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Descubren las fuerzas ocultas que elevan los continentes y generan mesetas y acantilados

REINO UNIDO. Científicos aclaran uno de los mayores enigmas de la tectónica de placas. Equipo examinó movimientos durante cientos de millones de años.
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Efe

Un equipo internacional de científicos descubrió cómo y por qué partes estables de los continentes se elevan gradualmente para formar accidentes topográficos como los acantilados o las mesetas, que influyen profundamente en el clima y la biodiversidad.

Los investigadores, liderados por la Universidad británica de Southampton, aclaran una de las cuestiones más enigmáticas de la tectónica de placas al descubrir que cuando las placas tectónicas se separan, se desencadenan poderosas ondas en las profundidades de la Tierra que pueden hacer que las superficies continentales se eleven más de un kilómetro.

Para el estudio, cuyos resultados se publican en la revista Nature, el equipo examinó los efectos de las fuerzas tectónicas globales sobre el paisaje durante cientos de millones de años.

Desde hace tiempo se sospechaba que los accidentes topográficos escarpados de kilómetros de altura -como la falla que rodea Sudáfrica, denominada Gran Escarpa- se forman cuando los continentes se fracturan y acaban separándose, pero no acertaban a explicar por qué.

Para averiguarlo, los autores analizaron los movimientos verticales de las partes estables de los continentes, llamados cratones (las partes más antiguas de los continentes que no han sufrido fragmentaciones ni deformaciones), que son uno de los aspectos menos comprendidos de la tectónica de placas.

El estudio del equipo aporta pruebas y una nueva explicación a los desconcertantes movimientos verticales de los cratones lejos de los bordes de los continentes -donde es más habitual-, y que se desplazan cientos o incluso miles de kilómetros tierra adentro hasta formar regiones elevadas tan conocidas como la Meseta Central de Sudáfrica.

Evolución del paisaje

Con la ayuda de modelos informáticos y métodos estadísticos para analizar cómo ha respondido la superficie terrestre a la desintegración de las placas continentales a lo largo del tiempo, el equipo descubrió que cuando los continentes se separan, el estiramiento de la corteza continental provoca unas ondas que agitan el manto terrestre (entre la corteza y el núcleo).

Mediante simulaciones para estudiar cómo se desarrolla el proceso, descubrieron que la velocidad de las "ondas" del manto que se mueven bajo los continentes coincide con los principales fenómenos de erosión que barrieron el paisaje del sur de África tras la desintegración del antiguo supercontinente Gondwana.

Partiendo de esta base, el equipo modeló cómo responden los paisajes a esta elevación impulsada por el manto y descubrieron que las inestabilidades migratorias del manto dan lugar a una ola de erosión superficial que dura decenas de millones de años y se desplaza por el continente a una velocidad similar.

Esta intensa erosión elimina un enorme peso de roca que hace que la superficie terrestre se eleve aún más, formando mesetas elevadas.

"Nuestros modelos de evolución del paisaje muestran cómo una secuencia de acontecimientos ligados a este proceso puede dar lugar tanto a una escarpa como a una meseta estable y plana, aunque se haya erosionado una capa de varios miles de metros de rocas", explica Jean Braun, catedrático en la Universidad de Potsdam, Alemania.

Ascenso de diamantes

El equipo llegó a la conclusión de que la misma cadena de perturbaciones del manto que provoca el rápido ascenso de los diamantes desde las profundidades del interior de la Tierra, también configura de manera fundamental los paisajes continentales, y repercute en los climas regionales, la biodiversidad o las pautas de asentamiento humano.

"La ruptura continental perturba no sólo las capas profundas de la Tierra, sino que también tiene efectos que repercuten en la superficie de los continentes, antes considerados estables", concluye Tom Gernon, catedrático en Southampton y autor principal del estudio.

Descubren las fuerzas ocultas que elevan los continentes y generan mesetas y acantilados

REINO UNIDO. Científicos aclaran uno de los mayores enigmas de la tectónica de placas. Equipo examinó movimientos durante cientos de millones de años.
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Efe

Un equipo internacional de científicos descubrió cómo y por qué partes estables de los continentes se elevan gradualmente para formar accidentes topográficos como los acantilados o las mesetas, que influyen profundamente en el clima y la biodiversidad.

Los investigadores, liderados por la Universidad británica de Southampton, aclaran una de las cuestiones más enigmáticas de la tectónica de placas al descubrir que cuando las placas tectónicas se separan, se desencadenan poderosas ondas en las profundidades de la Tierra que pueden hacer que las superficies continentales se eleven más de un kilómetro.

Para el estudio, cuyos resultados se publican en la revista Nature, el equipo examinó los efectos de las fuerzas tectónicas globales sobre el paisaje durante cientos de millones de años.

Desde hace tiempo se sospechaba que los accidentes topográficos escarpados de kilómetros de altura -como la falla que rodea Sudáfrica, denominada Gran Escarpa- se forman cuando los continentes se fracturan y acaban separándose, pero no acertaban a explicar por qué.

Para averiguarlo, los autores analizaron los movimientos verticales de las partes estables de los continentes, llamados cratones (las partes más antiguas de los continentes que no han sufrido fragmentaciones ni deformaciones), que son uno de los aspectos menos comprendidos de la tectónica de placas.

El estudio del equipo aporta pruebas y una nueva explicación a los desconcertantes movimientos verticales de los cratones lejos de los bordes de los continentes -donde es más habitual-, y que se desplazan cientos o incluso miles de kilómetros tierra adentro hasta formar regiones elevadas tan conocidas como la Meseta Central de Sudáfrica.

Evolución del paisaje

Con la ayuda de modelos informáticos y métodos estadísticos para analizar cómo ha respondido la superficie terrestre a la desintegración de las placas continentales a lo largo del tiempo, el equipo descubrió que cuando los continentes se separan, el estiramiento de la corteza continental provoca unas ondas que agitan el manto terrestre (entre la corteza y el núcleo).

Mediante simulaciones para estudiar cómo se desarrolla el proceso, descubrieron que la velocidad de las "ondas" del manto que se mueven bajo los continentes coincide con los principales fenómenos de erosión que barrieron el paisaje del sur de África tras la desintegración del antiguo supercontinente Gondwana.

Partiendo de esta base, el equipo modeló cómo responden los paisajes a esta elevación impulsada por el manto y descubrieron que las inestabilidades migratorias del manto dan lugar a una ola de erosión superficial que dura decenas de millones de años y se desplaza por el continente a una velocidad similar.

Esta intensa erosión elimina un enorme peso de roca que hace que la superficie terrestre se eleve aún más, formando mesetas elevadas.

"Nuestros modelos de evolución del paisaje muestran cómo una secuencia de acontecimientos ligados a este proceso puede dar lugar tanto a una escarpa como a una meseta estable y plana, aunque se haya erosionado una capa de varios miles de metros de rocas", explica Jean Braun, catedrático en la Universidad de Potsdam, Alemania.

Ascenso de diamantes

El equipo llegó a la conclusión de que la misma cadena de perturbaciones del manto que provoca el rápido ascenso de los diamantes desde las profundidades del interior de la Tierra, también configura de manera fundamental los paisajes continentales, y repercute en los climas regionales, la biodiversidad o las pautas de asentamiento humano.

"La ruptura continental perturba no sólo las capas profundas de la Tierra, sino que también tiene efectos que repercuten en la superficie de los continentes, antes considerados estables", concluye Tom Gernon, catedrático en Southampton y autor principal del estudio.

La mayoría de los índices de "olas de calor" no reflejan su gravedad, creen científicos

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Un equipo internacional de investigadores estudió datos climáticos de varios países y concluyó que los índices que determinan la declaración de "ola de calor" no reflejan en la mayoría de los casos la gravedad del problema y los riesgos que representa.

A pesar de que el cambio climático está causando olas de calor cada vez más frecuentes y graves, no existe una forma estándar y global de medir esos fenómenos, y los índices existentes tienen distintos umbrales para definir las condiciones peligrosas de estrés térmico, según los investigadores, que publican su trabajo en la revista "Nexus".

Cinco de los seis índices de olas de calor existentes fueron incapaces de reflejar la gravedad y la distribución espacial de recientes olas de calor mortales en India (2023), España y EE.UU. (2022), y un sexto índice -el de estrés térmico letal- era más capaz de identificar condiciones peligrosas de estrés térmico, sobre todo en regiones de baja humedad.

"Descubrimos que algunos índices existentes pueden no ser apropiados para todas las regiones geográficas y condiciones climáticas", señala el investigador principal, Qihao Weng, de la Universidad Politécnica de Hong Kong, y subraya la importancia de que las comunidades científicas, los responsables de salud pública y las autoridades políticas se unan y reconsideren los índices existentes.

En la actualidad, los países de todo el mundo tienen diferentes formas de medir y definir las olas de calor, pero no está claro cuál de estos métodos es más eficaz ni cómo influyen en su rendimiento las condiciones climáticas de fondo, observan los investigadores, y precisan que algunas de esas métricas se basan exclusivamente en la temperatura máxima del aire, mientras que otras incluyen factores como la radiación, el viento y, sobre todo, la humedad.

Incluso con 28 grados

"Incluso en condiciones de temperatura relativamente baja, si la humedad es alta, puede seguir siendo peligroso para las personas con problemas de salud", advierte Weng, y detalla que en condiciones húmedas, incluso a 28 grados, se pueden provocar golpes de calor.

En todos los casos estudiados se descubrió que un método, el "índice de estrés térmico letal", superaba a los demás, ya que podía diferenciar entre las zonas afectadas o no por el estrés térmico extremo y determinar con precisión en qué días se producían estas condiciones de calor más peligrosas.

El "índice de estrés térmico letal" es una métrica basada en la temperatura y la humedad para identificar las condiciones que pueden provocar la muerte humana (a diferencia de otros índices que utilizan puntos finales como "peligro extremo" e "insolación inminente")..

La mayoría de los índices de "olas de calor" no reflejan su gravedad, creen científicos

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Un equipo internacional de investigadores estudió datos climáticos de varios países y concluyó que los índices que determinan la declaración de "ola de calor" no reflejan en la mayoría de los casos la gravedad del problema y los riesgos que representa.

A pesar de que el cambio climático está causando olas de calor cada vez más frecuentes y graves, no existe una forma estándar y global de medir esos fenómenos, y los índices existentes tienen distintos umbrales para definir las condiciones peligrosas de estrés térmico, según los investigadores, que publican su trabajo en la revista "Nexus".

Cinco de los seis índices de olas de calor existentes fueron incapaces de reflejar la gravedad y la distribución espacial de recientes olas de calor mortales en India (2023), España y EE.UU. (2022), y un sexto índice -el de estrés térmico letal- era más capaz de identificar condiciones peligrosas de estrés térmico, sobre todo en regiones de baja humedad.

"Descubrimos que algunos índices existentes pueden no ser apropiados para todas las regiones geográficas y condiciones climáticas", señala el investigador principal, Qihao Weng, de la Universidad Politécnica de Hong Kong, y subraya la importancia de que las comunidades científicas, los responsables de salud pública y las autoridades políticas se unan y reconsideren los índices existentes.

En la actualidad, los países de todo el mundo tienen diferentes formas de medir y definir las olas de calor, pero no está claro cuál de estos métodos es más eficaz ni cómo influyen en su rendimiento las condiciones climáticas de fondo, observan los investigadores, y precisan que algunas de esas métricas se basan exclusivamente en la temperatura máxima del aire, mientras que otras incluyen factores como la radiación, el viento y, sobre todo, la humedad.

Incluso con 28 grados

"Incluso en condiciones de temperatura relativamente baja, si la humedad es alta, puede seguir siendo peligroso para las personas con problemas de salud", advierte Weng, y detalla que en condiciones húmedas, incluso a 28 grados, se pueden provocar golpes de calor.

En todos los casos estudiados se descubrió que un método, el "índice de estrés térmico letal", superaba a los demás, ya que podía diferenciar entre las zonas afectadas o no por el estrés térmico extremo y determinar con precisión en qué días se producían estas condiciones de calor más peligrosas.

El "índice de estrés térmico letal" es una métrica basada en la temperatura y la humedad para identificar las condiciones que pueden provocar la muerte humana (a diferencia de otros índices que utilizan puntos finales como "peligro extremo" e "insolación inminente")..