La prosa poética de Ivo Serge
Durante años muchos antofagastinos han leído El Mercurio a partir del pequeño y poético artículo que firma Ivo Serge (Antonio Rendic). Algo hay que capta la atención en esas pocas líneas.
Nadie se llama a engaño, suponiendo en ellas un mensaje revelador que, potencialmente, pudiera variar el curso de una vida. Por el contrario, hay consenso en reconocerles sencillez, casi en el límite de la transparencia. En eventos de tal simplicidad, se palpa el arraigo de la tradición.
"Traditionis" vale como la acción de entregar, de remitir, de transmitir y, en última instancia, es "tradere", es decir, hacer pasar a manos de otros. He ahí el fundamento donde hay que reparar en cualquier intento por entender la aceptación de que gozan sus pequeños escritos. Estos, si en el sentido propuesto, se han hecho tradicionales, son, al mismo tiempo, expresión de la más pura tradición.
Meditar un instante en la variada gama de temas planteados en estas prosas lleva, sin mucha sorpresa, al convencimiento de que la mayoría de ellos, son expresiones de un patrimonio de ideas que está arraigado en la conciencia del hombre, superando limpiamente los límites de espacio y tiempo.
Cuando Plinio el Viejo, en el umbral de nuestra era, visitaba el entonces llamado Lago Asfaltites, se vinculó con los miembros de La Nueva Alianza, a los que él llamó esenios. Uno de los himnos de alabanza de esta comunidad religiosa a su Señor, enfrentaba la conciencia de los hombres a su eterno problema existencial:
"¿Qué es el hombre?: ¡nada! Apenas un poco de arcilla modelada, polvo que el barro ha de volver" (Los documentos de Qumrán).
Dos mil años atrás, los hombres de esta comunidad religiosa de las inmediaciones del Mar Muerto repetían una idea que venía de la más lejana noche de los tiempos. Dos milenios después, es decir hoy, la misma noción continúa vigente y nada induce a imaginar que los tiempos venideros pudieran aminorar la verdadera esencia de su mensaje.
Ivo Sergess se limita a recordarnos el bíblico Pulvis eris (Génesis: 3,19) del pecado original, no con el rigor de quien enjuicia, antes bien, con la humildad de alguien que se siente próximo a su prójimo:
"Hermano, pisa suavemente la tierra por donde vas. No olvides que está formada por la cal de los que nos precedieron y que tú y yo volveremos a mezclarnos con ella algún día".
La nota de humana bondad en la invocación al hermano, no hace distingo alguno. Pecadores o no pecadores, ese no es el problema. Con esta llamada al hermano, se quiere robustecer lo concerniente a la fe y la esperanza en la vida eterna, pues "Dios mostró su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros". Es la Carta a los Romanos (5, 10-11), de San Pablo, la que explica el fondo teológico de esas, aparentemente sencillas palabras de Ivo Serge.
El hombre, humilde barro que será cal, está llamado a reconciliarse con sus semejantes y a perfeccionarse en amor, como una forma de preparación para trascender lo terrenal: allí se inicia la senda hacia el Señor y la vida eterna.
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