La Comisión Experta ha culminado la etapa de revisión del proyecto de constitución elaborado por el Consejo Constitucional. Durante el transcurso de esta semana, los medios fueron entregando noticias alentadoras respecto de las conversaciones que se desarrollaban al interior de la Comisión y entre las directivas de diversas fuerzas políticas, en busca de propuestas de normas que generasen amplios consensos. Sin embargo, hoy puede constatarse que tanto el oficialismo como la oposición formulan declaraciones de recriminación mutua, en que se acusa al otro sector de impedir alcanzar aquellos consensos. Como se comprenderá, la situación no es muy presentable, y cuesta entender por qué se ha llegado a ella.
En efecto, y como señaló con acierto la Comisión de Venecia (CdeV) en su reciente informe sobre el proceso constitucional en curso, resulta fundamental que la elaboración de una constitución refleje amplios acuerdos sobre principios e instituciones constitucionales básicas, y evitar soluciones maximalistas. Desde este punto de vista, parece que no puede ponerse en duda que el documento que se está redactando ha respetado las doce bases constitucionales acordadas en el Acuerdo por Chile y plasmadas en el art. 154 de la Constitución, lo que de alguna manera refleja que, al menos tácitamente, existe un acuerdo en que la estructura del proyecto se ajusta a dichas bases. Además, la propia (CdeV) validó en su informe la forma en que se han ido concretando temas relevantes como el rango de los tratados internacionales, la fijación de un umbral electoral para evitar la fragmentación de la representación política, el control de constitucionalidad, la paridad y el no menos importante aspecto de la plena compatibilidad entre subsidiariedad y Estado Social.
Entonces, ¿dónde están los problemas que parecen mantener al oficialismo y la oposición en trincheras? Ya dijimos que el proyecto no se aparta de aquellos acuerdos básicos del art. 154. Por eso es probable que aquellos problemas se relacionan primeramente más con no seguir la segunda recomendación de la CdeV, es decir, la necesidad de huir de soluciones normativas maximalistas. Y en esto oficialismo y oposición han tenido una actitud que no se ajusta a lo señalado por este prestigioso organismo consultivo. Desde el mundo académico percibo que en ambos sectores han primado actitudes poco generosas, que han llevado a unos y otros a olvidar que la importante tarea de redactar una constitución debe hacerse desde la humildad y la generosidad, y con un sólido apoyo técnico.
La humildad debe llevar a unos a entender que se debe ser magnánimo en el triunfo y cuando se es mayoría, y a los otros a reconocer la derrota y a asumir con generosidad los errores que condujeron a ella. Este ejercicio debería facilitar la búsqueda de soluciones a los desacuerdos, que, reitero, no están en los elementos estructurales del sistema constitucional, sino que en los detalles que conducen a los maximalismos de uno y de otro sector (y el diablo está en los detalles). La revisión de muchísimas de las observaciones presentadas por separado por grupos de expertos de ambos sectores, muestran que en realidad hay propuestas que son casi idénticas, y que, con un poco de generosidad, buena voluntad y el debido soporte técnico, podrían alcanzarse buenas soluciones normativas.
Pero va quedando menos tiempo. Por eso el mundo político en su conjunto debería abocarse a la tarea de abrirse de verdad a un diálogo humilde y generoso, que permita identificar los muchísimos espacios en los que se observa la posibilidad de concordar normas que hoy aparecen presentadas por separado, y en los que las diferencias son de verdad menores.
Aún es posible que oficialismo y oposición le ofrezcan a la patria una nueva y buena Constitución.
Profesor de Derecho Constitucional
Investigador de POLIS, Observatorio constitucional de la Universidad de los Andes