El clima de la ciudad es una de las mejores condiciones que ostenta Antofagasta. Temperaturas agradables durante todo el año son especialmente beneficiosas para segmentos como los niños y la tercera edad.
Las lluvias son escasas, los episodios de frío apenas breves, no hay oscilaciones térmicas relevantes, tampoco hay episodios complejos como huracanes o tormentas. Parece obvio, pero son detalles de enorme importancia.
Disfrutar la costanera es de los mejores momentos que puede ofrecer Antofagasta y eso hay que aprovecharlo, pero también saber venderlo.
El potencial turístico de la ciudad es real, pero hay que mejorar muchísimas condiciones y quizás lo más apropiado sea pensar en los segmentos de niños y adultos mayores. Seguramente, logrando que la ciudad sea amigable con ellos, será más sencillo generar las condiciones para otros visitantes.
Pero es necesario ver los déficits existentes, en bienes de uso público, playas, plazas, transporte, sectores con sombras, y ni hablar de factores más complejos como precios, oferta de viviendas, entretención, salud y educación.
Al tiempo, una cosa son los déficits, y la manera en que trabajamos para reducirlos, y otra cosa el relato e historia que contamos de nuestra ciudad, un espacio que en definitiva es lo que somos.
Asumir que Antofagasta es una ciudad grande, con desafíos de magnitud, generosa, heterogénea, atractiva y mejor que gran parte de las otras comunas del país nos servirá para crear una identidad que servirá de amalgama para quienes vivimos aquí y un enorme gancho para quienes nos observan y podrían interesarse en vivir en nuestra tierra.
Debemos trabajar a conciencia de que tenemos problemas y que podemos ser una ciudad más acogedora para niños y tercera edad, lo que solo ocurrirá con acciones concretas que permitan reducir las brechas y avanzar sobre éstas.
Tenemos el clima, pero esto no es nada más que el sustrato, hay que hacer más para generar un cambio de verdad, algo que comience a percibirse.