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Las causas económicas del estallido social

"El segundo trimestre de 2019 el endeudamiento de los hogares promedió 74,3% sobre su ingreso (si ganamos $4, estamos endeudados por $3); esta cifra ha subido continuamente". Pablo Manterola Domínguez, Facultad de Ciencias Jurídicas UCN
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Las demandas del movimiento social de estas semanas tienen un importante componente económico. Los derechos sociales implican una distribución de recursos escasos (gasto público, recaudación tributaria) entre necesidades múltiples: previsión, salud, educación. Puede ser útil examinar algunas cifras económicas de los últimos años. Espero que el lector me perdone el siguiente párrafo.

La desigualdad ha disminuido de alrededor de un 0,6 a un 0,5 en el coeficiente de Gini, el indicador más usado para medirla, y la tendencia ha sido a una baja paulatina, menos pronunciada en las dos últimas décadas. El PIB a paridad de poder de compra ha crecido un promedio de 6,86% anual desde 1990 a 2018, pero el crecimiento ha sido más lento en los últimos años. El desempleo se ha mantenido entre el 6% y 7% en los últimos cuatro años. De agosto de 2016 a agosto de 2019, las remuneraciones reales crecieron un 8,4%. Al mismo tiempo, el segundo trimestre de 2019 el endeudamiento de los hogares promedió 74,3% sobre su ingreso (si ganamos $4, estamos endeudados por $3); esta cifra, que integra créditos hipotecarios y deudas con casas comerciales, ha subido continuamente en los últimos años. Ganamos más, pero nos endeudamos todavía más. La Encuesta Financiera de Hogares de 2017 reveló que, aparte del crédito hipotecario, los gastos de educación y la adquisición de vehículos y artículos para el hogar justifican porcentajes similares de la deuda de consumo (23,7% y 23,2%, respectivamente); el lector curioso puede buscar las cifras sobre el espectacular crecimiento del mercado automotriz en los últimos años.

Este collage de cifras, que un economista sabría interpretar mucho mejor, sugiere que en términos económicos Chile está mejor que antes: la economía crece, los salarios mejoran, la desigualdad disminuye… y la deuda de los hogares crece. Un optimista diría que vamos lento, pero seguro. ¿Por qué la insatisfacción? Las causas del estallido social no parecen ser económicas sino políticas, sociales, culturales y éticas; pero la valoración de la economía que hemos construido en los últimos años juega un lugar relevante.

Ante todo, los economistas han caído en el descrédito. La discusión ecológica deja la impresión de que el "modelo económico" está destruyendo el medio ambiente, de que es insustentable. Las externalidades negativas explicadas en los manuales de economía son más crudas en la realidad de Puchuncaví o Mejillones. Esos mismos manuales ofrecen sólidos argumentos a favor del libre comercio, pero la desconfianza y la duda son insidiosas, y así se comprende la reacción destemplada contra el TPP11 o la incomodidad de algunos ante la creciente inversión china en Chile.

Se suma los persistentes escándalos que involucran empresarios: corrupción, ilícitos contra la libre competencia, uso de información privilegiada y similares. Aunque me temo que siempre habrá delincuencia de cuello y corbata, algunos de estos casos son particularmente sensibles porque afectan derechos sociales (colusión entre farmacias) o necesidades básicas (papel higiénico, y, por qué no, fútbol); y porque parecen asociarse a nuestra opción por la libre empresa (el antiguo caso Chispas y los más recientes casos Cascadas y SQM se ligan a empresas privatizadas). Junto con el descrédito de la economía, se agudiza el desprestigio de la clase empresarial.

Finalmente, el auge de la economía ha permitido que el ciudadano se transforme en un consumidor. El mayor endeudamiento de los hogares pese al aumento de los salarios no obedece a una ciega imposición del sistema, sino que es reflejo de nuestras decisiones libres, de las que somos los primeros responsables (¡la deuda por educación es similar a la deuda por consumo!). Hemos priorizado tener cosas y vivir experiencias, en lugar de cultivar nuestra vida familiar, intervenir en lo público y alimentar nuestro espíritu. Hemos esperado del mercado algo que el mercado no puede dar, y hoy esta actitud -literalmente- nos pasa la cuenta, en términos de sobre endeudamiento y de crisis política. "Lo estamos pasando muy bien" nos llevó al "Baile de los que sobran". Seamos honestos: los primeros culpables de esto somos nosotros mismos.

No esperemos del estado de bienestar lo que el mercado no supo darnos. ¿Derechos sociales? ¡Muy bien! Pero no vale la pena transformarnos de consumidores de mercaderías en consumidores de derechos sociales. La esperanza no está en el bienestar, sino en las insospechadas energías del alma humana y del alma chilena.