Florido pero herido
En una excursión al interior del sector Chanida con mis buenos amigos de Caminantes del Desierto, cuyo fin era apreciar el desierto florido producto de las lluvias ocurridas este año, he podido disfrutar de la maravilla presente a la vista debido a la existencia de variadas especies silvestres de plantas que nos regalan, para el deleite visual, hermosas panorámicas con sus flores que tiñen las laderas de nuestros cerros de la cordillera costera.
La vista se deleita con la presencia de flores blancas, amarillas, violetas, las que fundiéndose con las rocas y arena de las laderas, ofrecen un espectáculo inigualable.
Pero tanta maravilla al ojo no podía ser perfecta, debido a la inconsciente participación humana, era que no. En la gran ladera arenosa del cerro detrás de Chanida, algún organismo competente (¿o incompetente?) ha permitido instalaciones faeneras que arrasaron con el paisaje, ofreciendo un feo aspecto que hace algunos años no existía, ya que por el acceso norte de la ciudad, viniendo de Mejillones, era posible apreciar la extensa y bella duna del cerro; hoy, la falda del macizo luce herida con cercos de chatarra y madera, y como si aquello fuera poco, cuando florece el desierto, en vez de poder apreciar como antes ese gran faldeo teñido de verde con matices de colores dados por las flores, ahora no solo vemos el hiriente cercado mencionado cerrando lotes de terreno en los que yacen chatarra y escombros, sino que también las múltiples marcas de ruedas -por todos lados- de vehículos todo terreno cuyos conductores no encuentran nada mejor que arrasar ¿a modo de entretención? la vegetación con sus vehículos.
Más arriba y hacia el interior del cordón de cerros costeros, hay múltiples botaderos clandestinos de escombros y basura, -la basura endémica de nuestra ciudad-, que nos deja muy mal parados como sociedad en materia medioambiental.
Es así que como testigo in situ puedo afirmar que, aunque nuestro desierto esté florido, lamentablemente también está herido.
Rafael Ramos Psijas