"Pese a las diferencias salariales, cargos o casas, todos formábamos una familia en la pampa"
El sol envuelve una fría tarde de julio en las costas de la Región de Antofagasta. Muchos dirán, sol de invierno, y otros, inofensivo en esta época.
Pues bien, el astro rey, junto a su amiga, casi inalcanzable, la luna, son mudos testigos de las historias de miles de pampinos. Estos chilenos y chilenas que en los siglos XIX y dos tercios del XX enfrentaron y domaron al implacable Desierto de Atacama.
Una de las protagonistas de aquellas historias de la pampa es una mujer nacida en María Elena.
La vida de Marta Cayo Morales está íntima y emocionalmente ligada con el desierto y aquel puñado de personas que sacrificaron sus vidas por brindar un mejor futuro para su gente.
Marta nació el 12 de mayo de 1956 en la oficina salitrera de María Elena. Las primeras etapas de su vida tuvo el privilegio de disfrutarlas en el desierto más árido y seco del mundo, específicamente en la exoficina salitrera José Francisco Vergara.
Hija de dos emblemáticos personajes de aquel campamento salitrero. Su padre, Manuel Cayo Palacios, el chofer de la ambulancia de aquel asentamiento y el técnico de artefactos eléctricos de la época en Vergara.
Su madre Martina Morales Torrejón fue costurera y una de las responsables de la pulcra apariencia de los habitantes del desierto.
Uno de los aspectos que más resaltan en esta pampina es su vocación social. Por estas razones, el destino y la congregación religiosa a la que pertenece, la Compañía del Divino Maestro, desde 2021 está radicada en Buenos Aires, Argentina.
Por estos días, regresó a su querida y añorada pampa. Llegó al país para asistir a la festividad de la Virgen de La Tirana y así volver a nutrir su corazón y su ser con el cálido recuerdo de sus historias, historias pampinas.
Es así que para esta ingeniera de ejecución en Electrónica de profesión y religiosa por vocación, no sería quien es hoy, si no fuese por los valores adquiridos en la exoficina José Francisco Vergara.
¿Qué la vincula a la pampa?
-Te diré algo. Esta simple pregunta guarda tras sí una respuesta, que más que una respuesta, es un cúmulo de emociones que afloran y erizan la piel de todo aquel tiempo que viví, crecí y me eduqué en medio del desierto. En mi caso, por circunstancias de la vida, nací en María Elena, porque yo debí nacer en Vergara. Al no contar con maternidad, mi madre tuvo que trasladarse hacia la vecina oficina. Aclaro, me siento pampina de corazón y vergarina del alma. La pampa me cobijó y enseñó muchas cosas, que a lo largo de la vida, han hecho de mí una mejor persona. Una que, gracias mi formación familiar y a los valores adquiridos de todas y cada una de aquellas personas que conviví en el desierto, específicamente en Jose Francisco Vergara, no dudó por ningún momento destinar mi vida para ayudar y proteger al prójimo.
¿Qué aspectos recuerda con especial cariño de su vida en José Francisco Vergara?
-En Vergara, pese a las diferencias salariales, cargos o casas donde se habitaba, todos formábamos una familia. Una linda y gran familia. Todos preocupados por todos. Si alguien sufría algún percance, desde el más alto cargo al obrero, todos aportaban para salir adelante. La empatía, un valor que por estos días parece como algo añorado. La lealtad, era fundamental en todos los pampinos. La unión hacía la fuerza y así todos juntos, trabajando en equipo, salíamos adelante. La confianza no era demasiado difícil de practicar: era inherente a los pampinos. La amistad, el valorar la amistad sin ningún interés.
¿Algún personaje que recuerda de aquellos años?
-Mi padre. Te comentaré algo. A mí papá la gente lo quería, apreciaba y estimaba. Él, por su parte, no se quedaba de brazos cruzados y retribuía, de alguna u otra forma, ese cariño. De personalidad introvertido, de alma caritativa, nació en Pica. Un hecho que me enorgullece mucho de mi padre fue que ambos terminamos nuestra escolaridad básica el mismo año. Autodidacta de la vida, me enseñó que si alguien se propone algo, debe cumplirlo. Mi padre se propuso terminar su escolaridad y lo hicimos juntos: él por correspondencia y yo como alumna regular. Yo soy ingeniera en ejecución en Electrónica, y creo que eso también es responsabilidad de mi papá. Junto con ser el chofer de la ambulancia, fue el técnico que reparaba las radios a tubo de Vergara. Todos llegaban a él para solucionar ese inconveniente.
¿Qué otro recuerdo quisiera compartir?
-Otro aspecto relevante en mi vida, y que no me gustaría dejar en el olvido, son 'Las Chispitas', agrupación que formamos con un grupo de amigas una tarde de campamento scout, pero que se transformó con el pasar del tiempo en número obligado en cuanta actividad social se desarrollara en José Francisco Vergara. 'Las Chispitas' aún estamos en contacto.
Marta Cayo Morales: