La fragmentación y el voto obligatorio redefinen el juego político
"La fragmentación podría, paradójicamente, beneficiar a candidaturas que han sido altamente criticadas o que cuentan con un respaldo minoritario. minoritario, pero que, por efecto de la dispersión del voto, podrían terminar siendo electas". Cristian Rodríguez Salas, Director Instituto de Políticas Públicas UCN
Este fin de semana, 494 mil electores en la región de Antofagasta están convocados a decidir, bajo voto obligatorio, quién ocupará un escaño en cada una de las cuatro elecciones que se celebran simultáneamente: gobernadores, alcaldes, consejeros regionales y concejales. Una característica notable de esta elección es la abrumadora cantidad de candidatos para cada uno de los cargos en disputa, con un alto porcentaje de figuras que se presentan como independientes.
En números concretos, son ocho candidatos a gobernador, 41 a alcaldes, 145 a consejeros regionales y 306 a concejales.
La combinación del voto obligatorio y la alta fragmentación de las fuerzas políticas, a diferencia de comicios pasados, hace incierto cualquier pronóstico sobre los resultados.
Anteriormente, pocos candidatos representaban a coaliciones políticas oficialistas y opositoras bien definidas, lo que ofrecía un panorama más claro y predecible de la competencia electoral. En esta oportunidad, el escenario es más difuso y complejo, con múltiples actores buscando captar la atención y el voto de un electorado diverso e indiferente.
Además, a diferencia del pasado, donde el electorado que acudía a votar era en gran medida parte de la clientela de las principales estructuras partidarias, esta vez no será así. El voto obligatorio atraerá a las urnas a una cantidad masiva de electores que se definen mayoritariamente como independientes, particularmente jóvenes distanciados o definitivamente divorciados de la política tradicional. Estos electores, que en elecciones anteriores optaban por la abstención, definirán su elección recién en los días anteriores del comicio, no tanto por afinidades ideológicas, sino en función de demandas que afectan su vida cotidiana.
El alto número de candidaturas presentes en estas cuatro elecciones también es un elemento que incidirá significativamente en los resultados. La fragmentación podría, paradójicamente, beneficiar a candidaturas que han sido altamente criticadas o que cuentan con un respaldo minoritario, pero que, por efecto de la dispersión del voto, podrían terminar siendo electas. No ganarían por una amplia mayoría, sino por el reparto fragmentado de los sufragios entre múltiples opciones, donde incluso una pequeña fracción del electorado puede marcar la diferencia.
Este fenómeno plantea interrogantes sobre la representatividad y legitimidad de los futuros electos. ¿Podrán los futuros representantes, algunos posiblemente elegidos con porcentajes mínimos de votación, responder efectivamente a las demandas de una ciudadanía diversa y, en muchos casos, descontenta?
Lo cierto es que el resultado de esta contienda electoral no solo determinará quiénes ocuparán los cargos públicos, sino que también redefinirá la legitimidad y la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático.