Cinco estallidos, un acuerdo
"Toda esta simultánea conjunción de cuatro estallidos: social, ético, político y delincuencial, se unió en la calle".
Varios estallidos simultáneos produjeron la explosión que sorprendió a Chile. Se conectaron unos a otros no sólo por obedecer a factores relacionados, sino también porque se retroalimentaron y se proveyeron mutuamente de una caja de resonancia. Temas distintos pero conectados, lo que es muy importante para elaborar una agenda de acción sobre los factores determinantes de las acciones que el país ha presenciado, con un gobierno ausente y un Parlamento embelesado en la discusión de una Asamblea Constituyente entregada al libre albedrío de los partidos.
El primer y más fundamental estallido fue el de tipo social, derivado de la situación de los ingresos de la población, especialmente de los pensionados. En esta dimensión también se incluyó el olvido de las políticas públicas orientadas a los más pobres y la clase media, especialmente en educación y salud. Pero un segundo estallido se relaciona con la ética y las indignas prácticas que ha venido validando nuestra sociedad. La gente protestó porque percibe la existencia de un tipo de justicia para "ricos" y otra para "pobres".
Pero aún hay un tercer estallido que se confunde con los demás, relativo a los privilegios que ostenta nuestra clase política que, como curiosa contrapartida, se mantiene en una aparente burbuja, lejos de los problemas que afligen a la gente y que han sido señalados. Lo anterior se unió, además, a un cuarto estallido referido al rol de la delincuencia, el narcotráfico y el anarquismo en las protestas, que se manifestó en estos días aciagos y que continúa accionando en las calles.
Toda esta simultánea conjunción de cuatro estallidos: social, ético, político y delincuencial, se unió en la calle de una manera no necesariamente concertada, aunque sí orquestada por la izquierda no democrática. Todo nos ha traído hasta este punto de desolación en que nos encontramos, y que nos pone frente a todavía un estallido que se aproxima como nefasta secuela de los estallidos anteriormente descritos: el estallido económico. Por cierto sufriremos la consecuencia de toda esta estela de protesta y destrucción, y nos traerá mayor desempleo, menor crecimiento e inversión y perjuicio para las empresas medianas y pequeñas, especialmente.
Un programa de gobierno frente a estos cinco estallidos y sus efectos colaterales, debiera separar los temas envueltos y enfocarse con eficacia en sus detonantes principales. El estallido social debe manejarse con más recursos y mejores políticas que promuevan elevar los ingresos del trabajo y las pensiones, quizás fortaleciendo una mayor productividad laboral en el primer caso. El estallido ético debe acometerse corrigiendo la torcida aplicación de la justicia y del sistema administrativo, para que todos paguen las consecuencias de sus actos. Estos dos aspectos están siendo atendidos por medio de las iniciativas de gobierno. Sin embargo, los privilegios de la clase política que subyacen al tercer estallido, deben enfrentarse recortando los ingresos de los parlamentarios reduciendo el número de los mismos. El estallido delictual debe enfrentarse con más y mejor policías, protegiendo el bien común y separando la protesta legítima y ciudadana de los actos terroristas y vandálicos.
Para que Chile se pacifique sobre la base de estas acciones y nuevas orientaciones de política, ciertamente se requerirá un gobierno de unidad nacional, que pueda además echar las bases para un programa de recuperación económica. Nuevas políticas y un acuerdo sustantivo de gobierno por parte de la clase política, podrán aislar al terrorismo, la delincuencia y la acción de grupos anárquicos y extremistas.
La buena marcha de la economía requerirá un país en paz, reencontrado sobre la base de superar las fuentes de los estallidos que tanto nos sorprendieron. Este es el gran reto que los políticos, el gobierno y la oposición, debieran estar discutiendo en estos días cruciales para Chile.
* Esta columna fue publicada en Estrategia
Luis Riveros
Exgran maestro de la Gran Logia de Chile