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Un pedrino que agradece lo aprendido en la oficina

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Luis Aliro Cereceda Poblete, actualmente tiene 72 años, y nació en Pedro de Valdivia en 1953

Fue un niño pampino feliz, así lo describe. Recuerda que esa etapa fue realmente hermosa, compartiendo juegos con sus amigos y hermanos, enfocándose en la felicidad de lo sencillo y de las vivencias de su edad, sin fijarse en las carencias.

Al respecto, Cereceda recalcó que "recuerdo con cariño algunos lugares de mi niñez, como por ejemplo la plaza de armas, el cine, la pampa y sus oscilaciones entre calor y frío. Todos esos lugares emblemáticos del campamento salitrero. Todas las actividades culturales que nos permitían vivir una niñez única y especial".

"Mi padre fue un hombre de esfuerzo, que trabajó por 35 años en la empresa SQM, y fue un ejemplo de responsabilidad para sus hijos y para su familia, sostenedor de familia. Como mi padre había cientos de hombres y mujeres que lucharon por los suyos", puntualizó Cereceda.

Después de egresar de la Escuela Industrial grado técnico en Vallenar, regresó a su tierra a forjar su destino y a tomar experiencias en el trabajo, en 1973.

Fue en esa tierra donde vivió hasta 1996 cuando Pedro de Valdivia cerró sus puertas, pero hasta el día de hoy sigue recordando y manteniendo el espíritu "pedrito" en lo más alto.

En 1974 entró a trabajar a SQM, donde pudo a través de los años hacer su aporte, como trabajador y a la vez tomando una experiencia enriquecedora como técnico especialista área eléctrica y aprender una y mil maneras de trabajar, compartir y sentirse a gusto en su vida diaria.

Así el tiempo se fue dando nuevas esperanzas y expectativas en su misma labor y poder cambiar de área para lograr una mejor oportunidad laboral en la misma empresa.

Después de 30 años de servicio laboral, se retiró orgulloso de la labor realizada y experiencias aprendidas en su vida laboral. "Fueron años de mucha experiencia, mucho trabajo, mucha dedicación a su vida laboral y familiar", destacó.

En resumen, una experiencia de mucho esfuerzo y todas estas experiencias forjaron su carácter, porque años atrás, la madurez de su personalidad lo llevó a tomar responsabilidades y desempeñarse muy positivamente en todas sus labores.

Este grupo de personas formaron una gran familia, que los identifica por ser "pedrinos", porque la pampa fue amistad, formación espiritual, espíritu deportivo, desarrollo de la solidaridad y lo cultural, comentó.

Es que por varias generaciones se formaron familias completas, que los caracteriza a todos por ser luchadores, esforzados y honestos, estas características hablan de los pampinos, personas nobles y generosas, que agradecen hasta el día de hoy todo lo que les entregó la pampa calichera.


Luis Cereceda recuerda con nostalgia su vida junto a sus amigos en el campamento.

Profesora normalista y una pampina de corazón

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Una profesora normalista que es pampina de corazón. María Encarnación Farías Vera nació en María Elena el 22 de abril 1942 y vivió en esa localidad hasta que trasladaron a su padre a la exoficina José Francisco Vergara.

A los 9 años llegó a estudiar a la Escuela N° 14 Pedro Aguirre Cerda, donde cursó hasta sexto primario.

En su colegio, en quinto año, enseñaban dactilografía, mecanografía, comercio y modas. Lo pagaba la compañía. Ahí tuvo de profesor a Benjamín Guerrero, que posteriormente trabajó en el exColegio Yugoslavo de Antofagasta.

Cuando tenía 10 años, la profesora Liliana Ardigo la eligió para que fuera su brazo derecho (debido a una enfermedad que la tenía delicada de salud).

Un día, la profesora se desmayó, luego de asistirla, el directorio aceptó que ella siguiera realizando la clase con solo 10 años. Fue un periodo de 30 días, que marcó totalmente su vida.

"Quise optar a la Escuela Normal y sucedió que había muchos postulantes, todos de oficinas salitreras cercanas. Seleccionaban de uno a tres, después tenían que viajar a Antofagasta por tres días", acotó.

María Encarnación Farías comentó que "el primer día nos examinaban la salud dental y corporal, al día siguiente se hacía un examen de personalidad donde había ocho personas que evaluaban al postulante".

Agregó que "ahí nos preguntaban temas personales y actualidad. Luego pasando esa etapa, podía uno seguir con el siguiente examen de música. Este examen 'cortaba' a muchos por el oído musical. A mí me tocó entrar junto a siete personas y, de todos ellos, salimos bien dos. El tercer día era una prueba de conocimiento específico, donde nos daban un minuto para contestar 20 preguntas, era una instancia bastante estresante, donde se medía castellano, matemáticas, ciencias naturales y ciencias sociales".

Relató que la formación en la Escuela Normal era estricta, ya que no permitían las conversaciones en la noche en el internado. Se levantaban a las cinco de la mañana porque había cuatro filas, y a las 8 de la mañana, tenían que estar en clases.

El primer año fue alumna a prueba y las clases eran de 60 minutos y salían a mediodía y en la tarde entraban a las 14 horas hasta las 18 horas. Cada dos meses se hacían las eliminaciones de las asignaturas. "De los 35 que entramos nos recibimos cinco mujeres y 10 hombres, después de los seis años", destacó.

"Mi objetivo era ser profesora y eso logramos esas cinco mujeres, de ellas ya dos fallecieron. El 2022 nos juntamos y recordamos nuestro paso por la Escuela Normal de Antofagasta. Me recibí en el 1962, de ahí empezó mi vida laboral", enfatizó la profesora.

En Calama buscó trabajo y encontró en la Escuela N° 19. Tenía matriculadas a 50 niñas. "Yo aprendí a trabajar a los 20 años a través de mis apoderadas", dice la normalista, "y trabajé por 45 años como profesora en Calama y San Pedro de Atacama", recordó.


María Farías Vera encontró su vocación a los 10 años en la exoficina Vergara.