"La pampa es todo para mí y es donde aprendí valores que nunca olvidaré, pese al paso del tiempo"
Nació en la oficina salitrera Pedro de Valdivia el 12 de octubre en 1957. Es secretaria y asistente de la biblioteca del Liceo Mario Bahamonde Silva de Antofagasta.
Elizabeth Villarroel Reyes es de familia pampina, tanto por su padre y madre, ya que nacieron y crecieron en el desierto.
Su papá llegó de la oficina Santa Luisa junto a sus abuelos. Su mamá arribó a los dos años desde Chuquicamata a la oficina Pedro de Valdivia, donde posteriormente tuvo a Elizabeth y otros tres hijos, sus hermanos.
A pesar de vivir en pleno Desierto de Atacama, para Elizabeth Villarroel, el valor del oro blanco, su gente y sus enseñanzas, generaron en ella un aprendizaje irremplazable.
Con cariño recuerda que vivían una vida muy sana, con todas sus necesidades básicas cubiertas: la salud y los remedios eran gratis. No pagaban la luz y el agua.
Asegura que pese que emigró de Pedro de Valdivia a los 12 años, su amor por la pampa persiste hasta la actualidad, porque gracias a la oficina pudo formarse en una comunidad donde primaban valores como la amistad, compañerismo y esfuerzo.
¿Qué significa la pampa para usted?
-La pampa lo es todo para mí, mi lugar, mi arraigo, donde yo nací y me críe. Nosotros somos una familia de padre, madre y cuatro hermanos. Junto a mi familia aprendí y estudié en Pedro de Valdivia toda mi primera infancia, además viví experiencias que quedaron atesoradas en mi corazón. De mi familia, yo soy la más arraigada a ese pasado en la salitrera.
¿Recuerda alguna aventura de esos tiempos?
-En aquellos tiempos, nos divertíamos con actividades muy sanas. Lo que más hacíamos era irnos a columpiar en los recreos a la plaza. La escuela quedaba al frente, así que cruzábamos y pasábamos un buen momento. Esa plaza era muy linda, para mí quedó guardada en mis recuerdos, porque lamentablemente hoy Pedro de Valdivia está destruido, pero yo lo recuerdo como era en su esplendor. Nosotros hacíamos una pelota con calcetines, jugábamos a la chaya en el verano, a la escondida, y a los volantines en septiembre, porque todas esas fiestas eran importantes en la salitrera.
A mí me encantaban los desfiles, porque cuando terminaban, nos entregaban un cocaví que consistía en una bolsa que traía fruta y jugo. Luego nos llevaban a pasear y a jugar por la plaza. En realidad, fuimos muy felices.
¿Alguna anécdota vivida en la salitrera?
-Una de las anécdotas para recordar fue cuando fui al cine por primera vez a los seis años. El boletero me hizo leer la entrada, porque no creía que yo sabía leer y para entrar al cine era necesario saber leer. Fui una niña muy adelantada y también sabía leer la hora. En esos tiempos, todo se centraba en estudiar.
¿Qué personaje recuerda de Pedro de Valdivia?
-En esa época me llamaba la atención, la vocación de los profesores que venían de otras regiones para enseñarnos. Nos daban una muy buena educación. Mi profesora jefa se llamaba Delia Carvallo. Ella venía de Iquique, llegó primero a la oficina Vergara y luego a nuestro curso. Yo fui alumna adelantada, porque me pasaron a tercero con solo seis años, pero eso era porque estudiábamos mucho y había un profesor que nos iba a enseñar a la casa.
¿Qué marcaron sus años en la pampa?
-Los padres daban todo por los hijos, por eso tengo recuerdos hermosos. Hacían los regalos de Navidad con sus manos. Mi padre era tornero y me hizo un comedor de metal para mis muñecas y a mi hermano le hizo un camión tolva y un 'tacataca' grande de metal. Trabajaba en ello en sus tiempos libres. Por eso, valorábamos el trabajo de nuestros padres.
Cuando me vine a Antofagasta, no me acostumbraba, porque extrañaba la oficina. Para preservar nuestras costumbres, formamos el Centro de Hijos de Pedro de Valdivia, para que no se perdiera esta historia. Llevo 30 años en esa institución con mucho cariño, luché para que se lograra hacer un monumento en la oficina. Lamentablemente ya está todo destrozado, pero nuestro amor por 'Pedro' sigue intacto y preserva este hermoso lugar en nuestras memorias.
¿Qué hacían en sus vacaciones en la oficina?
-En las vacaciones de verano, íbamos a la piscina, al festival de la voz y pesar de estar distanciados teníamos todos los shows de moda. Había una buena alimentación y nos llegaba muy buena ropa, todo de primera calidad. La verdad, la empresa se preocupó mucho de eso. A pesar de que no se ganaba mucho, la plata alcanzaba.
Cuando nos vinimos a Antofagasta nos costó mucho acostumbrarnos, sobre todo a mis padres, porque allá se hacían habitualmente bailes, para el 21 de mayo, para el 18 de septiembre, para el Año Nuevo, con orquesta traída por la empresa. También se fomentaba mucho el deporte, se hacían muchas actividades en nuestra pampa.
Elizabeth Villarroel Reyes: