50 años es poco tiempo
En las últimas semanas se ha venido hablando sobre los éxitos alcanzados por el país en las décadas anteriores y en los gobiernos de la "Concertación", como un logro del trabajo de un amplio equipo político, y también de la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, lo anterior no deja de ser una media verdad, pues hubo algunos personajes relevantes que influyeron de manera fundamental en nuestro quehacer histórico reciente, con sus ideas o acciones, cambiando decisivamente el rumbo de los acontecimientos. Uno de ellos podría ser Patricio Aylwin. Otro, qué duda cabe, es Augusto Pinochet, quien reformó radicalmente la economía nacional y, a través de diversas transformaciones políticas, inició el camino hacia la modernización y el desarrollo de Chile.
Ahora bien, la mayoría de los historiadores, y no pocos intelectuales o escritores sobre asuntos históricos, creen necesario aplicar juicios morales a la historia, distribuyendo su elogio o reprobación con la solemne complacencia de un maestro de escuela primaria; intentan así instalar una verdad única, monolítica. Pero éste es, sin embargo, un método fatuo, que puede ser llevado a unos niveles tan elevados de perfección, que hace su aparición cuando menos es requerido.?Más aún en fechas importantes, como ahora, donde se escarba en la historia con un afán cuasi revanchista, siempre recubierto por un conveniente manto de virtuosa legalidad.
Ninguna persona con verdadero sentido histórico se atrevería a reprobar a Julio César, o regañar a Gengis Khan. Esos personajes son como los intérpretes de una representación. Pueden llenarnos de admiración, disgusto o terror, pero no pueden hacernos daño. No están directamente relacionados con nosotros y por lo tanto, no tenemos nada que temer de ellos; el tiempo ha hecho su trabajo. Han pasado a la esfera del arte, el teatro o la literatura, y ninguna de estas formas de expresión social tiene como única meta la aprobación o desaprobación moral.
Así deberá suceder algún día con Augusto Pinochet, esa figura omnipresente de nuestra historia reciente. Por el momento, siento que él es demasiado actual para ser tratado con ese necesario y desinteresado espíritu de curiosidad, al que debemos tantos estudios de algunas complejas figuras del Renacimiento italiano, o incluso de la Antigüedad. Indudablemente, las heridas en Chile son recientes y turban la visión. Esto también se dio con Bernardo O'Higgins, quien había despertado grandes odiosidades durante su gobierno autoritario, las que tardaron un siglo en atenuarse y desaparecer, después de su abdicación en 1823. Pero ni O'Higgins, ni Pinochet, retuvieron el poder hasta la muerte, como tantos otros.
Esteban Velásquez Núñez
Opinión
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Indudablemente, las heridas en Chile son recientes y turban la visión. Esto también se dio con Bernardo O'Higgins, quien había despertado grandes odiosidades durante su gobierno autoritario.
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Senador de la República