Amor-Dolor-Juego
Una de las compilaciones importantes que se hicieron de la poesía medieval fue el Cancionero General de muchos e diversos autores, de Hernando del Castillo. Recopiló desde 1490 hasta 1509, y fue impreso en Valencia en 1511.
Florencia Pinar (s.XV) es la única mujer que aparece con tres poemas claramente rubricados. De su vida se sabe que fue dama de la corte de los Reyes Católicos y una de las primeras de habla española que asume la autoría de sus textos. Es culta, utiliza el mismo tipo de referencias directas al hablar de Amor que usó Manrique, la reiteración de contrarios a través de la antítesis, por ejemplo, que fueron recursos, presentes en Sapho o Catulo, introducidos por Petrarca en el s.XIV, además de la utilización del tradicional bestiario medieval.
Se le atribuyen cuatro poemas: "Ay que [h]ay quien mas no bive", "A unas perdices que le embiaro bivas", "Ell Amor ha tales mañas", y "Es la boz de mi cançion".
Sus textos se caracterizan por la presencia de detalles concretos, realistas, y una expresión abiertamente apasionada, erótica, del amor y sus males: El amor es un gusano, / bien mirada su figura:/un cáncer de natura/ que come todo lo sano[…]. Un amor que insiste y que duele, pero que se busca incansablemente; la amante-amada finalmente es dolor e inestabilidad, de cuerpo y actitud "enamorada", es decir, agonizante. No obstante, es una agonía necesaria, que trae bienestar. La pasión es un mal placentero: Ay plazeres, ay pesares, /ay glorias, ay mil dolores, /ay donde ay penas de amores/ muy gran bien si d'él gozares; /aunque vida se cative[…]
La idea del cuerpo como cárcel es un tema reiterado en su obra, padece la prisión real y simbólica, de privación de libertad, de la prisión que desea: estar cautivada, es decir, enamorada, eróticamente presa. Destas aves su nación/es cantar con alegría,/y de vellas en prisión/siento yo grave passión,/sin sentir nadie a mía. Este mismo tratamiento denota una evolución en la poesía amorosa, la dama, ahora enamorada, reclama ese sufrimiento de la "carne" que le exige el deseo y lo declara.
Tanto mas creçe el querer/y las penas que sostengo/ quanto mas quiero esconder/ el grado que vos tengo […]. Estamos ante una voz, por una parte, abiertamente erótica, que desea enfrentase con el deseo sexual, y otras, aparentemente sosegada; ambas reflejan una misma obsesión presente hasta hoy: la necesidad de satisfacer el deseo y la imposibilidad de concretarlo, por individual.
Doctora en Literatura
Medieval
Viviana
Ponce,