América Latina es uno de los sitios más seguros del planeta y Chile, uno de los países con mayores ventajas en este ámbito. La impresión tiene sustento en los sucesivos informes elaborados por el Índice Global de Paz (IGP) de los años 2015 y 2016.
El documento elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), revisa poco más de 160 naciones, contando factores como los conflictos nacionales e internacionales, la seguridad en la sociedad o la militarización.
Chile -en el puesto 27- es la nación sudamericana más pacífica, seguido de cerca por Uruguay -en el 35- y Panamá en el lugar 49. América del Sur registró avances en su puntuación general desde 2015, debido a los menores niveles de conflicto internacional y militarización localizados en esa región.
No obstante, el Índice halló una significativa agitación social en países como Venezuela -situada en la posición 143 del ranking-, que pasa por una aguda crisis de insospechadas consecuencias.
Ciertamente los éxitos económicos y de desarrollo del país tienen una base fundante en la paz social que se ha logrado desde los 90, con la recuperación de la democracia. Tras décadas de agitación política, violencia armada y mínima paz social, los chilenos concluyeron que romper esa tendencia debía ser una prioridad.
Pero tal estado debió construirse y respaldarse.
Creer que la seguridad es un derecho garantizado es tanto ilusión, como error: la paz es un objetivo, no es un estado o condición natural. Si Chile la tiene es porque previamente ha hecho cosas bien y si otros países no la cuentan como atributo es porque han ejecutado políticas erradas. Es decir, ese logro sólo es posible realizando acciones que apunten a ello.
La paz social ha sido positiva para todos. Para las personas, para las familias que pueden desenvolverse en ambientes sanos; también para atraer inversión y abrir posibilidades con trabajos, con mayor competencia, para el turismo, la educación, entre otros.
Sin duda podemos seguir mejorando, pero sabiendo que Chile tiene una base estable sobre la cual puede erigirse si todos estamos comprometidos en ello.