expresión con las fugas de alumnos desde los establecimientos. ¿Quién responde si hay algún herido? Como sociedad debemos cuestionarnos seriamente respecto de la calidad de la educación que reciben los sectores más desposeídos. Estos casos no ayudan en nada a ese segmento.
Uno de los aspectos más relevantes en cualquier sociedad, son y deben ser los niños, en especial aquellos que están en posición de desventaja social y económica. Así se han conseguido tremendas conquistas, como la educación obligatoria a cuatro, ocho y hasta los doce años exigibles en la actualidad.
Se suman avances en gratuidad para la educación superior, construcción de jardines infantiles, entre otros, aunque es evidente que falta mucho por hacer.
En días recientes causó polémica el conocimiento de que a directores de establecimientos dependientes de la CMDS se les recomendó que dejen salir a los estudiantes de los recintos cuando ellos quieran participar de manifestaciones. Ya son siete los liceos que han facilitado esas fugas en Antofagasta.
El asunto es más que polémico, es derechamente peligroso. Primero, los menores deben estar estudiando; y en segundo término, aparecen una serie de interrogantes, con respuestas nada claras.
¿Qué ocurre si un alumno sufre un accidente o comete algún ilícito, en condiciones que debió estar al interior de su centro educativo? ¿Quién es el responsable?
Vagamente desde la CMDS se ha dicho que solo pueden salir los alumnos que cuentan con autorización de sus padres o apoderados, pero ello no parece plausible, toda vez que resulta difícil creer que los educandos protagonistas de estos hechos, reciban las autorizaciones tan rápido.
Es real que los episodios de violencia protagonizados por los propios alumnos al interior de sus escuelas son efectivos, pero no parece la mejor solución dejarlos escapar cada vez que ellos lo estimen conveniente. Hay un principio de autoridad que debe ser respetado, conocido y aceptado por los menores, sus padres y apoderados. Eso también es educar.
Esto no tiene que ver con reprimir a nadie para manifestarse por sus convicciones, pero dejar hacer a los menores es un error que solo ellos pagarán.
Hay que cuidar a los estudiantes, mejorar su educación y establecimientos, darles garantías; en ningún dejarlos sin el derecho y obligación elemental.
Como sociedad no podemos tener versiones intermedias ni matices al respecto.