¿Qué le pasa al PC?
Es sorprendente, o quizá no tanto, lo que ocurre al Partido Comunista. Primero fue la destemplada, y levemente ridícula, puesta en escena a propósito del despido de Juan Andrés Lagos, luego la defensa del alcalde Jadue erigido en preso político y ahora la reacción henchida de molestia por los allanamientos en la Villa Francia.
¿A qué puede deberse esta actitud?
Suele pensarse que tras este tipo de reacciones existe, de parte del PC, una conducta estratégica, un cálculo cuidadoso, una verdadera jugada de ajedrez cuyo objetivo final se mantendría cuidadosamente oculto. El PC, de acuerdo con esa imagen, poseería una racionalidad subyacente, una cuidadosa actitud de ocultamiento de sus objetivos que harían aparecer su conducta como falta de mesura, cuando en realidad obedecería al frío cálculo.
Pero lo más verosímil es que no, que este tipo de actitudes no se deban a la racionalidad política que los haría considerar a cualquier aliado como un simple compañero de ruta, alguien a quien se acompaña mientras no se desvíe del único camino que el partido ha señalado y que, por eso, debe estimarse correcto.
No, lo más probable es que no sea eso.
Lo más probable es que estemos en presencia de lo que un psicoanalista -si el PC fuera una persona- llamaría fijación. Freud llamaba fijación a la actitud inconsciente de quedar atado o adherido a objetos del pasado y a ciertas formas de experiencia que vuelven una y otra vez de manera que cualquier cosa actual despierta lo que entonces se vivió ¿Por qué podría ocurrir algo así? Una de las respuestas que suele explorarse en la literatura, es que el sujeto que experimenta la fijación encuentra alguna forma de satisfacción en ciertos objetos del pasado a los que, por eso, inconscientemente, se aferra.
De acuerdo a esa hipótesis, lo que ocurriría al PC es que en esta época deslavada de ideología, o donde la ideología ya no entusiasma, o donde ya nadie lee las fuentes de las que ella emanaba, o si las lee ya no entusiasman o entusiasman apenas como si fueran una ficción, el partido y algunos de sus integrantes, en especial los más viejos, encuentran en su condición de luchadores perseguidos y acosados, de víctimas más o menos heroicas, una experiencia compensatoria de la realidad de hoy, una realidad yerma donde ellos, lo saben para sus adentros, tienen poco y nada que decir. Por supuesto, el PC y algunos de sus miembros han sido víctimas y han sido perseguidas -especialmente en la dictadura -quién podría negarlo sin mentir- y también es cierto que resistieron la violencia cuando no parecía haber otro camino. Todo eso es cierto. El problema es que el PC parece haber retrotraído y a la vez reducido su identidad a esa memoria y a esa experiencia, como si se hubiera fijado en ella (fijado en el sentido psicoanalítico) y entonces cualquier experiencia actual quedara empapada con esa experiencia recordada. Esto es lo que explicaría que el despido de Juan Andrés Lagos sea visto como un signo poco menos que de macartismo, la prisión de Jadue como una persecución política y el allanamiento a Villa Francia como una agresión a la clase trabajadora de la que el partido sería, por supuesto, una conciencia esclarecida. Y todo sumado simplemente como anticomunismo.
No hay duda es la fijación el problema.
Es como si el Frente Amplio tuviera conciencia redentora y el Partido Comunista, o sus miembros más viejos para ser justos, tuvieran una conciencia desdichada y vivieran atrapados en la experiencia de ser perseguidos como si la experiencia pasada de esa desdicha les permitiera, paradójicamente, compensar la pérdida de entusiasmo que, incluso sus miembros, experimentan hoy con sus ideas.