¿El cambio vendrá, viene o vino?
En la Biblia hay bastante de vides, viñas y vinos. Noé, después del diluvio, "plantó una viña. Bebió de su vino y se embriagó." San Lucas impactó con la "parábola de los viñateros homicidas." Luego, para colmar la copa del temor, en una de sus profecías apocalípticas, Isaías ve llegado el terrible momento en que:
"Se ha agotado el vino, se ha marchitado la viña, /
gimen todos los que tenían el corazón alegre."
¡Cuán distantes parecen las puras libaciones y bienaventuranzas de alegres corazones conque los humildes glorian al Señor! A nadie ha de privarse de su pequeña felicidad. Eso, ¡no! El país hoy aspira al confort, a reencuentros y asociatividad con el recurso de opíparas parrilladas y abundancia de mostos. ¡Bien por Chile! Pero, en cosas de sociedad, nadie se descuide. Hay necesidad de cambios; de cambios verdaderamente urgentes: no esos que, a diario, pregonan algunos que apenas esconden insaciables afanes de lucro. En este tema, vale toda democrática proposición. Primera: alce su "vaso de bon vino". Bébalo, por usted. ¡Salud! Si brinda por otros, depende de usted. Disfrute "su vino". Segunda: en lo colectivo, instrúyase hasta entender que también hay otros vinos. "El de la ardiente lujuria", "el vino de la ira de Dios" e incluso, "el de su furiosa cólera", todos mencionados en el Apocalipsis, donde los cambios, ¡son definitivos! Basta recordar al "ángel que echó la hoz afilada sobre la tierra y vendimió la viña de la tierra, y arrojó las uvas en la gran cuba de la ira de Dios. La cuba fue pisada fuera de la ciudad y de la cuba salió sangre…" Tras el Armagedón, ¡la nada! El gran cambio: el Juicio Final. Los cambios sólo requieren mate o cabeza -¡con el perdón!-- , decíamos cuando niños. En el epílogo y para tranquilidad de su conciencia: ¿vale la pena ocuparse de los cambios que, según algunos, deben hacerse?.
Osvaldo Maya Cortés