Una época viral
"Los zenials de hoy no son los millenials de ayer, su sensibilidad es otra y emana de sus voluntades activas para que todas sus particularidades sean reconocidas y aceptadas". Cristian Zamorano Guzmán, Doctor en Ciencias Políticas
En julio 2018, en una entrevista al diario Le Monde, la teórica y crítica de arte Marion Zilo, autora del libro "Faceworld, el rostro en el siglo XXI" que trata del tema de las fuentes del narcisismo contemporáneo, del cual la selfie es su paroxismo, hace un distingo entre los millenials, nacidos entre 1984 y 1995, y los zennials, quienes nacieron en torno a los años 2000. Destaca que los primeros vivieron la transición entre el antes y después de internet, mientras que los segundos han experimentado la difusión continua y casi cotidiana de su intimidad en las redes.
La autora evoca la "facebookización" del mundo, indicando que la famosa red social se ha convertido en una metáfora de un nuevo destino para los rostros que se editan y entregan a la publicidad y ostentación de la intimidad. Considerando eso, ella indica que las vidas de los zennials están sujetas a una exhibición y documentación permanente, que en algunos casos ya no les pertenece y se les escapa de las manos. La teórica estima que hoy la situación de las adolescentes tiene dos facetas: por un lado, están simultáneamente en una posición de depredación y de presa, y por otro viven una intensa optimización de su visibilidad que produce una más grande vulnerabilidad de sus personas debido a una "perfilización" excesiva.
Esta dicotomía, estas dos vertientes de una única vida cotidiana pueden quizás explicar en parte la aparición de un nuevo fenómeno que consiste en la creación de dos cuentas paralelas en Instagram que, en sí, no son antinómicas sino complementarías.
Cada vez, más jóvenes mujeres abren una segunda cuenta en la cual se muestran sin filtro y edición: al despertar, borrachas, fumando "pitos", "descuidadas", todo eso tomando a contra pie los cánones de la belleza que rigen en dicha red social y que consisten en que cada puesta en escena sea lo más sofisticada posible.
En la antigüedad, los griegos consideraban que las máscaras no servían solo para enmascararse, sino que también para revelarse al mundo. Haciendo una analogía, podemos pensar que los adolescentes utilizan las plataformas virtuales porque les permiten esculpir a sus personajes, sintiéndose más vivos a través de esas interfaces que los constituyen a diario. Demian West escribía: "el espacio está dividido en dos mundos, el mundo real, a menudo banal y carente de interés, y ese mundo donde la vida se convierte en obra de arte, ese mundo que toma toda la descarga emocional". ¿Internet no se habría convertido en el terreno de predilección de lo descrito con el segundo mundo? Sin duda alguna, pero retomando la pregunta, observando nuestra realidad actual y el activismo de muchos de nuestros jóvenes, podríamos profundizar el enfoque y interrogarnos lo siguiente: ¿el mundo real, ese que a menudo es banal y carente de interés, y en muchos casos en Chile de perspectivas, podría ser el mundo de la rutina y "legalidad"; y ese mundo donde la vida se convierte en una obra de arte, donde no se respetan los limites, ese mundo que toma toda la descarga emocional, la de las más pequeñas expectativas cómo la de los más grandes y nobles ideales, podría ser el mundo de la protesta, de la rebelión, y también el de los encapuchados?
A esconderse el rostro, al ponerse una "máscara", más allá de ocultar su identidad para evitar cualquier tipo de procedimiento legal, también ese gesto, como lo indicaron los griegos en la antigüedad, nos revela mucho acerca de quienes se están ocultando. Los discursos "individualizadores" que vemos, basado sobre el ego; la búsqueda, creación, exhibición a ultranza de una singularidad reivindicada, el conjunto de estas numerosas dinámicas presentes en todo lo que implica el desarrollo de nuestras sociedades occidentales ya post-postmodernas, quizás todo eso conoce hoy una traducción ambigua en nuestras calles.
Al ocultarse los rostros, en banda, más allá de que esto no sea una simple acción individual pero tampoco una plenamente colectiva, algunos jóvenes están en un proceso que tiene que ver con la construcción del "individuo".
Al esconder su identidad, paradójicamente, quizás algunos están buscando y quieren afirmar esta misma. Un vacío existencial se llena cuando algo cobra sentido, este sea razonable o no.
Los zenials de hoy no son los millenials de ayer, su sensibilidad es otra y emana de sus voluntades activas para que todas sus particularidades sean reconocidas y aceptadas, una verdadera impresión de fuerza.
La diversidad y multiplicidad de las demandas que escuchamos, más que responder a una ideología definida, parece ser el resultado de una sociedad liberal que se ignora y/o que es mal regulada.
En nuestra contemporaneidad, las tecnologías ya han producido cambios en torno a la mujer y al hombre del siglo XXI, y eso involucra lógicamente el ethos de una sociedad. Es urgente dimensionar aquellos cambios para poder orientarnos mejor, porque cómo lo decía el filósofo español Miguel de Unamuno, siempre "debemos procurar más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado".