Alberto Rodríguez: desde Bolivia
Variada era la nacionalidad de alumnos a fines de los 60 en la Universidad del Norte. La ciudad se había convertido en una Babel de jóvenes del cono sur de América Latina, y más allá, porque ocurría algo similar en las Universidades de Chile y Técnica del Estado, las sedes estatales del sector norte y centro de la urbe, lo que permitía mencionarla efectivamente como Ciudad Universitaria.
Alumnos de Perú, Bolivia, Brasil, Haití, República Dominicana, Colombia, Venezuela, Ecuador, México y otras naciones, se habían interesado en cursar las diferentes carreras de amplio panorama del conocimiento.
Un joven silencioso ubicado casi en el rincón izquierdo de esa histórica sala esquina del pabellón B de Periodismo, observaba y escuchaba a su entorno. Era el alumno de Bolivia, Alberto Rodríguez.
Hablaba de manera individual, no colectiva. Me consultó, debido a la cercanía de asientos, si sabía de algún alojamiento. Le señalé que en la residencia estudiantil de General Velázquez con avenida Brasil, podría ser. Habría que hablar con Heriberto Arancibia, exempleado mercante, el encargado.
Arancibia, observó con detención a Rodríguez, demostrando alguna contrariedad contra los bolivianos.
Mandíbula cuadrada y pelo corto ostentaba Rodríguez. Intervenía poco en clases. Más observaba y tomaba nota. Lorenzo Reyes, me comentó: "Tiene facha de milico, este compadre". "Sí, pero los milicos tienen derecho a estudiar", le respondí.
Los profesores visitantes eran varios, invitados por el director Velasco: Hans Kulka, de fotografía, con su gran máquina fotográfica; Juan Enrique Lira, planificador fotográfico, (captó imágenes con La Moneda destrozada); Mario Carneyro, director de "La Segunda", (y sus portadas de los primeros días del golpe); Fernando Léniz, dictó un seminario sobre diario estándar (ministro de Hacienda de Pinochet).
Rodríguez lo captaba todo, con asombro, me decía. Le agradaba Antofagasta. Sobre todo, el mar.
Las clases comenzaban a las 8 de la mañana, pero Rodríguez estaba en pie a las 6. Surgía trotando por el pasillo de la casona en pantalón corto. Cruzaba la avenida Brasil, hasta llegar al mar.
Allí se sumergía en las aguas, entre roqueríos. Trotando, retornaba al pensionado. Era el ritual diario del alumno Alberto Rodríguez, de Bolivia.
Osman Cortés Argandoña
Periodista- Escritor