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Puntos sobre el emprendimiento privado

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El emprendimiento es uno de los principales motores de la economía, impulsando significativamente el desarrollo productivo. Esta afirmación está respaldada por innumerables ejemplos, en países tan diversos como Australia, Sudáfrica, Finlandia, México o Chile. El tema del emprendimiento está presente en todas aquellas naciones que buscan progresar y desarrollarse, apostando a fomentar esta característica entre sus ciudadanos; es decir, que incentivan emprendimientos en el ámbito privado, de la empresa privada.

Estamos hablando acá de la capacidad de identificar y coordinar los recursos productivos y ponerlos al servicio de una idea o innovación, con el fin de materializar un negocio. La simple estadística de muchos individuos emprendiendo en un país, habla de la salud social y económica del mismo. Y resulta que en Chile existen más de un millón micro y pequeñas empresas formales (y una cantidad similar de informales), y otras 30.000 empresas medianas. Estas cifras incluyen a dos millones de empresarios privados, quienes mediante un tremendo esfuerzo y sacrificio personal, sacan adelante sus negocios y contribuyen a generar el 80% del empleo nacional. Por otra parte, las 12.000 grandes empresas que existen en Chile representan el 1,2% del total de las compañías del país, pero generan el 85% de las ventas nacionales.

Todos estos emprendimientos, pequeños y grandes, contribuyen de un modo extraordinario al bienestar y riqueza de nuestra sociedad. Algunas consecuencias y energías constructivas que generan los empresarios que están tras estas múltiples iniciativas son: empleo, competencia, variedad de productos y servicios, cooperación, innovación, avance científico y del conocimiento, educación, aporte a las artes y la cultura, entre otras.

Estos beneficios se alcanzan incluso de manera mucho más eficiente y diversificada que las alternativas estatales, como sería el gasto público en infraestructura, salud, educación o transporte, que con demasiada frecuencia es lento, ineficaz y poco transparente.

Sin embargo, vemos como en el último tiempo se ha instalado en Chile un debate que no solo minimiza el rol de los empresarios privados, sino que ahora los impugna y pone en una situación desmedrada frente a la opinión pública.

El mero hecho de que unos pocos individuos inescrupulosos - muy pocos, por cierto -, puedan en algún momento aprovecharse de su situación de poder económico, no significa que los millones de emprendedores chilenos deban ser incluidos en la misma categoría. Muy por el contrario, nuestros empresarios son personas honestas y esforzadas;?no en vano Chile ocupa un lugar privilegiado entre los países menos corruptos del mundo.

No tiene mucho sentido entonces, centrar la discusión pública solamente en la desigualdad y en una supuesta falta de sensibilidad social de los que tienen más, pues ello puede conducir a situaciones extremas que son sumamente perjudiciales para una nación emprendedora y dinámica como Chile. Más aun en estos momentos cuando el país enfrenta una complicada desaceleración económica, y necesita urgentemente el aporte reactivador del sector privado. Las polémicas generadas por las futuras reformas al sistema de salud, las pensiones o incluso una nueva Constitución, son un buen ejemplo de lo anterior. En vez de consignas anti empresariales y anti capital, lo que se debe privilegiar acá es recaudar más, pero promoviendo e incentivando "políticamente" mayores mecanismos pro inversión, maximizando así el empleo, el crecimiento, y también la equidad.

Pueblo Político

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Una semana triste con la partida de personajes valiosos para el mundo cultural (José Palma) y social (Yamir Álvarez Cabrera) en la ciudad. Ellos nos dejaron un legado de pasión, entrega, valentía e innumerables simbolismos de calidad humana. En el caso de Yamir, su activismo social lo posiciona en una especie de 'héroe no reconocido', pero portador de grandes ideales juveniles desde sus orígenes en la población Bonilla. Haciéndome partícipe de sus exequias, me cuestioné el valor político de las manifestaciones sociales en Chile, el llamado Estallido Social, que tal vez culminó con el plebiscito y el fallido proceso y texto constituyente. En la actualidad, el 18/O se lee como el 'estallido delincuencial', como si pudiéramos borrar la historia sólo con cancelar lo que no nos gusta, y sustituirla por el rapto político de las clases dirigentes y sus eternas narrativas de negación hacia las necesidades del pueblo.

No somos el primer país con revueltas sociales, nuestra propia historia da cuenta de innumerables expresiones de este tipo en diversos gobiernos (Gabriel Salazar, 2012), y como siempre la clase oligárquica quebró la mano de la ciudadanía para reestablecer sus privilegios. Lo vemos ahora en el nuevo proceso constituyente, cuyo texto será más una expresión elitista y academicista que la reconstrucción del quiebre del pacto social visibilizado en nuestra Primavera chilena. Así como Yamir, muchos/as jóvenes se entusiasmaron con la política, solían decir en la Bonilla, "muevan la hedionda para ir a votar". Fuimos un país eminentemente politizado, donde fuéramos, la gente hacía política, en las conversaciones de mesa, en los pubs, en los medios y sobre todo en las calles, porque es ahí donde el contrato social del que habla Jacques Rousseau (1762) marida la relación entre gobernantes y gobernados. Por eso, las campañas políticas se hacen en terreno, por tal motivo quien tiene territorio posee muchas más ventajas de ganar una elección que alguien que solamente está en su burbuja profesional.

Hoy, sólo nos queda la desidia política de tantos que nos hacemos llamar 'el pueblo', una expresión etimológica que tiene que ver más con la juventud (populus, púber, pubis) a diferencia de lo viejo (senex, Senado). Esta apatía, sin duda, es parte del desgaste electoral que padecimos el año pasado, pero también del desencanto de construir un país más justo, con más equidad y cohesión social, y no una ciudadanía neoliberal egoísta que, por ejemplo, en plena catástrofe de los incendios en el sur del país niega el agua de una piscina (The Clinic, 08/02/2023). Sólo 'el pueblo ayuda al pueblo' decía un feriante en la televisión nacional para un 18 de septiembre. Es la energía que percibo en la Bonilla y en tantas poblaciones que también soñaron con los sueños capitalistas del poder adquisitivo, pero sus quimeras de llegar al poder para hacer transformaciones profundas en el país, están aún presentes en sus discursos, tal vez un Estallido Social 2.0.

El historiador chileno Gabriel Salazar escribe sobre los cuestionamientos latentes en lo que él llama 'masa ciudadana': estudiantes, pobladores, funcionarios municipales, empleados públicos, jefas de hogar, trabajadores (La historia desde abajo y desde dentro, 2003). En suma, el 'pueblo político'. Fernando Mires plantea que ya ninguna teoría política moderna puede explicar el pueblo como una construcción cohesionada, pues la política actúa sobre antagonismos y conflictos, por lo cual el pueblo es y debe ser dividido (Los Tiempos, 11/09/2016). Por ende, la frase de la canción de Quilapayún 'el pueblo unido jamás será vencido' (1975) no tendría sentido en un 'divide y reinarás'. El pueblo es un concepto ficticio nos dice Hans Kelsen (1949), pero actúa como principio regulativo y que da sentido al acto constituyente originario. Por ejemplo, la Constitución de los Estados Unidos en su preámbulo 1787 dice "Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos".

Donde hay energía, hay política, donde hay desidia hay autoritarismo. El filósofo chino Mencio (372-289 a.C.) decía que el pueblo es el elemento más importante de una nación, la tierra y el grano vienen después, el soberano es el que menos cuenta, pero si un rey ignora el bienestar del pueblo será derrocado. Como pueblo político nos estamos organizando desde nuestras conversaciones cívicas, más allá del desgastado nuevo proceso constituyente y la farándula política, y así un 'Yamir por siempre' simbolizará lo que Mercedes Sosa canta, "no todo está perdido…".