Las regiones chilenas, o mejor dicho las comunidades de las regiones chilenas, se merecían haber tenido la oportunidad de elegir este año 2017, por primera vez en la historia, a sus autoridades regionales. Lamentablemente los votos para aprobar este proyecto no fueron los suficientes porque algunos parlamentarios -muchos de los cuales fueron elegidos por esas mismas comunidades y con un discurso muy regionalista- dijeron que no.
Debemos recordar que la reforma para la elección directa de los gobernadores regionales ya fue aprobada en diciembre de 2016, pero para su concreción quedó sujeta a la aprobación de dos leyes complementarias. Por lo anterior, podría ocurrir que no obstante estar aprobada la elección directa de estas autoridades regionales esto nunca ocurra o que se dilate por mucho tiempo. Existen antecedentes en nuestra historia de leyes descentralizadoras que nunca se materializaron porque los reglamentos o leyes complementarias nunca se aprobaron. Por esta razón, las regiones debemos priorizar que se le ponga fecha a la elección de gobernadores. No debemos diluirnos entre los múltiples temas que se pueden plantear en materia de regionalización. Debe ponérsele fecha ahora, por ejemplo, el 2020.
No debemos aceptar excusas para seguir posponiendo la soberanía ciudadana. En realidad, y esto lo saben muy bien nuestros políticos, estos argumentos dilatorios esconden cálculos subalternos que no están a la altura de la política con mayúsculas, se trata de la politiquería mezquina subordinada a intereses individuales o del poder por el poder.
Por lo anterior, el actual escenario es muy riesgoso. Las organizaciones y ciudadanos de cada una de las regiones chilenas debemos movilizarnos y alzar nuestra voz para exigir que se le ponga fecha, lo más próxima posible, a la elección directa de nuestro principal representante regional. Es impresentable que esta situación se dilate posponiendo que se haga efectiva la voluntad popular de las regiones para esta elección. Debemos exigir y monitorear la consecuencia entre el discurso regionalista de nuestros representantes en el parlamento y la conducta concreta a la hora de votar.
Debemos exigir también a los candidatos presidenciales que manifiesten de manera precisa, con metas y plazos muy claros, su compromiso con la descentralización y en particular con esta reforma y leyes complementarias.
El gobierno debe fortalecer su protagonismo para liderar este proceso y hacerlo realidad.
Esta es una coyuntura política institucional muy desafiante para la descentralización en nuestro país. Las regiones debemos tener muy presente que el poder no se entrega desde el centro, sino que el poder regional se conquista con proyectos potentes y movilización desde las regiones.
La capital política del país más poderoso del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, se encuentra en Washington DC, su capital financiera en torno a Wall Street en New York, y en general el viejo patriciado norteamericano tiene sus orígenes en la costa Atlántica. Pero, el motor de la economía real de este país es desde hace varias décadas California (por sí sola la 7ª o 10ª economía del mundo) y productora de casi el 20% del PIB del país del norte. California comparte muchas similitudes con nuestra región y en general con la macro zona norte, en cuanto a caracteres históricos y modelos de desarrollo.
Era parte de México hasta la llegada de emprendedores aventureros que llegaron desde el mediado oeste angloamericano en el siglo XIX atraídos por la "fiebre del oro", y que, tras instalarse en dichas tierras, terminaron por anexionarlas a la naciente potencia (un paralelo evidente con el salitre en estas tierras). Luego se desarrolló en torno a la minería hasta ser una economía de escala propia separada del resto del país (cuestión que ya es una realidad respecto del Norte chileno, Óscar Landerretche dixit). Y que finalmente, por ser un Estado local alejado del entonces eje norteamericano de desarrollo, creció exponencialmente desde el sector primario, al secundario y al terciario apoyado por una fuerte inmigración que la dotó de la densidad demográfica necesaria, y por un empresariado local fuerte, que le permitió consagrar dichos avances y desarrollar varias áreas urbanas pujantes en torno a Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Sacramento (su capital política) y nuevas áreas como el paraíso actual de las Start-Up tecnológicas en San José (la capital del Silicon Valley). Hoy no sólo la minería y el sector primario son parte del conjunto de áreas de desarrollo económico que ofrece California; la ciencia y tecnología aplicadas, el entrenamiento y ocio, la agricultura y el vino, la industria del cine en Hollywood, la instalación de importantes proyectos inmobiliarios, el surgimiento de poderosas universidades, y en general una amplia gama de servicios.
Pero volvamos a nuestro país. Nuestra Región es el motor de la economía chilena desde hace décadas, gran parte del PIB de Chile es producido acá, y el nuevo ciclo del litio y las energías renovables no convencionales auguran oportunidades de inversión y desarrollo ilimitadas. La fuerte inmigración y la cantidad de emprendimiento surgido a nivel local no es casualidad. Tampoco lo es, que la economía de escala del norte grande esté completamente desacoplada de la del resto del país y que nuestra proyección natural sea más bien al "corazón de Sudamérica", esto es, al sur de Perú, al noroeste de Argentina y al suroeste de Bolivia (estas últimas conectadas por tren a nuestros puertos).
En síntesis, podemos exigir cambios institucionales por mayor autonomía política y financiera, pero no se debe esperar que desde el Gobierno central (de un Estado centralista) nos den toda solución. Por lo mismo, la sociedad civil local debe tomar conciencia de que ya somos la California de Chile y en consecuencia cortar los lazos de dependencia cultural y social con el centro. Es acá donde Chile será desarrollado.
Fernando Cortez
Gerente general de la Asociación de Industriales de Antofagasta
Luis Varela Ventura
Prof. Derecho económico Universidad de Antofagasta