Secciones

Karina Sánchez, de una cárcel en Chile al Festival de Venecia: "Las reclusas no somos salvajes"

MOSTRA. Exreclusa protagoniza "Malqueridas", que compite en una sección paralela.
E-mail Compartir

Efe

Karina Sánchez pasó seis años en la cárcel por narcotráfico, separada de sus dos hijos, pero su vida dio un giro inesperado al llegar al Festival de Venecia como protagonista de un documental sobre la maternidad entre rejas de título premonitorio, "Malqueridas": "Quiero representar a las que siguen dentro. No somos salvajes", sostiene.

"Siento orgullo y emoción. Quiero representar a todas las mujeres que están dentro. Muchas perdieron hijos en su etapa en la cárcel o no estuvieron para apoyarlos en momentos cruciales", confiesa a Efe.

"Malqueridas", de la realizadora chilena Tana Gilbert y en competencia en la Semana Internacional de la Crítica, es una historia de mujeres y madres presas en nuestro paíse rodada exclusivamente con fotos y videos que ellas mismas tomaron con sus teléfonos, en teoría prohibidos por las autoridades.

Son imágenes de un alto valor documental y, por qué no, artístico, que sirven para mostrar la cotidianidad de estas mujeres, muchas separadas de sus hijos cuando cumplen dos años.

Karina, 37 años, grande y con brazos llenos de tatuajes, nunca dio una entrevista antes.

La protagonista de estas "Malqueridas" se separó muy pronto de su familia y con 16 años ya vivía sola. Dos años antes había tenido a su primogénito, Fabián, y una década después llegó Benjamín: "Yo era una mamá presente", jura.

Sin embargo, cuenta que la necesidad de sacar adelante a sus hijos la llevó al narcotráfico y en 2015 a prisión, separándola de ellos. El primero tenía 13 años y el pequeño tres.

La primera condena fue de ocho años y llegó a la Cárcel de San Joaquín, para después pasar al Centro Femenino de Santiago y finalmente a un centro "semiabierto" por beneficios penitenciarios.

Karina no olvida cuando la separaron de sus dos niños, con los que dormía cada noche: "Fue como si me los sacaran de las entrañas", confiesa. Aunque su testimonio genera una pregunta inmediata: ¿No previste esto al entrar al narcotráfico?

"Yo luché harto contra todo eso, traté de trabajar, pero con 14 años era difícil. Trabajé en las ferias, vendí ropa casa por casa, hice aseos, lavé zapatillas, pero no me alcanzaba porque un hijo usa pañales, leche", lamenta.

Entonces, el centro de reclusión se convirtió en un hogar que ella y otras retratan en este documental.

"Al principio sientes miedo (...) Llegas a un lugar lúgubre donde no hay luz, los colchones no tienen forro, no hay donde comer. Las mismas chiquillas que viven ahí te prestan una fuente donde comen cuatro o cinco mujeres", reconoce.

La libertad

Pero como todo purgatorio tiene su fin, salió de prisión y la fecha de aquel día sale disparada de su boca: el 7 de octubre de 2021 volvía a ser una mujer libre.

Regresaba con sus dos hijos a la calle y vuelta a empezar, porque si alguna vez tuvo algo, dice que "lo perdí el tiempo que estuve adentro".

Ya en la calle, empezó a trabajar haciendo inventarios de noche en un negocio -"soy buena con los números"-, pero fue despedida cuando sus jefes descubrieron sus antecedentes.

En cualquier caso ahora está "contenta" y tiene pareja. "No he encontrado trabajo pero voy a inventármelo. Estoy vendiendo afuera de mi casa anticuchos y choripán". ¿Están ricos? "Súper", suelta, riéndose.

Karina ya había volado antes para visitar al padre de Benjamín, preso en Brasil, pero ahora tomó nuevamente el avión para plantarse en uno de los festivales más importantes del planeta: la Mostra.

Lo hace porque se sumará a "todo lo que pueda mostrar" la realidad de las cárceles chilenas y por eso espera representar a las miles de reclusas del país que son madres.

Desde Venecia, Karina reclama que falta educación en las zonas pobres: "No te dan las herramientas para desenvolverte a la sociedad normal", dice y también pide empatía con los errores de esas mujeres: "Hay programas en Chile que se meten en la cárcel y nos muestran como salvajes, maleducadas y groseras y no es así".

"Hay muchas que se educan, que terminan sus estudios, que optan a un estudio más profesional, que siguen apoyando a sus hijos desde dentro. No somos salvajes, somos personas", insiste.

"La Monja II" expande el horror a un humilde grupo de religiosas

CINE. La trama ocurre en 1956.
E-mail Compartir

Más allá de los sustos y el terror, la segunda parte de la cinta "The Nun" ("La Monja"), dirigida por Michael Chaves, explora las entrañas de la humilde labor de un grupo de monjas en una historia que mantiene vivo el universo de "El Conjuro".

"La Monja II" (Warner Bros. Pictures) aterriza hoy en las salas de en el marco del décimo aniversario de "El Conjuro" (2013), cuyo mundo seguirá expandiéndose con la cuarta parte de la franquicia, que ya se encuentra en proceso de preproducción.

Atraído por el personaje principal de "La Monja", Chaves tomó las riendas de la segunda parte de la historia después de haber dirigido "La Maldición de La Llorona" (2019) y "El Conjuro III: el Diablo me obligó a hacerlo" (2021).

"Siempre me fascinó la Monja, era mi villano favorito de este universo y tenía mucha curiosidad sobre qué podría pasar con ella. Tenía grandes ideas para hacer la película", contó el cineasta en entrevista con Efe.

La trama de esta nueva obra se desarrolla en 1956, tras el misterioso asesinato de un sacerdote dentro de una iglesia, lo que da la primera señal de que el mal ha vuelto a manifestarse.

Para frenarlo, la hermana Irene tendrá que viajar a Francia y enfrentarse a Valak, un temible y despiadado demonio encarnado en el cuerpo de una monja.

El personaje demoníaco, interpretado por Bonnie Aarons, hizo su primera aparición en la segunda cinta de "El Conjuro", en 2016, y para 2018 la atemorizante monja se había ganado un lugar como protagonista de una secuela que se engloba dentro de una franquicia de la que también forma parte el filme "Annabelle".

Portando su hábito y sin más pertenencias que un pequeño maletín con pistas del paradero de Valak, la hermana Irene, a quien da vida Taissa Farmiga, toma un tren asustada y en contra de su voluntad.

En el camino, se encontrará a Debra, encarnada por Storm Reid, una novicia insubordinada que en su búsqueda por la fe se unirá a la más joven de las monjas para acompañarla, protegerla y aprender de ella.

Un director interesado

Estimulado por retratar a los desvalidos, Chaves encontró en la labor de esas mujeres el trabajo más arduo de los miembros de la Iglesia católica: "Las monjas hacen todo y los sacerdotes se llevan el crédito", afirmó el director. "Me interesaba entenderlas (...) Hice mucha investigación, asistí a foros donde participaban, revisé muchos documentos importantes, quería entender su vida, que es muy humilde, y su compromiso no solo con Dios, sino con la comunidad", aseveró.