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Llenar las casillas con cifras de 1 a 9 de modo que en cada fila, columna y "caja" aparezcan solamente esos nueve números sin repetirse.
Solución día anterior
Llenar las casillas con cifras de 1 a 9 de modo que en cada fila, columna y "caja" aparezcan solamente esos nueve números sin repetirse.
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Conocí a Waldo Valenzuela en circunstancias de novela. Iba en el recordado Vagón Cultural de la Universidad de Chile, en 1951, cuando, hallándonos en Ovalle, alguien me informó sobre un adolescente. que pintaba muy bien. No dudé en tratar de conocerlo. No demoré en hallarme delante de un muchacho que apasionadamente hablaba de Pintura y de sus pinturas. Ya Camilo Mori lo había destinado al arte. Me afirmé en una idea que, la misma tarde de nuestro encuentro, se realizó: mi conferencia no versaría sobre letras chilenas. Hablaría del pintor Waldo Valenzuela.
Las gentes me escucharon sorprendidas y conmovidas. ¿Tanto valía este joven ovallino, cuyos cuadros a muchos les parecían "de loco"? Creí en Waldo. Tercer Waldo para la historia de nuestra plástica: Waldo Parraguez, prematuramente fallecido. Y Waldo Vila, cuyas excelencias iban de lo chileno, a lo abstracto, con iguales donaires.
Valenzuela viajó a la capital. Estudió en Bellas Artes, se llenó de ideas, de lectura, de sapiencias. Recuerdo un bello dibujo que le publiqué en "Las noticias gráficas". Se titulaba "Los ocarineros". La línea crecía, segura, y el dominio del material -Tinta China generosa- crecía rápidamente en sus manos. Pasaron los años y el azar trajo a Valenzuela a la Universidad del Norte, donde ha sido una especie de gran hermano de todos los principios y todas las esperanzas que, allí, se incuban, ansiosos de expresión.
Su Exposición de Dibujos y Pinturas/ 1979, en Sala Ercilla, denota su amplia capacidad creadora. De un lado, su Norte, el Verde. ¡Color, color, color!, le proporciona nueva nutrición a sus impulsos. Río Hurtado torna a su inspiración, como una antigua ternura. Del otro, varios retratos "hablan" del ansioso por penetrar espíritus: "María Bernarda", "Blanquita".
Y presidiéndolo, enteramente, Cristo.
Valenzuela, cristiano de médula, lo proclama en su arte. Waldo reza en formas y colores. ¡Qué amor se le siente al vivir en cada trazo y en cada trozo de sus obras de fervor religioso! El óleo "Árbol de la Cruz", recoge sus ternezas por Cristo: las raíces lo levantan y las espinas que terminan los maderos, sugieren torres de nacientes catedrales para adorarlo.
De la Tierra al Hombre. Y del Hombre a Jesús. Este es su rumbo. Artista consciente de los deberes del hombre, no esquiva denuncias. Y no las esquiva, porque sabe que, dentro de sus ímpetus de arte, cabe la gota pura del amor que ilumina, exalta y redime.
Andrés Sabella. 24 de noviembre 1979.