¿Qué madre no es transida de sufrimientos y dolor cuando sus hijos se maltratan, se dividen, son adictos, peor aún si es olvidada por ellos?
Somos hijos de la madre naturaleza respiramos por ella, nos alimentamos de ella. Nos hemos desvinculado de ella por creernos capaces de vivir por nuestras propias creaciones, levantar estructuras, edificios, tecnologías y explotar indiscriminadamente los recursos de la tierra. En estos afanes de desarrollo ya no somos hermanos, hijos de la madre tierra, "somos sus habitantes", individualidades que vivimos para nuestra propia subsistencia, en este fragor nos colisionamos.
Formamos una sociedad de individuos donde el bien común es para usufrutuar de él, de los bienes sociales. Como en toda carrera, en toda competencia quienes ganan se imponen sobre los demás. La vida social se torna en tirar la cuerda cada uno para su lado, sin embargo se proclama: dialogando se resuelven los problemas de intereses, "hoy por ti, mañana por mí", ruleta de intereses.
Nuestra sociedad humana desvinculada de las leyes de la naturaleza, está condenada por siempre de rivalidades entre dominadores y dominados con los fratricidios entre medio. Hemos tenido dos guerras mundiales y vamos caminando hacia la tercera, una cuarta sería a palos lo comentó Albert Einstein. Vamos hacia un desarrollo robótico imparable supliendo el trabajo humano. Se predica que debemos "reinventarnos", la necesidad crea el órgano. ¿Reinventarse en un desierto de posibilidades?
¡ Humanos, con la vida "no se juega", Explotar a la madre naturaleza menos! A costa del insaciable progreso autoabortivo, Federico Nietzsche sentenciaba "morir de sed en el mar es espantoso".
Hemos sido engendrados en "la armonía de los opuestos", entre nuestra madre y nuestro padre. La madre naturaleza es intrínseca armonía: se abraza el mar con la tierra, la vida con la muerte, el invierno prepara la primavera, la energía forma la materia y la materia se energiza. La naturaleza es un tejido de relaciones, una red de interconexiones. Todo existe en pro de otro. La ley de la atracción, de reciprocidades, de complementariedades, ¿Qué decir de la fotosíntesis que une el cielo y la tierra y las laboriosas abejas polinizando?
Si los humanos nos formásemos, nos educásemos desde las leyes de la fecunda naturaleza nuestro hermoso planeta sería la verdadera casa de la humanidad. La armonía es la ley de la vida, no las perpetuas rivalidades de intereses. ¿Qué es más real, más productivo que la vida misma?, obvio que la cultura de muerte reinante camina a espalda de ella. Permítaseme dejar mi visceral pregunta que expongo en mi último texto: "Florece la conciencia desde nuestra corporalidad humana": ¿Es posible que el Creador haya creado la humanidad para ser seres cubiertos de armas, habitantes destructivos de la casa que los cobija y alimenta?
O dicho de otra manera: Si la evolución de la energía guarda en su intrínseca finalidad sus correspondencias entre sus infinitos elementos ¿para qué dota de inteligencia a seres absurdos?
Nuestra sugerencia: convierta su cuerpo en su propio libro y podría aprender que UD, nosotros hemos sido diseñados para amarnos y convivir.