El serbio Novak Djokovic se alzó en Roland Garros con el vigésimo tercer Grand Slam de su carrera, superando en uno al español Rafael Nadal y convirtiéndose en el hombre con más títulos de esta envergadura de la historia, y recuperó el número 1 del mundo arrebatándoselo al joven Carlos Alcaraz.
El jugador de Belgrado levantó por tercera vez la corona en París, tras derrotar al noruego Casper Ruud, que perdió, 7-6(1), 6-3 y 7-5 en 3 horas y 13 minutos, su segunda final consecutiva en la arcilla francesa y la tercera de su carrera en Grand Slam.
El escandinavo, cuarto del ránking, solo inquietó al serbio en el primer set, pero tras perderlo en el juego de desempate sucumbió a la potencia de su rival.
Autor de una temporada irregular, el serbio demostró que en momentos decisivos su nivel crece, se apuntó el segundo Grand Slam del año, tras el Abierto de Australia, encadena 21 triunfos consecutivos en esos torneos donde no pierde desde los cuartos de final de Roland Garros del año pasado frente a Nadal.
De hecho, en lo que va de década solo el español y el ruso Daniil Medvedev en la final del Abierto de Estados Unidos de 2021 han podido doblegarlo en Grand Slam, donde se ha convertido en el primer hombre que gana al menos tres veces los cuatro.
A sus 36 años, Djokovic se convierte en el ganador más veterano de certamen parisino, desbancando por 18 días al Nadal del año pasado y a la espera de que el español regrese el año próximo para cerrar su carrera.
El serbio supera a Nadal en número de grandes, pero también a la alemana Steffi Graf e igualó con la estadounidense Serena Williams. Su último horizonte es la australiana Margaret Court, que consiguió 24 entre 1960 y 1973.
Djokovic entró a su séptima final de Roland Garros de puntillas, sin hacer ruido, casi con miedo a impresionar demasiado con su enorme palmarés, conocedor de que el público de París no le tiene en alta estima y que cualquier signo de soberbia solo podría empeorar la relación.
Dejó que las miradas se fuera a la grada donde sonreían estrellas del fútbol, Kylian Mbappé compartía con Zlatan Ibrahimovic, Olivier Giroud bromeaba con Benjamin Pavard y la leyenda del fútbol americano Tom Brady alentaba desde el palco del serbio.
Su juego timorato encontró respuesta en el noruego, que se afianzó en el fondo de la pista y puso en marcha su monótono ritmo, una sintonía que le permitió colocarse 3-0 y dirigir la marcha, pero no tuvo el instinto asesino que merecen ocasiones como esa.
El noruego aguantó el fuerte hasta el juego de desempate, pero ahí su muralla se derribó como un castillo de naipes. Djokovic hizo lo esencial, lo estrictamente necesario para colocar de su lado la final apuntándose su sexto juego de desempate de seis en este torneo.
El de Belgrado se agrandó y el escandinavo se fue amilanando a medida que el partido se elevaba a la altura de una final de Roland Garros.
El serbio se apuntó tres juegos consecutivos y no necesitó forzar más, solo conservar su saque, apenas inquietado por la tibieza del noruego, para situarse a un set de la gloria.
Lejos de querer irse con un 6-0 como el año pasado ante Nadal, Ruud mantuvo su consistencia fiel a su estilo, desde el fondo de la pista que le ha hecho ganar en esa superficie nueve de sus diez títulos y más partidos que nadie en lo que va de década.
Hasta que Djokovic dijo basta, liberó su brazo y escribió otra página de su leyenda.