Turbulencia y paz
Un recorrido por la historia del hombre nos señala con nitidez que la turbulencia es parte del recorrido humano. Inicialmente, los mortales tuvimos conflictos con los dioses. Actualmente con la historia y, además, con otras almas; sin embargo, siempre y a través de todo el recorrido, emergen figuras que inauguran islas de paz, de sosiego y de certeza: en nuestra región lo fue Antonio Rendic, en cuyo servicio amable y cotidiano existía la convicción de alcanzar salud sin mediar burocracias ni grandes vallas.
El sosiego fue parte de su ejercicio, que aunque diario y urgido por las notables falencias de la ciudad en salud, nunca le abrumaron y los pacientes partían con el sosiego y la paz espiritual que abona una respuesta franca, certera y cálida para los dolores propios o familiares, especialmente en el caso de los niños.
Conocí a don Antonio Rendic de pequeño, siendo una de aquellas víctimas infantiles de la enfermedad altiplánica, y su respuesta no sólo respondió a la pregunta del qué pasa acá, sino que también a la urgencia de evitar males mayores. Aquello ocurrió cuando en Chuquicamata mis padres sobrevivían con dificultades administrando un puesto frutero en el Mercado del mineral, y los ingresos familiares estaban muy distantes de aquellos que obtenían los trabajadores de la compañía, o sus beneficios sociales, como la salud y remedios gratuitos en el hospital antiguo del mineral.
Pasaron los años, y ya de universitario, a través de Andrés Sabella, fui presentado ante la delgada figura, con quien compartimos una amable conversación sobre la poesía regional, oportunidad que, por los apremios de la vida diaria no volvimos a compartir. No obstante, la figura del doctor se asentó en mi biblioteca a través de sus publicaciones poéticas, que más de alguna vez compartí con alumnos aficionados a las letras locales.
Y en dicha aventura de las letras pude percibir la tranquilidad de alma que despedía la figura quijotesca del doctor croata en la ciudad, saludado por amigos, conocidos y desconocidos, con el aura de una persona en quien se reconocía al hombre de bien y al poeta bien intencionado.
También le vi en aquellas reuniones de comités pro Antofagasta, buscando respuestas a los numerosos apremios de la contaminación, del desarrollo y de las carencias locales, que no podían ser resueltas por las autoridades locales debido al centralismo del país. Allí, con los hombres que luchaban por días mejores para la zona, comprendido el fenómeno del aislamiento y las dificultades de los suministros y las decisiones tomadas indiferentemente en Santiago, Rendic introducía sus delicadas meditaciones y respaldo a las iniciativas locales.
Visito la Biblioteca Regional y a menudo los libros de Rendic, de Ivo Serge, están en los anaqueles, a disposición de la comunidad, arrojando su invitación a la amistad, a la belleza, a la cercanía con las fuerzas celestiales y al respeto entre los ciudadanos. Veo a muchachos que merodean por las páginas de aquellos libros y hacen consultas y respondo en la medida en que conozco parte de su obra. Lo importante es que la obra de Rendic permanece en el imaginario local como un faro al cual remitirse cuando hay muchas consultas y muchas turbulencias en el mundo que nos rodea. Es un faro de tranquilidad, de comunidad y de paz. En breve, de trascendencia cuando todo viaja tan fugazmente y la experiencia apenas alcanza a ser percibida. Rendic vino a la tierra para quedarse. Con su actuación, con su figura, con su poesía. Ante la turbulencia dijo paz, como Sabella dijo "digo pan, dilo conmigo". El pan para la paz.
DOCTOR RENDIC, UN SANTO PARA ANTOFAGASTA