Chuquicamata a tajo abierto
Una tronadura de la memoria reabrió Chuquicamata el año pasado tras cumplirse cien años de su fundación. De esa veta emergieron obras literarias. Una de ellas fue Chuquicamata, para que no me olvides del periodista y profesor Gustavo Tapia, quién publicó para el centenario una extensa crónica testimonial que reúne información histórica y etnográfica de esta ciudad que vivió "la fiebre del cobre" a través de generaciones de chilenos y extranjeros que habitaron aquel poblado que fue creciendo y mutando con los años. Basada en hechos y datos reales, pero utilizando herramientas de la ficción, el autor construye personajes en base a retazos de los individuos que conoció en los años 60 y 70, años de agitación política y de nacionalización del mineral. Destacan capítulos interesantes que indagan en el cómo y el porqué de las huelgas, entregando detalles del funcionamiento de la industria, el golpe militar, las vistas reiteradas de Salvador Allende y el paso de Fidel Castro y Pablo Neruda por este enorme campamento que albergaba numerosas villas y poblaciones.
El personaje principal de esta historia es Chuquicamata que, como el golem de la leyenda, se levanta enorme e imponente, mostrándonos su cuerpo de barro, piedra y materia prima, pero cuyo destino es volver a caer. Este coloso se presenta ante el lector a través de una sumatoria de experiencias y recuerdos transformados por el ejercicio de la memoria, pues Tapia realizó entrevistas a sus ex habitantes y revisó documentación del período retratado. Abundan los nombres y referencias de memorabilia, es decir, se establece un amplio registro de lugares y objetos valorados por los chuquicamatinos por las conexiones con su pasado e historia. En este sentido, podríamos decir que esta obra los interpela principalmente a ellos, los habitantes de Chuquicamata, quienes debieron abandonar sus calles, cerrar sus teatros, clubes, servicios y comercios de manera definitiva el año 2007, pues la zona fue declarada saturada de material particulado respirable, contaminada por anhídrido sulfúrico y arsénico. El autor de esta obra nos habla desde allí, desde la nostalgia de esa forma de vida irreproducible, desde la imposibilidad de volver atrás los años. Lo dice a través de Peñaloza, Santamaría y Teresa, personajes esbozados, que terminan silenciándose y fundiéndose con el paisaje abandonado.