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Alegres en la esperanza

"Celebrar, entonces, la Pascua de Resurrección es renovar la mirada para ver desde otra perspectiva nuestra vida y la de los demás. Y, en esa otra perspectiva, nosotros no estamos en el centro". Mons. Ignacio Ducasse Medina, Arzobispo de Antofagasta
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El mundo cristiano está celebrando la Pascua de Resurrección y, además, el mundo católico la celebra peregrinando en el Año Jubilar convocado por el Papa Francisco, centrado en la Esperanza.

Celebrar la Resurrección del Señor es celebrar la alegría y la esperanza. El Resucitado nos llama a través del Apóstol Pablo a estar alegres en la esperanza (Rom 12,12). El cristiano tiene por vocación ser alegre servidor de la esperanza en medio del mundo y de la vida social, donde cada cual vive su condición de discípulo con su vocación especifica y con su servicio en medio de la comunidad regional, nacional…

¿Es posible la alegría en estos tiempos? En un mundo en crisis no sólo económica, sino sobre todo espiritual, que ha globalizado el relativismo y la desorientación y en el que tantos valores han sido puestos en discusión ¿es posible la alegría? Frente a tantas malas noticias que recibimos por los medios de comunicación social, ocurridos en los diferentes ámbitos de la vida social regional, nacional e internacional, ¿no hay acaso una Buena Noticia que dé norte y sentido a nuestras vidas? ¿No es acaso la Noticia de un Dios que por amor no sólo se ha hecho hombre, sino que ha entregado su vida por nosotros, que ha muerto y resucitado por nosotros? No se trata de negar la realidad, pero desde que Jesús nació en Belén, que recorrió la Galilea predicando y haciendo prodigios, que murió y resucitó en Jerusalén, siempre estará abierto el camino para que nazca en nosotros la alegría como fruto de la esperanza. Porque la esperanza es la guardiana de nuestra alegría en medio de la oscuridad de la noche.

Cuando se pierde la esperanza se apaga inevitablemente la alegría. La sociedad consumista puede darnos muchos placeres, pero nunca la alegría. Sólo quien es amado y ama sabe lo que es realmente la alegría. La experiencia cristiana, al hacernos saber amados por Dios, deposita en nuestros corazones una alegría que ninguna otra cosa puede darnos ni puede quitarnos. Y al llamarnos a amar, nos pone en el camino de la alegría, que suele estar mucho más asociada a lo que damos que a lo que recibimos. Por eso Jesús nos decía que hay mucha más alegría en dar que en recibir (Cf. Hech 20,35).

Celebrar, entonces, la Pascua de Resurrección es renovar la mirada para ver desde otra perspectiva nuestra vida y la de los demás. Y, en esa otra perspectiva, nosotros no estamos en el centro. Hay, ciertamente, incertidumbre y desencanto a nuestro alrededor, pero la esperanza es un camino que debemos recorrer día a día, con esfuerzo y constancia, cultivando un conjunto de actitudes evangélicas -respetando a los demás, siendo solidarios con todos, …- que le abren paso, que la hacen posible, que le dan acogida.