Columna
¿Hacia dónde va el proceso constituyente?
Es propio de los actores políticos orientar sus decisiones en función de la próxima elección. Aunque no es imposible que ocurra lo contrario, lo lógico es que todo actor político tome una decisión importante pensando en el rendimiento electoral que le traerá, decidiéndose por la alternativa que maximice el caudal de votos o que, al menos, conlleve los menores costos electorales. La disyuntiva que como un fantasma parece rondar en el ambiente político nacional es qué hacer con el proceso constitucional, que está a pocas semanas de concluir. Ante los resultados de diversas encuestas que muestran a la mayoría de la ciudadanía inclinada por la opción en contra al texto que propongan los consejeros en poco más de un mes, la pregunta es si vale la pena hacer campaña por la opción "a favor".
Hay dos escenarios posibles. El primero es que, para todos los actores, tanto los involucrados en el origen de este proceso -quienes por convicción o por resignación suscribieron el acuerdo del 12 de diciembre pasado- como para quienes se opusieron a él -el Partido Republicano, que paradójicamente fue puesto por la soberanía popular a la cabeza del Consejo Constitucional-, lo más razonable sería que no haya una propuesta a ser plebiscitada en diciembre próximo. Es decir, que el Consejo Constitucional no llegue a acuerdo y no se presente un texto en noviembre. Si el rechazo de la ciudadanía a la propuesta constitucional (antes incluso de que exista tal propuesta) no cede en las encuestas, ¿qué sentido tendría hacer campaña por la opción "a favor"?
Para el oficialismo, el incentivo para dar por fracasado el proceso es muy alto. Están en minoría en el Consejo, y a pesar de que con sus votos se han aprobado gran parte de las normas (un estudio del CEP mostró que el 42% de lo votado en el pleno del Consejo Constitucional ha sido por unanimidad), optó por una estrategia que combina el asombro, la indignación y la denuncia, perdiendo así la capacidad de persuadir a los consejeros de Chile Vamos. Además, a estas alturas puede ser más tentador empujar a la derecha y centroderecha a una derrota electoral. En efecto, para estos últimos, liderar una difícil e incierta campaña a favor de un texto constitucional redactado a la medida de sus idearios para finalmente perder el plebiscito de diciembre redundaría en un fracaso difícil de soslayar. Por tanto, el mejor escenario es también, para la derecha, que no haya plebiscito. La clave para viabilizar este escenario la tiene la Comisión de Expertos, quienes deberán revisar y hacer observaciones a lo aprobado por el Consejo. Si los comisionados desdibujan lo aprobado, los consejeros de oposición podrían tener motivos para rechazar. En todo caso, no parece haber disposición entre los comisionados para proponer cambios importantes al texto que emane del Consejo. Por tanto, es más probable que contemos con una propuesta constitucional a ser plebiscitada. Esta sería una buena noticia para la salud de la democracia.
El segundo escenario es uno en que la derecha y centroderecha se la juegan con fuerza para ganar el plebiscito de diciembre próximo con un texto que refleja sus ideas. Para hacer plausible el éxito de la campaña, el texto propuesto debe contener elementos con alto rendimiento electoral y desplegar una campaña muy adversarial. Hay buenas razones para creer que esta es la estrategia que ya está desplegando el Partido Republicano. A su negativa por no dejar caer el fin del pago de contribuciones o la inexpropiabilidad de los fondos de pensiones se suma la reciente declaración de José Antonio Kast: "si el PC y el FA están en contra, vamos por buen camino". En este segundo escenario, la estrategia de campaña de la derecha y centroderecha sería vincular la opción a favor como un rechazo al gobierno y a aquello que representa. Es probable entonces que la confrontación política se incremente, acentuándose la ya alta polarización de nuestras elites. Este segundo escenario viabiliza una opción política, pero daña la convivencia política general del país.
No se trata de escenarios alentadores. Aún existen caminos intermedios. Esta semana se ha visto una mayor presencia de los partidos políticos y de sus líderes, con exigencias para "enmendar el rumbo" y alcanzar acuerdos "desde el PC hasta Republicanos". No es claro si estos llamados se concretarán finalmente, pero urge intentarlo. De lo contrario, podemos terminar con un proceso de cambio constitucional que culmina súbitamente o con una campaña extremadamente polarizada.