Capitán Arturo Prat, enseñanza de civilidad y valores
Marcello Tapia , Abogado e historiador
Casi en todas las ciudades de Chile, existe una calle con su nombre y en muchas de ellas un busto que le recuerda, incluso en el extranjero es posible encontrar homenajes a su persona en lugares públicos. Prácticamente todos esos homenajes se centran en el heroico actuar del Capitán de Fragata Arturo Prat Chacón durante el combate naval de Iquique, lo que es del todo justo, aunque afortunadamente el porte y trascendencia de su persona no se agota solo allí.
Arturo Prat fue una persona de características muy únicas y tan especiales que sin ellas es difícil imaginar la profundidad de su legado. De pequeño tuvo la fuerte influencia intelectual de su tío y tutor Jacinto Chacón, director y colaborador de la Revista del Pacífico, Revista Sudamericana y Revista de Valparaíso, miembro de la Sociedad de Amigos de la Ilustración de Valparaíso y casado con la destacada poetisa Rosario Orrego, entorno que le permitió conocer a muy destacados personajes de las letras de aquella época, motivando en el joven Arturo un gran interés por la lectura y el conocimiento; la música también le apasionaba, como queda registrado en una carta que le escribe a su esposa doña Carmela desde Mejillones, contándole que ha llegado un piano a la Esmeralda, lo que le permitirá ejercitar sus obras preferidas.
Es muy probable que ese interés intelectual haya contribuido a que egresara de la Escuela Naval con el primer lugar de su curso en 1861. No obstante, sus inquietudes literarias o artísticas en nada fueron un obstáculo para el hombre de armas al momento de entrar en acción, ya en 1865 participa en el combate naval de Papudo y en 1866 tiene una destacada participación en el Combate de Abtao.
Inquieto, abrigaba además el sueño de convertirse en abogado y adquirir nuevas herramientas para enriquecer sus capacidades profesionales y su servicio en la Armada. Lo que hoy puede parecer una aspiración muy normal, en tiempos de Prat requería de importantes barreras que el joven oficial pudo sortear, preparándose y rindiendo varios exámenes con el fin de obtener el grado de Bachiller en Humanidades, pre requisito para postular a carrera de derecho, pruebas que rinde exitosamente ante una comisión integrada entre otros, por don Diego Barros Arana. Arturo Prat ingresa a la Universidad de Chile, pero debe conciliar sus estudios con la vida naval, debiendo estudiar embarcado, siendo autorizado a rendir exámenes en sus días de recalada o de descanso. Finalmente y pese a las numerosas las dificultades, logra su sueño titulándose de abogado en 1876, jurando en la Corte Suprema presidida por don Manuel Montt, convirtiéndose así en el primer oficial de la Armada en obtener una carrera universitaria estando en servicio activo.
Prat sería además de buen alumno, un excelente profesor. El mando lo nombra profesor en la Escuela Naval, llegando a ser subdirector y director interino, teniendo entre sus alumnos a oficiales tan destacados como Policarpo Toro, Ernesto Riquelme y Arturo Fernández Vial entre otros, redactando un manual de táctica naval, que contempla entre sus contenidos las instrucciones para el abordaje en el combate entre un blindado y un buque sin blindaje; esa vocación docente lo lleva también a hacer clases a adultos en la Escuela Nocturna Benjamín Franklin en 1878, en su tiempo extra y de forma gratuita.
Es imposible conocer la real dimensión humana de Arturo Prat sin relevar el rol de Doña Carmela Carvajal Briones, con quien contrajo matrimonio en 1873. Fue siempre el gran apoyo ante los desafíos que debió asumir su marido, ella se encargaba de enviarle textos y publicaciones de estudio a los puertos en que se encontraba con largas permanencias en el norte, además del cuidado de los hijos Carmela Concepción, Blanca Estela y Arturo Héctor, manteniendo una permanente comunicación referida a ambos y a la familia, testimonio que es posible conocer en la vasta correspondencia existente, cuya pluma emociona en su lectura y que evidencia el profundo amor que siempre los unió.
Ya como abogado, la Armada lo destina a la fiscalía de la Gobernación Marítima, participa en la preparación del proyecto de Ley de Navegación con sendos aportes y en la preparación de un Código Marítimo, hasta que en 1878 es comisionado a Montevideo a cumplir una importante y delicada tarea encomendada por el gobierno, labor que cumple hasta febrero de 1879, ante la inminencia de un conflicto bélico en Chile.
Si bien lo ya descrito destaca las especiales condiciones personales de Arturo Prat, para intentar conocer la amplia riqueza de sus virtudes, no es posible soslayar que estas líneas se refieren a un marino de guerra. En efecto, una carrera naval que inicia a los 10 años de edad, integrando el llamado "curso de héroes" (1858) con Carlos Condell, Juan José Latorre, Jorge Montt, entre otros marinos de destacada participación en la Guerra del Pacífico, más una amplia cantidad de acciones y destinaciones en que Prat destaca por su temple, coraje y voluntad de acción; desde el combate al incendio del buque francés Infernal en Valparaíso (1861), el rescate de la Esmeralda en pleno temporal, misión a la que acude voluntariamente desde su lecho de enfermo, llegando a nado a abordar el buque (1875), la notificación al prefecto peruano de Iquique del bloqueo al puerto, gestión realizada caminando por la ciudad sin escolta ni otra compañía que su espada y el documento a presentar (1879) junto a las acciones bélicas en Papudo y Abtao antes descritas. En el ejercicio del mando, fue comandante de la Covadonga a inicios de mayo de 1879 y el día 10 del mismo mes es destinado a comandar la legendaria mancarrona, la Esmeralda.
Estas líneas intentan conocer desde otras perspectivas, la rica complejidad del joven marino que es recordado fundamentalmente por su entrega heroica el día 21 de mayo. Sin embargo, la integralidad de su persona muestran sus numerosas inquietudes y su tesón para darles sentido a cada una de ellas.
Hoy 21 de mayo, recordamos un año más desde el día en que aquel joven capitán alza al cielo su espada, dejando a Carmela, a sus hijos, su carrera, sus sueños cumplidos y muchos por cumplir, para cruzar el umbral que le lleva desde el plano terrenal a la heroica inmortalidad, con solo 31 años. Que el legado de este insigne héroe, ilumine siempre el camino para un mejor Chile.