Salvador Reyes, gran marinista
Cada vez que se habla de los escritores chilenos del Mar, el primer nombre que acude a la mente es el de Salvador Reyes. El mar lo cautivó definitivamente. Viajó por muchos mares, lo que acentuó su afición a esa realidad cambiante y misteriosa. Su ideal era vivir en el mar o cerca de él, como lo confiesa en una sus obras: "Me hace falta el mar. Arde su ausencia como una quemadura cuya intensidad del dolor no podré encerrar nunca en mis escritos…".
Este interés por el Mar como motivo de creación lo llevó primero hacia la poesía, publicando en 1923 un el libro de poemas con un título muy sugerente: "Barco Ebrio". Allí encontramos: "Dentro de mí hay un viejo lobo de mar /el buen piloto de un bergantín negrero…/
"Telarañas de jarcias, laberinto de mástiles sonoros:/Frente a los puertos canta la nostalgia".
Más tarde publica "Las Mareas del Sur", guiando su timón hacia la prosa narrativa. Reyes fue un excelente narrador. Inicia una sucesiva publicación sucesiva de varios relatos breves: "El Matador de Tiburones", "El Último Pirata", entre otros. Son obras en que se combinan armoniosamente el amor al mar y el interés por sus hombres, todo ello con un tenue sentimiento nostálgico y poético de buena ley.
Inicia el género novelístico en 1935 con "Ruta de Sangre", "Mónica Sanders" y "Valparaíso, Puerto de Nostalgia".
"Mónica Sanders" es una de las obras mejor logradas de este escritor, básicamente por el conflicto humano que se plantea y por la caracterización de sus personajes.
Siempre hemos admirado el respeto y el afecto con que Salvador Reyes se refiere a los que trabajan en el mar y en los puertos, los que, según él, son hombres que constituyen "la única raza aún no dominada por los convencionalismos de nuestras sociedades niveladoras".
En las obras narrativas de Reyes no se discuten su calidad ni menos que ellas descuellan como condiciones del espíritu marinero de su autor.
Salvador Reyes ha sido uno de los máximos exponentes de nuestra literatura del Mar, tanto en su dimensión estética como en la dimensión humana.
Manuel Montesinos Caro