"La pampa es un aporte invaluable
María Isabel Segovia Pérez llegó a vivir a la oficina salitrera Pedro de Valdivia a los seis años, proveniente de su pueblo natal, El Peral de Punitaqui, en la Región de Coquimbo.
Vivió 41 años en las salitreras: 35 en Pedro de Valdivia y 6 en María Elena, hasta que en 2002 emigró a Antofagasta. Para ella, la vida en la pampa fue clave en la construcción de su identidad como una mujer alegre, emprendedora y conectada profundamente con la naturaleza.
¿Qué experiencias marcaron su paso por la pampa?
-Viví alegrías y tristezas, pero sobretodo experiencias fraternales con mis padres, hermanos y mi familia actual. Siempre cultivamos el amor, el respeto y la unión. En la pampa crecí como persona, me formé en cultura, tradiciones y educación.
Fui trabajadora y misionera de catequesis prejuvenil en la Parroquia Santísima Trinidad de Pedro de Valdivia, y también misionera durante el Mes de María en la población Bulnes y en las Casas Pareadas. Con mis amistades y compañeros valoramos la solidaridad, la lealtad y la confianza.
¿Crecer en una salitrera forjó tu carácter?
-Sí. Siento que mi esencia ancestral está en sintonía con mi ser, guiada por la gracia de Dios. Recibí el amor de mis padres con fe, y eso formó en mí un carácter elocuente, con virtudes y defectos, pero siempre con disposición a crecer. Me considero una mujer emprendedora, respetuosa, creativa y paciente. Amo cultivar plantas y hierbas, y me dedico a mejorar la salud y el bienestar a través de la vida orgánica. Vivir en las salitreras nos enseñó a ser sociables, esforzados y voluntariosos. En mi esencia fluye la fuerza con humildad y sencillez.
¿Cuáles son sus recuerdos más entrañables de esos años?
-Desde niña recuerdo con cariño la Escuela Superior de Niñas N° 24. "Salve Escuela 24, templo augusto de luz y grandeza". Allí aprendí música, folclore chileno y participé en revistas de gimnasia y bailes de época. Aprendí el trote nortino y me enamoré de la cultura salitrera. Recuerdo con especial emoción la obra 'Al Maestro con Cariño', junto a la maestra Olga Plaza Areyuna. Disfrutábamos la escuela con la música de doña Ernestina Kong de Larrondo y los poemas de Gabriela Mistral.
Jugábamos al luche, al cordel, a las rondas, y al "corre corre la guaraca". Recibí mi segundo sacramento en la Parroquia Santísima Trinidad. Mi juventud fue efímera, pero hermosa, llena de experiencias imborrables. Trabajé con esmero y responsabilidad en las secciones de Pulpería y Maestranza.
¿Qué lugares característicos recuerda de la época?
-El Cine Teatro Alfa, el estadio de fútbol, el auditorio, la plaza con su odeón, la cancha de basquetbol, la rayuela, los ripios, el Registro Civil, las Concepciones, el banco, la Parroquia Santísima Trinidad, el hospital, el Club de Empleados y su hermosa piscina. También recuerdo los 'chaleses' con su respectivo club y piscina, el tiro al blanco, la gruta de la Carmelita, las animitas y el Cerro de la Viuda. En María Elena, en la Parroquia San Rafael Arcángel, culminé mi labor misionera con catequesis prejuvenil. Disfrutamos jornadas en Cuchillón, el balneario de Coya Sur y el río Loa.
¿Algún pampino fue su ejemplo de vida?
-Sí, mi padre, Francisco Segovia. Llegó joven a Antofagasta para hacer el servicio militar. Al terminar, buscó trabajo en las salitreras junto a un buen amigo y fue contratado en Algorta. Luego fue trasladado a Pedro de Valdivia, donde La Pampa lo acogió como un hijo más. Para mí, él es un ejemplo vivo de gratitud, esfuerzo, responsabilidad y compañerismo. Fue querido y respetado por jefes, maestros y oficiales. Junto a mi madre, Ventura, formaron nuestra familia con amor y dedicación. Él fue un verdadero artesano de la vida.
¿Qué te enseñó el desierto y las salitreras?
-Me enseñó a amar la vida, a valorar la familia, a ser solidaria, resiliente y constructiva. Aprendí a cultivar la amistad, conservar nuestras tradiciones y a mantener vivo el espíritu pampino.
¿Qué mensaje desea dejar sobre lo especial de la pampa?
-La pampa es un aporte invaluable a la cultura nacional por su historia, tradiciones y vivencias. Es monumento histórico de nuestra patria. La identidad pampina se forja en la amistad y el compañerismo. Recuerdo la belleza del cielo nocturno, la magia del ocaso fluorescente y la escarcha de la aurora iluminando el día.
Felicito a las agrupaciones que trabajan por preservar este legado, especialmente en vísperas del nuevo aniversario que se celebrará el próximo 7 de junio. Gracias a todos quienes, incluso desde sus páginas web, mantienen viva la memoria pampina.
a la cultura de nuestro país por su
rica historia, tradiciones y vivencias"
María Segovia Pérez: