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Riesgo por la administración de fondos

"Las indicaciones anunciadas el miércoles agregarían una cuarta herramienta: la devolución de parte de las comisiones".
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Ha sido recurrente durante el último mes la afirmación de que las AFP no asumen las pérdidas derivadas de la administración de los fondos de pensión. Así lo sugirió el diputado Diego Schalper (RN) y la diputada Paulina Núñez (RN), en entrevistas en Radio Duna y en este diario, respectivamente. El anuncio del Presidente Sebastián Piñera del pasado miércoles aludió a esta idea, al referirse a la devolución de comisiones en caso de rentabilidad negativa. Vale la pena reflexionar sobre el punto.

Esto es parecido a la parábola evangélica de los talentos. El pilar contributivo del sistema previsional es financiado con el ahorro de cada afiliado, el cual es invertido por las AFP, para que, al jubilar, aquel reciba el ahorro más una rentabilidad. La AFP presta los ahorros a empresas nacionales y extranjeras (en forma de créditos o comprando sus acciones), que los devuelven con intereses o que pagan dividendos. Si una AFP invierte en empresas que luego no pagan sus deudas, o compra acciones de empresas que luego no distribuyen suficientes dividendos, los fondos tienen menor rentabilidad, y la pensión que recibirá el afiliado será menor. Sin embargo, bajo el sistema vigente, la AFP que tomó esas malas decisiones va a cobrar la misma comisión que cobraría si hubiera tomado buenas decisiones (la parábola era distinta: el siervo flojo recibe un duro castigo).

Es verdad que el afiliado siempre puede cambiarse de una AFP con mala rentabilidad a una con mejor rentabilidad; pero, en la práctica, los afiliados padecen problemas de información; y el cambio de AFP significa un trámite engorroso. La crítica tiene una base de verdad, pero puede ser un poco simplista. La competencia por rentabilidad no es el único mecanismo que obliga o incentiva a las administradoras a que tomen buenas decisiones: existen al menos tres mecanismos más. El primero es la rentabilidad mínima asegurada: si las AFP obtienen un beneficio por debajo de un mínimo, asociado a su vez al promedio de la industria, debe completar la diferencia con fondos propios. O sea, les puede ir mal, pero no demasiado mal.

El segundo mecanismo es el encaje, que es una parte del patrimonio propio de la AFP (no de los afiliados), que esta debe invertir en cada uno de los fondos que administra. De esta manera, la ley obliga a las AFP a apostar la plata propia y la ajena a las mismas cartas.

Finalmente, existe una herramienta judicial que, hasta donde sé, rara vez se ha utilizado: la posibilidad de demandar a la propia AFP por una mala administración (no simplemente por un mal resultado). La ley establece que las administradoras responden de los perjuicios que causen a los fondos hasta por "culpa leve", es decir, de la misma forma que el administrador de un campo o de un negocio ajeno.

Algunas ideas para mejorar estos instrumentos, que obviamente requieren mucho más estudio: estrechar los márgenes de la rentabilidad mínima (acercar el mínimo al promedio); asociarla a un índice externo a las propias AFP; aumentar el encaje, o reforzar otras formas de coinversión que alinean los intereses de AFP y afiliados; facilitar las demandas por mala administración en contra de AFP, mediante asociaciones de afiliados o con intervención de la Superintendencia de Pensiones.

Las indicaciones anunciadas el miércoles agregarían una cuarta herramienta: la devolución de parte de las comisiones en caso de que los fondos experimenten una rentabilidad negativa, sea con o sin culpa de la AFP. ¿Se le ocurren otras al lector?

Pablo Manterola Domínguez

Facultad de Ciencias Jurídicas UCN

Seguridad en playas y piscinas

Un dato clave: durante la temporada pasada 312 bañistas se accidentaron en playas de todo el país, el 73,1% de ellos en lugares no habilitados para nadar Se ha llamado a los veraneantes a respetar los letreros que indican cuando un sector solo tiene la condición de playa solanera y no de baño. En Antofagasta tenemos muchas en esta condición y debe respetarse.
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La Armada de Chile dio inicio en todo el país al Plan Nacional de Protección Civil para Playas y Balnearios, que se extenderá hasta el 15 de marzo del presente año. Corresponde a esa institución, a través de la Dirección General del Territorio Marítimo, determinar las playas de mar, ríos y lagos que son aptas para el baño, cumpliendo las exigencias necesarias, entre ellas, la presencia de salvavidas, con el fin de prevenir emergencias.

En la presente temporada hay 834 playas, a lo largo de Chile, que no son aptas para el baño, información importante que se debe tener presente este verano. Las aptas son aquellas que reúnen las condiciones naturales de fondo parejo, pendiente suave, fondo arenoso, sin restos de construcciones submarinas, oleaje suave, escasa corriente, sin remolinos y sin algas. De entre éstas, las playas habilitadas cuentan con un concesionario (ya sea una municipalidad o un particular) que proporcione el personal de salvavidas y su equipamiento necesario.

En Antofagasta destacan las playas artificiales de El Trocadero, Playa Paraíso y Balneario Municipal. Hay más, por cierto, pero no todas están habilitadas para el baño, cuestión que debe tomarse muy en cuenta.

Durante la temporada pasada 312 bañistas se accidentaron en playas de todo el país, el 73,1% de ellos en lugares no habilitados para nadar. Quince personas murieron ahogadas y una aún está desaparecida. Por ello, se ha reiterado la responsabilidad colectiva e individual que les cabe a los bañistas, para evitar los riesgos que conlleva ingresar al mar cuando no se cumplen las precauciones mínimas de seguridad, que hacen la diferencia entre la vida y la pérdida de ella, o tener que lamentar graves accidentes.

Cuando estamos en el inicio de la temporada de playas y piscinas, es importante insistir en el llamado a la prevención y el autocuidado, para bajar tanto como sea posible la cifra de accidentados o de víctimas fatales que tanto dolor provocan a las familias cada año. Porque finalmente, la mejor prevención es la que cada uno de nosotros está dispuesto a asumir.

Se trata de accidentes totalmente evitables, donde el principal responsable es la propia persona.

"Ellos" más "ellos" no suma nosotros

"¿Cómo hacer para construir, edificar, aportar al desarrollo de nuestro entorno humano y material?".
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Es propio de nuestra condición humana señalar, identificar nuestra individualidad desde nuestra corporeidad, nuestro ser. Así, en primera persona singular nos identificamos como "yo" y, en tal caso, somos hablantes, escritores o actores. No obstante, desde la otra vereda, nos conocen o reconocen como segunda persona singular, y nos llaman "tú" o "usted".

Toda acción, todo cometido es generado desde esa individualidad y así está sujeto al juzgamiento del otro, de aquel que completa todo acto comunicativo. Es necesario dos, mínimo dos, para establecer esa interacción, ese acto comunicativo, ese diálogo, y hacer que la verdad se complete, se equilibre, se establezca desde dos miradas, dos perspectivas, dos puntos de vista. La razón no está en uno solo; está, pero de modo imperfecto, incompleto, inconcluso.

¿Cómo hacer? ¿Cómo hacer para construir, edificar, aportar al desarrollo de nuestro entorno humano y material? Dialogar, dialogar, conversar, conversar, hasta el cansancio, hasta la amanecida.

Y lo reitero, dos son necesarios, mínimamente. Tú y yo, yo y tú. ¡Nosotros!

No obstante, desde un tiempo a esta parte, nos hemos habituado a la individualidad, al individualismo, y a abandonar al tú, a ningunearlo, a no considerarlo, a no hacerlo parte de nuestras acciones, de aquellas que nos involucran a ambos, de nuestras decisiones, de aquellas que nos interesan a ambos.

¿Por qué esta práctica? ¿Por qué este abandono? ¿En qué ha derivado? En una menor identificación, en un leve conocimiento o reconocimiento del tú, casi en su invisibilización.

Ya es más común hacer referencias al otro casi como una tercera persona, no involucrada, no partícipe, no asociada al yo, en expresiones como, "ellos", "él" o "ella", que revelan a alguien ajeno al yo, a nosotros. No pretendo con esta descripción dar cuenta de algo absoluto, de algo generalizado, pero sí de algo que se reitera más de lo que quisiéramos.

Así, "ellos" más "ellos" no suma nosotros; no hay modo que ello ocurra.

Este individualismo, este egocentrismo, este ensimismamiento, ha tributado, un tanto, o un mucho, todo depende de quien lo juzga, a una cultura del egoísmo. Y no, no necesitamos de ella. Es preciso, más hoy, transitar progresivamente a una cultura de la nostridad, construir un "nosotros", si no dual, trial, o definitivamente, plural. Ese "nosotros" que involucre a un yo más un tú, mínimamente. Un nosotros, que sume, que multiplique, que sea fuerte, genuino, real.

Raúl Caamaño Matamala

Profesor Universidad Católica de Temuco