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Agradece comentarios
Por la publicación ¿El hombre, dios o lobo para el hombre? Esta vez el dar gracias excepcionales responde por haber recibido múltiples consideraciones tan positivas por dicha columna. Las personas lectoras heterogéneas mostraron identificarse con los contenidos del escrito. Vale decir, no menos sorpresivo pues cruzamos los ámbitos "del díme y direte", y constatamos una sintonía de visiones: reconocernos que pese a vernos tan desarrollados vamos por una pendiente casi irreversible depredadora del ser humano. Sin embargo evidenciamos que cuando las personas tienen la oportunidad de conectarse consigo mismas emerge lo más preciado del corazón humano.
Todos estamos llamados a humanizar la humanidad. Nos somos semejantes: nuestra corporalidad lo destella y nos hermana.
Pedro Aranda Astudillo
Apoyo geológico
Sin ánimo de criticar el interesantísimo proyecto habitacional que mis colegas proponen en el sector "Los Arenales" de La Chimba, vale comentar que la geología a veces nos esconde sorpresas a los arquitectos.
Por ejemplo, las viviendas del conjunto Salar del Carmen ("Corvallis"), pasados pocos años después de su inauguración comenzaron a experimentar daños por asentamientos causados por la infiltración de agua proveniente de jardines y fugas de las tuberías, en un suelo con alto contenido de sales solubles. Cerca de allí, el sismo de 1995 reveló un extraño comportamiento del terreno a lo largo de un tramo del costado Oriente de la calle Osorno, donde hubo una hilera de casas seriamente afectadas.
Aparte de las sorpresas sísmicas que guardan los conos de deyección aluvial de las quebradas como Salar del Carmen, están aquellas que esconden las zonas en donde se contactan suelos de distinto origen y estructura. A consecuencia del terremoto de 1971, verificamos que en un tramo de la calle José Manuel Infante, en Salamanca, Valle del Choapa, una fila de casas emplazadas a lo largo de esa vía colapsaron porque, según explicación de un geólogo, en ese lugar la terraza aluvial en la cual se asienta el poblado, pierde profundidad en su contacto con la roca basal que se eleva para conformar los cerros que son la vertiente Norte del valle.
Por ello, no es mala idea incorporar a los estudios urbanísticos el análisis geológico de las áreas hacia las cuales proyectamos extender la ciudad, apelando al viejo dicho que dice que "más vale prevenir que curar".
Juan Enrique Pimentel Bunting Arquitecto
Estado Subsidiario
Durante estas semanas, ha resurgido el debate de antaño del rol del Estado y, por consiguiente, del principio de subsidiariedad. Sin embargo, frente a interpretaciones poco honestas y proyecciones poco técnicas es que es necesario volver al sentido más genuino de la subsidiariedad o colaboración social mediante un ejemplo.
Cuando pequeños nos tocó leer -o que nos leyeran- el cuento infantil de Oscar Wilde "El Gigante Egoísta", cuento que servirá para usar de analogía el rol de la sociedad política con los ciudadanos, donde el gigante representa al Estado, el jardín a la vida en sociedad y los niños a las personas.
Para lo anterior, se puede reconocer que los fines particulares de los niños es que se diviertan o jueguen y, como consecuencia de aquello, produce un hermoseamiento del jardín, que puede ser interpretada como una armonía social que consigue el bien común general. Así también, cuando los niños no pueden divertirse o jugar en el jardín, el gigante -aplicando el principio de subsidiariedad- los deja o ayuda a subir a los árboles y jugar en el jardín. Entonces, el gigante (Estado) ahora interviene, porque lo esencial es que los niños (los particulares) hagan las actividades para sus fines específicos.
Luego, el gigante al ver que su jardín no produce los efectos deseados y los niños no se están divirtiendo, pone a disposición de ellos (los niños) todos los medios posibles para que logren alcanzar ese fin específico. Pero, no intenta suplir a los niños en conseguir la armonía del jardín por la entretención (actividades) de los niños (cuerpos intermedios), pues sabe que sin la participación de los niños en el jardín, el invierno y el otoño logran aparecer por pura y única participación inoficiosa del gigante (Estado).
En definitiva, el principio de subsidiaridad no sólo garantiza la libertad de las personas, sino que también logra un tejido social cohesionado permitiendo que todos los miembros de la sociedad política contribuyan al bien común, dejarle lo anterior al Estado sería dejar a las personas al margen.
Alonso Rivera Directiva Nacional Nuevas Generaciones UDI