De Yalquincha a los Panamericanos: la subespecie de Fiu que habita en el Río Loa
MEDIOAMBIENTE. Ser un símbolo lo convierte en un foco de atención que puede ser perjudicial para él y los conflictos que atraviesa el ecosistema que habita en la región.
No cabe duda que Fiu, mascota de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Santiago 2023, fue una revelación del evento en el que se agotaron sus peluches y merchandising en las primeras semanas. Un verdadero acierto tras haber superado por votación a un piñón (Pewü), un lagarto (Chitama), un pingüino (Juanchi) y un puma (Santi), haciendo énfasis en que "mis colores representan la diversidad de los seres humanos y sobre todo a los deportistas. Ser pequeño no es dificultad para dar mi mayor esfuerzo. Al igual que los deportistas, todos los días son un gran desafío".
Su vuelo está presente en el sur de Sudamérica con cuatro subespecies, o razas geográficas, y una de ellas se encuentra en el río Loa de la región de Antofagasta, donde habita el "Siete Colores loaensis" que la revista La Chiricoca ubica en la confluencia de los ríos Loa y San Salvador con un registro de 1943 y describe su distribución alopátrica por el Loa, desde otros afluentes como el río Salado, hasta la desembocadura en el límite regional.
Con un largo de aproximadamente 10 centímetros el Tachuris Rubrigastra Loaensis es un poco más pequeño y menos robusto que la especie Tachuris rubrigasta también presente en el sur de Chile. Presenta rayas de la cabeza amarillentas algo verdosas, blanco de la garganta más extenso, el centro del cuello y pecho amarillento y su abdomen blanquecino.
Los "Fiu loínos" han sido avistados últimamente en el sector Yalquincha de Calama, donde Gilmar Ramírez, médico del Hospital Dr. Carlos Cisternas e investigador asociado del Museo de Historia Natural de Calama, fotografió a uno y considera que su popularidad ha visibilizado problemas ambientales de los lugares que habita, como sucede en El Loa con la construcción de un puente, donde vive junto a otra ave llamada "Trabajador en los Juncos", en el sector de Yalquincha, donde hay patos, taguas y aves migratorias.
Para lograr la fotografía Ramírez debió adentrarse bastante hacia la cordillera, pasando por una zona "asfixiada" por la cantidad de construcciones y empresas que rodean la ribera.
"Hay que entender que forman parte de un sistema, que no solamente son estos dos pajaritos que he nombrado, sino que están varios otros insectos, reptiles, anfibios, peces que coexisten, que forman un sistema que es bastante frágil y que todos estamos llamados a cuidarlo", dijo Ramírez.
Frágil hábitat
Amalia Bautista, presidenta de la Comunidad Indígena Yalquincha "Lickan Ichai Paatcha", relató que el canto del Siete Colores es como de un martilleo, cuya existencia se enlaza al río que se ve amenazado por la contaminación y proyectos viales que perjudican su hábitat.
"Las aves son muy importantes en el mundo andino, como toda la patta hoiri. Se ha documentado que el "Picaflor de la Gente" era una especie sagrada en toda la región antiguamente. Además, las aves se vinculan a la puri, el agua, que es sagrada para la comunidad lickanantay", explicó Bautista.
Carlos Guerra, biólogo y director del Centro Regional de Estudios y Educación Ambiental (CREA) de la UA explicó que el ave se alimenta de insectos y larvas. Considera que en Yalquincha la comunidad presente es baja, pero permanente.
Guerra afirma que otro grupo que detectaron vive es en la confluencia del San Salvador con el Loa, en un balneario cerca de María Elena. "Lo más probable es que se muevan por el río, pero se juntan o prefieren estos ambientes que se dan, tanto como Yalquincha, como allá abajo en Coya", mencionó Guerra, quien recalcó el llamado a no generar una demanda por ver y tener al popular ave en sus casas.