"En la pampa el valor de la
Es sabido que la vida de los mineros es difícil. Estos hombres y mujeres arriesgan su integridad y salud en pro de su principal objetivo: extraer desde el corazón de la tierra la materia prima para miles de cosas, impensadas algunas.
En este sentido, la historia del norte está directamente ligada a esta industria.
Una realidad compleja. Más dura aún lo es para un niño de tan sólo seis años, que desde temprana edad rondó en los pirquenes de la Región de Coquimbo.
Ahí, junto a su padre, recorrían la precordillera en busca de aquel sustento para sobrevivir.
En este sentido, la vida de este pequeño no vislumbraba una luz en su futuro, sólo la gris experiencia de verse trabajando desde que tuvo conciencia.
No fue hasta que cumplidos los ocho años, que la tragedia se le puso frente a frente.
Es triste pero, al fallecer su padre, la vida le tenía un nuevo libreto y rol en la historia que estaba a punto de enfrentar.
Fue así como, Carlos Araya Díaz, pedrino de corazón, como el mismo lo reconoce, pero proveniente de Illapel, apreció que el gris presente que vivía, siendo tan sólo un niño, se transformaba en algo y desconocido.
Al respecto, el "Pollo Araya", reconocido futbolista de Pedro de Valdivia, reflexionó sobre su historia de vida.
"Yo no tuve educación hasta que llegué a la oficina salitrera Pedro de Valdivia. Mi padre, pirquinero de oficio, esforzado ser humano, no tuvo oportunidad de estudiar y la vida lo puso a trabajar desde niño, al igual como me tocó a mi", comentó emocionado.
Recuerda que tras la muerte de su progenitor, él no comprendía mucho lo que sucedía. Hasta que un día salió de Illapel con rumbo desconocido.
Así, Carlos Araya llegó a 'Pedro', a casa de unos tíos. Ellos, conscientes de lo que enfrentaba este pequeño, decidieron ofrecerle una nueva oportunidad.
"Mi padre, Atanacio Araya Castillo, un hombre criado en el sacrificio no contó con parámetros para ver la vida de una forma distinta a la que él conoció. Mi destino, hasta mis ocho años era el mismo de mi padre. Sin embargo, como es la vida, fue su partida la que me brindó la oportunidad de ser quien soy ahora", comenta.
¿Qué lo vincula a la pampa?
-No te puedo responder nada distinto a lo que los pampinos anteriores afirman. A la pampa me vincula todo. Absolutamente, todo. Mi niñez era gris, de sudor y esfuerzo. Muy dura y cruda para un niño -que junto a su padre, madre y sus 11 hermanos- no conocían nada más que los cerros y pirquenes de la zona de Illapel. Yo nací el 26 de agosto de 1954 en Illapel, pero la urbanización la veía de vez en cuando solamente.
Al fallecer mi padre, fueron mis tíos, Jorge Toledo Castillo y Herminia Vergara Díaz, quienes vivían en Pedro de Valdivia quienes me cobijaron y se responsabilizaron de mí. Me brindaron la oportunidad de conocer y disfrutar de la felicidad. Si no fuera por ellos, nunca habría podido, si quiera, estudiar.
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¿Algún personaje que marcó su vida en el desierto?
-Aquí me voy a detener. Como siempre he dicho, los agradecimientos y reconocimientos se deben realizar en vida. Me hice el tiempo y cumplí con este precepto. Junto con mis tíos y su familia, hubo quienes sin siquiera conocerme me entregaron cariño, contención y apoyo. Es por eso que, aprovecho esta oportunidad para nuevamente agradecer a mi otra familia pampina, los Álvarez Torres. Don Marcelino Álvarez, un ejemplo de ser humano. Él junto a su señora, Marta Torres, me brindaron la contención que un niño a esa edad requería con urgencia.
¿Cómo sintió ese gesto al ser sólo un niño?
-Simplemente, nunca más me sentí solo. Desde que llegué a la pampa comencé a sonreír. Nunca sentí discriminación alguna. Por el contrario, fueron los pampinos y los niños de la pampa, quienes de ahí en adelante se encargaron de que nunca más la tristeza me inundara. En Pedro de Valdivia fui feliz.
En la pampa conocí el colegio. En la pampa me forjé como ser humano. Sabes, en la pampa era imposible ser mala persona. Era imposible, porque no existía eso. En la pampa aprendí lo que es la solidaridad. Quién lo iba a pensar que, en pleno Desierto de Atacama, el compañerismo me marcaría para siempre. El valor de la palabra tenía peso, no como ahora. La empatía se aprendía día tras día. Los ejemplos a seguir abundaban en todos rincones.
¿Qué extraña de la pampa?
-La pampa para mí, es lo mejor. Esa luz que te muestra el camino correcto por dónde transitar, la tuve siempre conmigo. Es por eso que me enorgullece realzar el nombre de la señora Marta Torres. Ella me brindó el cariño y orientación de madre, que todo niño necesita. Junto con eso me proporcionaron a mis mejores amigos hasta hoy, los hermanos que la vida elegí. Jorge y Marcelo, los quiero mucho, y no me canso de reconocer en ellos y toda su familia todo lo que me brindaron. Por ellos me integré al club Unión Coquimbo y por ellos, vencimos como selección de Pedro de Valdivia a la selección infantil de Argentina en el estadio de la oficina.
palabra tenía su peso, no como ahora. Aprendimos de ejemplos"
Carlos Araya Díaz: