El centenario de un clásico que parece interpelar al presente
HISTORIA. Se cumplieron 100 años desde la publicación de "La montaña mágica", de Thomas Mann, una de las novelas cumbre de Alemania y del mundo: la historia de un sanatorio y cómo su aislamiento es leído con los ojos de hoy.
En 1907, el joven Hans Castorp viaja, aunque no como paciente, a uno de los mundialmente reconocidos sanatorios suizos. Allí se encuentra con un primo que le sirve de guía por el recinto ubicado en Davos, hasta donde llega en un tren que "vomitaba penosamente masas oscuras de humo, verdes y negras, que se deshacían. A la derecha, el agua murmuraba en las profundidades; a la izquierda, abetos oscuros, entre bloques de rocas, se elevaban en un cielo gris pétreo. Túneles negros como hornos se sucedían y, cuando volvía la luz, se abrían profundos abismos con pequeñas aldeas en el fondo. Luego los abismos se cerraban y aparecían nuevos desfiladeros con restos de nieve en sus grietas y cortaduras". De esta forma, el escritor y Premio Nobel alemán Thomas Mann hace un siglo convirtió en letras la postal más clásica de los Alpes, de frente a un público lector que muchas veces no tenía la posibilidad de viajar y, menos, contemplar estos lugares.
El gran reconocimiento llegó en 1929, aunque su obra más reconocida en Chile, "La montaña mágica", fue publicada en 1924. Los primeros capítulos de esta novela pueden ser leídos como una guía turística. Sin embargo, cuando Castorp llega al sanatorio, comienza la historia de enfermedades que hoy parecen controladas, mujeres cuya timidez las encerró en la soledad, hombres extraviados y exsoldados en quienes la guerra dejó huellas físicas y psicológicas, porque Mann comenzó a escribir el texto que lo inmortalizó en 1911, es decir, antes de la Primera Guerra Mundial, y terminó 12 años después, cuando el totalitarismo ya se sentía en Europa.
Por esto, "La montaña mágica" fue analizada, mucho después, como una premonición, ya que el autor, asimismo, trabajaba escribiendo para diarios y revistas. En el intertanto, en 1911, acompañó a su esposa a un sanatorio -que se mantiene hasta hoy, pero transformado en un hotel de lujo, ya que los lectores viajan en busca de los personajes -y ahí comenzó la narración. El crítico literario y especialista en la obra de Mann, Volker Weidermann dijo en un documental del canal europeo Arte, dedicado a la novela por su centenario, que "nos olvidamos de leer los diarios y un día nos dimos cuenta de que ha estallado una guerra mundial".
En "La montaña mágica" los personajes viven aislados de lo que ocurre en el mundo en Davos y los sorprende el estallido de la Primera Guerra Mundial, debido a que la mayoría de ellos permanecía ocupado en pasatiempos banales y, como dice la novela, en "sus interesantes cuerpos", por esto Weidermann expresó "la tentación de establecer un paralelismo entre 1914 y 2022, con la guerra de agresión rusa a Ucrania", pues "ambos son momentos en que termina un largo periodo de paz en Europa, que muchos creyeron que podía durar para siempre".
El primo Joachim, quien recibe a Hans, es enfático: "Tres semanas no son nada para nosotros, pero para ti, que estás de visita, tres semanas son mucho tiempo. Comienza, pues, por aclimatarte, no es tan fácil, ya te darás cuenta. Además, el clima no es aquí la única cosa extraña, verás cosas nuevas de todas clases, ¿sabes? Respecto a lo que dices sobre mí, eso no va tan deprisa. Lo de 'regreso dentro de tres semanas' es una idea de allá abajo. Es verdad que estoy moreno, pero se debe a la reverberación del sol en la nieve, y esto no demuestra gran cosa, como Behrens siempre dice. En la última consulta general me anunció que aún tenía para unos seis meses". Hans iba por tres semanas y termina quedándose siete años, en los que vive una transformación y se alista en la guerra. Mann también atraviesa cambios: al comienzo de su proceso de escritura es un conservador defensor del Imperio Guillermino, durante la Primera Guerra Mundial interrumpe la narración de "La montaña mágica" y escribe "Consideraciones de un apolítico", ensayo en el que rechaza la Ilustración. Pero, a medida que avanza en el manuscrito, cambia de postura y en 1922 se convierte en un defensor de la República de Weimar, crítico de los movimientos que desembocarían en el nazismo.
En el relato aparece un personaje, Lodovico Settembrini, quien al inicio debía ser una caricatura del pensamiento ilustrado, pero que a medida que avanzan las páginas se perfila como un personaje cada vez más positivo. Él es una de las influencias claves de Castorp en el sanatorio, quien trata de convencerlo de que vuelva al mundo. También se esfuerza en alejarlo de la seducción de lo irracional, representado por su pasión sin futuro por una de las pacientes, Clawdia Chauchat.
Otra influencia del protagonista es el jesuita reaccionario Leo Naphta, que libra disputas dialécticas con Settembrini, inspiradas en las lecturas del propio Mann durante su etapa escolar, realizada fuera de instituciones oficiales, como acostumbraban las familias pudientes, y un breve paso por la Universidad Técnica de München, donde se concentró en Goethe ("Fausto"), Tolstói ("Guerra y paz"), Schopenhauer ("El mundo como voluntad y representación") y Nietzsche ("La gaya ciencia").
En esta línea, Naptha rechaza no sólo el pensamiento de la Ilustración, sino todo el pensamiento moderno. "Muchos críticos lo han visto como antecedente de los fascismos", destacó Efe y, en 2001, tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, "el germanista Frederik A. Lubich lo vio como un antecedente del terrorismo con motivación religiosa", debido a que la lucha "por el alma de Castorp", como dice la novela, termina con un duelo con pistolas, escena que para el director de la Sociedad Thomas Mann, Hans Wisskirchen, es un momento decisivo.
El duelo se da en el capítulo titulado "Hipersensibilidad", donde los habitantes del sanatorio pelean por cosas sin importancia o convierten una convicción ideológica en parte de su identidad. Asimismo, documentan y traducen a varios idiomas disputas ajenas para ser distribuidas por el mundo. "Cuando volví a leer el episodio pensé que es lo que hoy hacen las redes sociales. El motivo de la disputa no importa mucho, pero todo el mundo termina participando en ella", agregó Wisskirchen en Efe.
La hipersensibilidad previa a los totalitarismos "puede llevar a algunos a una simpatía por un pensamiento como el de Napha y a un rechazo de los consensos democráticos", agrega la agencia, espíritu que fue percibido por Mann, quien en una carta escrita en 1933, año del ascenso de Hitler al poder, defendió a Settembrini: "Nos podemos reír todos un poco del buen señor Settembrini, pero es un tío maravilloso frente a los Naptha que ahora mandan".
Una escultura en Gmund, Alemania, que representa a Thomas Mann y a su perro.
"La montaña mágica"
Thomas Mann
DeBols!llo
1.056 páginas
$18 mil