"Una derrota de la magnitud como la que tuvo la UP, merece preguntarse en qué nos equivocamos nosotros"
"La gente ya no se traga el mito de que unos son los buenos, los otros son los malos, sino que aquí hubo errores y hubo situaciones a las cuales no se quiere volver", afirma el fundador del MAPU, también exdiputado y ahora empresario, quien como una forma de asumir sus errores a 50 años del golpe de Estado, publicó el libro "Notas de memoria".
Óscar Guillermo Garretón (79) confiesa que fue su esposa, Pilar Vergara, Premio Nacional de Periodismo 1993, quien lo convenció de escribir un libro porque su historia era "muy particular". Claro, a los 28 años fue nombrado subsecretario de Economía, Fomento y Reconstrucción por el Presidente Salvador Allende; a los 29 fue elegido diputado, tras haber fundado el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), uno de los pilares de la Unidad Popular (UP), y a los 30 debió partir al exilio con su familia siendo uno de los hombres más buscados por la régimen de Pinochet.
Desde su radicalismo político de esos años, Garretón transitó por la Democracia Cristiana en su retorno al país, al Partido Socialista y hoy se identifica con Amarillos. En su faceta de negocios, en todos estos años construyó una sólida carrera como empresario, siendo presidente de Telefónica y luego de Iansa. Esta semana lanzó su libro "Notas de memoria", en el que "sin nostalgia y más bien con angustia" recuerda la etapa que lo tuvo como protagonista de un proceso que terminó con el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Garretón dice tener "la impresión de que dentro de las revoluciones que me tocó participar, algunas de las más importantes terminaron siendo aquellas que realicé en la empresa".
-¿Qué descubrió de usted mismo en sus apuntes?
-Me siento mucho más una persona de la renovación socialista que de la Unidad Popular. La renovación socialista fue el proceso que hicimos aquella parte del mundo de izquierda que tuvo el coraje de pasar del desierto del dolor y el desgarro a preguntarse en qué nos habíamos equivocado nosotros. Porque si bien es cierto que hubo una conspiración desde antes que llegara Allende, hubo intentos de golpe, incluso el asesinato del general Schneider, la conspiración de Estados Unidos, de muchos empresarios de elite, la gente de las Fuerzas Armadas y otros políticos. La verdad es que una derrota de esa magnitud como la que tuvo la Unidad Popular, que se mide en muertos, exiliados, torturados y desaparecidos, bueno, merece preguntarse en qué nos equivocamos nosotros para haber terminado en un resultado tan espeluznante. Ese proceso de renovación de alguna manera es inseparable de una visión muy crítica de lo que fue la Unidad Popular en muchas cosas.
-¿En qué se equivocaron?
-Tengo la impresión de que todos, de alguna manera, perdimos la pasión por la democracia, tanto los que hicieron el Golpe como nosotros mismos. El mundo de izquierda, al que yo pertenezco, tuvo que perder la democracia para entender el valor que tenía. Una democracia que en el fondo muchas veces era un valor que se menospreciaba, hablando de democracia burguesa o incluso de democracia de mierda. Entonces, concluimos que para nosotros la democracia pasó a ser una cosa que íbamos a defender con dientes y uñas siempre. Segundo, gran conclusión, es que si yo quiero hacer cambios relevantes tengo que construir mayorías relevantes también. Que mientras más profundos son los cambios que se quieren hacer, más mayorías políticas y sociales requieres para poder triunfar. Eso fue algo que la Unidad Popular nunca tuvo claro, sino que buscó más bien crecer como UP. Tercero, la violencia siempre termina con el triunfo de los armados de uno u otro bando, pero nunca en el triunfo de los ciudadanos, de los pueblos.
Llegamos a la convicción de que el rechazo a la violencia es un tema de principios. De alguna manera veíamos en el continente cómo la violencia había significado primero un grueso de fracasos de la izquierda latinoamericana que había sembrado de sangre selvas y ciudades durante mucho tiempo. Lo peor es que cuando