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Causas y consecuencias políticas del 18/10

"¿A quiénes le pasan la cuenta los antofagastinos? A la política y sus instituciones. Sin embargo, el enojo se convierte en racionalidad a la hora de medir el apoyo a la democracia". Cristian Rodriguez Salas, Director Instituto de Políticas Públicas UCN
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Uno de los fines esperados de la actividad política en las sociedades democráticas, es no solo representar las demandas, sino encauzar el accionar de la actividad política en una dirección transformadora coherente con el mandato ciudadano.

Lo señalado, parece una afirmación obvia, que, si bien ocurre en países con democracias sustantivas, o sea con instituciones y una actividad política robusta; lamentablemente, no ha sido el caso de nuestro país. Aquí se acuñó una democracia formal, con ausencia de canales de participación, y con instituciones débiles para representar y neutralizar la corrupción y los privilegios.

Las democracias formales, salvo cumplir con el rito de las elecciones, evolucionan profundizando la desconexión con las preocupaciones de las mayorías, la política deja de representar a los ciudadanos y se vuelve una actividad al servicio de unos pocos.

El resultado de aquella separación ha sido la deslegitimidad acelerada de las instituciones de la democracia, junto con la acumulación de demandas insatisfechas sin canales de representación.

En nuestro país, la división entre el mundo de la política con sus propios intereses y privilegios y el mundo de los ciudadanos tiene numerosos ejemplos, como son: las reelecciones parlamentarias infinitas o los sueldos superiores a países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Ocde, versus el país de los ciudadanos que experimentan los abusos de un mercado desregulado al margen del control de la sociedad.

¿Es posible explorar desde nuestra región los factores políticos que detonaron la explosión social en nuestro país?, mi impresión es que no se requiere distanciarse para observar los principales detonantes de la actual conmoción.

La historia regional reciente, parece un buen caso para describir aquellas causas que explican el estallido social.

Los resultados de la encuesta Barómetro Regional de Antofagasta, realizada anualmente por el IPP-UCN, permiten detectar la evolución de las causas del malestar ciudadano con la política.

Entre el 2016 y el 2019, la evolución de un conjunto de respuestas daba cuenta del acelerado deterioro de la percepción de los antofagastinos sobre el estado del país y la región, cuando se les preguntaba si la región estaba estancada, en decadencia o progresando, el año 2019 la percepción de estancamiento y decadencia se elevaba al 66 % de la población.

Junto con aquello, el sentimiento con la economía también caía fuertemente ese último año, un 41 % consideraba que era mala o muy mala versus un 13 % que era buena o muy buena. Cuando se consulta sobre los principales problemas que experimentaba la familia, estos dejan de ser encabezados por la delincuencia como en el pasado, ahora los problemas son económicos, saltan a un 37 %, englobando el temor a la cesantía, los bajos sueldos, las malas pensiones; le siguen las problemáticas sociales, como son el aumento de las percepciones de deterioro de la salud y la educación pública.

¿A quiénes le pasan la cuenta los antofagastinos? A la política y sus instituciones. Sin embargo, el enojo se convierte en racionalidad a la hora de medir el apoyo a la democracia como sistema de gobierno, desde el 58% en el 2016 la adhesión se eleva al 67% este 2019; en cambio, la satisfacción con el funcionamiento del sistema se deteriora, pasa de un 35 % a solo un 27 %, o sea un fuerte castigo a la desconexión de la política.

¿Cuáles serán las consecuencias a partir de la crisis social? Es difícil hacer futurología, pero aquí pueden ayudar las experiencias comparadas de otras latitudes, guardando las diferencias de contexto en que aquellas experiencias se desarrollaron.

Por una parte, están los estallidos de la primavera árabe, vistas en un primer momento como un impulso democratizador, pero el resultado fue una enorme destrucción con retrocesos hacia la anarquía y el autoritarismo. Por otra parte, está el estallido de mayo y junio de |968 en Francia, una crisis que cambió radicalmente el eje de la discusión política, incorporando un conjunto de temas pendientes no abordados, sobre los que la política construyo amplios consensos, y que colocaron al país en la trayectoria de progreso y desarrollo.

Mi esperanza es que esta crisis seguirá el segundo camino, se convertirá en una ventana de oportunidad para las transformaciones sociales, culturales y políticas que una inmensa mayoría ha demandado por estos días, y que permitirán que la democracia y la política se vuelvan a reconectar y reconciliar con los ciudadanos.