Adiós, amigo Lucho…
Duele despedir un amigo. Duele cuando no se le acompaña a su última morada. Y duele el doble, cuando se sabe después de largos años, que ya se fue para siempre. Y esta amistad -aunque distante- nos mantuvo enlazados desde esos bellos años de la adolescencia, cuando mi compañero Luis Hidalgo Blamey, era la estrella del equipo de fútbol del curso.
Hoy, no me queda más remedio que escribir unas letras para decirle que me espere. Que no pasará mucho tiempo para volver a vernos, en dimensiones extrañas, ajenas. Para escuchar sus travesuras y chiquilladas como integrante de "Los Malvados de Yuma", grupo juvenil de los sesenta, del que quedan muy pocos. Para volver a cantar a dúo "Remember when", imitando a "The Platters". Para matizar nuestras jornadas de estudios, navegando a la vela, mientras aprendíamos las fórmulas de física, los polinomios y una que otra función algebraica. Ambos dominábamos el inglés y canturreábamos temas de Steve Lawrence, Bobby Darin, Carl Dobkins o Sedaka.
Admirador hasta el frenesí de James Dean, Lucho Hidalgo lo tenía como imagen en su página de Facebook, donde siempre daba a conocer su opinión certera, inclaudicable.
Cuando la educación nos separó, el llamado de las armas volvió a reunirnos, compartiendo las duras jornadas de la milicia luciendo el parche rojo de la Infantería. El primer día de "aporreo", cansados y humillados por los uniformados, con una sonrisa convincente me dijo "Ánimo compadre, que nos quedan 364 días para irnos". Fueron palabras sabias, cuando en mi furor juvenil, intenté rebelarme y usar mis puños para terminar con los abusos. Su consejo me libró de pasar un par de meses en el calabozo.
Se hizo experto en el conocimiento de los repuestos, cuando atendía el mesón de la casa "Eulogio Gordo", bajo la atenta mirada de don David Olivares, dirigente "rencorino". Volví a encontrarlo en Iquique, en ese negocio que conocía "al dedillo". Regresó a nuestra ciudad, "su ciudad", para abordar un desafío en el Barrio Industrial.
En su ausencia eterna, me duele no haberlo acompañado en su último trayecto… Talvez me habrían escuchado tararear "Remember when", para despedir a Luis Hidalgo, mi amigo eterno.
Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista - Periodista