Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Actualidad general
  • Opinión
  • Clasificados
  • Servicios
  • Deportes
  • Espectáculos
  • Contraportada

Cuidemos nuestros niños

Pedro Araya Guerrero , Senador Región Antofagasta
E-mail Compartir

Cotidianamente escuchamos que los niños son el futuro y lo más preciado como capital de las naciones, por ello es que cualquier acto que agreda su integridad nos interesa y afecta.

Recientemente los apoderados de la Escuela E-87 Las Rocas afirmaron que los niños de primero básico fueron vulnerados, tras un operativo de salud, tal como sucedió hace algunas semanas en Talcahuano.

Hoy, la tarea de investigación permitirá establecer qué fue lo que sucedió, ya que una acción preventiva pasó, al menos a ojos de padres y apoderados, a ser un acto ofensivo.

Cada niño tiene derecho a vivir libre de la violencia, la explotación y el abuso, tal como precisa Unicef, y es en este punto donde debemos detenernos, ya que la violencia no distingue países ni situación socioeconómica, es más muchas veces se da en entornos que debiesen ser el lugar protegido de los menores, como es el hogar, su escuela y la comunidad donde habitan.

La violencia cuando apunta a lo sexual nos impacta, nos agrede y nos debe motivar a impulsar los cambios necesarios para evitarla a toda costa.

El operativo de salud deberá ser evaluado, seguramente el objetivo de este era positivo y buscaba la protección de los niños pero estas acciones deben siempre ser revisadas y estudiadas por profesionales idóneos de manera que nada quede al azar o pueda implicar dudas y peor aún generar el sentimiento de vulnerabilidad en niños y padres.

En otro escenario se aplaude el operativo realizado por la Brigada del Ciber Crimen de la Policía de Investigaciones que permitió detener a ocho personas que almacenaban pornografía infantil en Antofagasta.

Estos son temas complejos, esto último es diferente a lo sucedido en el operativo de salud donde seguramente no hubo intención de vulneración de derechos; pero se debe sumar a la preocupación irrestricta de nuestros niños, a frenar cualquier acto que pueda violentarlos y es que aunque parezca una frase repetitiva efectivamente ellos son el futuro y de su formación dependerá nuestro país y el de todas las naciones.

El compromiso con la escolaridad

El Mineduc con su plan de revinculación y reinserción escolar intenta revertir los índices de deserción escolar que se acentuó en la poscrisis por pandemia. Estos esfuerzos no tendrán buenos resultados si no se logra el compromiso familiar con la escolaridad, con compartir la certeza que los niños, niñas y adolescentes tienen que asistir a clases.
E-mail Compartir

Se ha descrito una y otra vez que la prolongada ausencia de clases presenciales por efecto de la pandemia covid-19, tuvo una fuerte repercusión en la entrega de los contenidos y en el relacionamiento estudiantil. Los resultados Simce y los casos de violencia en los colegios así lo reflejan, pero a ellos hay que sumar la inasistencia y deserción escolar que sigue en niveles elevados.

Los especialistas la atribuyen a los efectos pandémicos, no sólo desde el punto de vista educativo, también económico los que golpearon rudeza en la sociedad.

Por ello el Mineduc inició campañas y programas para revertir esos indicadores, bajo la premisa de recuperar a cada uno de los estudiantes que dejó de asistir a clases o que no lo hace con regularidad.

Este desafío incluye visitas a los hogares de los alumnos encasillados en esas categorías para conocer sus realidades y ayudarlos a retomar la normalidad.

Son esfuerzos extras y que se orientan en sumar voluntades para que no haya más jóvenes sin cumplir con la escolaridad y ofrecerles diferentes tipos de ayudas para lograr su reinserción, en los casos más graves, o de entregar herramientas para evitar largos períodos de inasistencia.

Estos esfuerzos no tendrán buenos resultados si no se logra el compromiso familiar con la escolaridad, con compartir la certeza que los niños, niñas y adolescentes tienen que asistir a clases, tienen que recibir la instrucción dictada por los docentes y probar su aprendizaje mediante los exámenes definidos. Sin ese compromiso y sin esa certeza, será difícil cumplir las metas trazadas.

Comprometer a la familia, crear redes de apoyo, ayuda en el aprendizaje -como las tutorías- y convencer que la escolaridad es relevante para romper el círculo de la pobreza será fundamental para lograr los objetivos. Las nuevas generaciones no pueden perderse bajo la convicción de que no necesitan asistir a los colegios.

Un periodista cabal

Francisco Javier Villegas , Escritor y profesor
E-mail Compartir

El oficio de periodista debe ser uno de los mejores del mundo. Según García Márquez, el gran Gabo, decía que el periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla. En Chile, hay escasos ejemplos en que una persona ha sido boxeador, campeón de Chile, y periodista. Para algunos este oficio es como la vida: se hacen las cosas con vitalidad manifiesta, pero con la fortaleza de quien se reconoce en las calles, dejando zuela y zapatos, como hilvanando, en la escritura, el ejercicio de la palabra. Y en efecto, hace casi 138 años, un niño manifestó que quería ser periodista, profesión que entonces no se aprendía sino con el ejercicio y la experiencia y en la cual los únicos conocimientos teóricos eran los buenos consejos de los más avezados en el oficio.

Ese niño se llamó Rafael Maluenda y llegó a ser un modesto funcionario de la Universidad de Chile. Allí vivió un episodio que le cambió la vida y aunque era otra época se destacó porque hubo un encuentro en que se reunió la ética, la verdad y el acto de reconocer la palabra como lo primero que se valida entre las personas. El mismo Maluenda escribió al respecto: "Tenía en mi escritorio el presupuesto de la universidad. Nunca había leído de eso, pero, entonces, pensé que allí podría haber una noticia periodística. Pronto lo encontré. En un mismo ítem se pagaban tres y cuatro sueldos por funciones desempeñadas por un mismo funcionario. Era un tema. Y escribí un artículo. Se titulaba El acaparamiento de los empleos públicos. Se publicó en El Ilustrado y fue muy discutido. Al mediodía, el subsecretario de la universidad me dijo:" ¿Qué has hecho Rafael?" y me miró espantado. A las siete de la tarde, me entregaba el decreto de mi destitución y perdí los 83 pesos y 33 centavos que ganaba como funcionario público. En la noche fui al diario y conté mi tragedia al director. Allí estaba sentado un caballero que parecía visita del director. Se impuso de mi caso, leyó el artículo y golpeando la mesa del escritorio dijo: "que se le contrate inmediatamente con un sueldo de 500 pesos mensuales". Allí puedo decir que nací como periodista. A través de un hecho circunstancial, por la escritura, mi destitución y el azar de haberme topado con don Joaquín Echenique Gandarillas." Don Joaquín resultó ser el propietario del diario, un señor de alta ética y de un honor en la palabra que hoy es difícil de encontrar en los estamentos públicos como privados.

Maluenda trabajó en Chillán, fundó el diario El Día y comenzó una actividad paralela al periodismo, la literatura, iniciando un camino de creatividad que brindó obras como Escenas de vida campesina, Los ciegos, Venidos a menos, Historias de bandidos y su clásico cuento La Pachacha, que es una sátira social y una joya de la literatura nacional. Ingresó al diario El Mercurio en 1920 inaugurando la mejor época de las plumas literarias que estuvieron en dicho diario.

A 60 años de su partida, Rafael Maluenda sigue siendo un maestro del periodismo y de la literatura. En él parece ocultarse un gran fabulista: virtudes y defectos humanos encarnan en sus perros-tiernos y cachazudos-, en el loro jurisconsulto, en las gallinas de diversas estirpes y en La Pachacha, una sátira maestra que recomiendo volver a leerla porque, a más de cien años de su aparición, sigue siendo actual para explicar nuestra realidad social y observar, de esa manera, como son los retratos sicológicos de tantas personas que se ocultan en veleidades, arribismos y existencias opacas que dañan a otros.