En las últimas semanas hemos visto cómo, con la aprobación de la glosa de educación que amplió el beneficio a los planteles privados, CFT e institutos sin fines de lucro, continúa la tendencia hacia la gratuidad en la educación superior. Valoramos el aporte que esta reforma representa en términos de mayores oportunidades para el ingreso de los jóvenes al sistema, sobre todo cuando se considera el abaratamiento de los costos para las familias que, en muchos casos, necesitan apoyo para educar a más de un hijo.
Pero, hasta ahora, el proceso ha sido tremendamente dificultoso: El Estado ha inyectado recursos por diferentes vías a través del presupuesto de la nación. El Mineduc planteó que no habría detrimento en los presupuestos, pero en la suma final no hubo reasignación del 5% del aporte fiscal directo AFD, ni del AFI. Se reconoce un aporte especial para las universidades regionales que compensa en parte está perdida, sin embargo, el saldo final fue un detrimento presupuestario para nuestras instituciones. También ha habido algunas demoras en la entrega de fondos, lo que ha alterado nuestras cajas.
Todo esto ha perjudicado la implementación del derecho a la educación, el que debe apuntar esencialmente a los sectores más vulnerables, lo que se puede lograr mediante diferentes mecanismos financieros, discusión que sin duda se dará con fuerza en 2017.
Lo que está claro es que esta normativa no debe discriminar entre universidades estatales y no estatales, y sí considerar su función pública. Es que nadie puede desconocer el aporte que las Universidades Públicas No Estatales, agrupadas en la Red G9, han realizado en formación de profesionales, inclusión e investigación, contribuyendo desde un funcionamiento sin fines de lucro al desarrollo de Chile, sus distintas comunidades y, en definitiva, a las personas.
Un Sistema Público Integrado de Educación Superior aparece como la vía más eficiente para resolver el tema del financiamiento. Pero para llegar a él se requiere actuar sin discriminaciones como el origen de las instituciones, considerando sí la función que estas cumplen. Los problemas de la educación no tienen respuestas monolíticas. Una universidad no se hace por decreto. Años de experiencia y tradición dan paso a una identidad que, en el caso de la UCN, la mantienen durante seis décadas indisolublemente ligada al desarrollo del norte de Chile.
Jorge Tabilo Álvarez
Rector Universidad Católica del Norte