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Brasil hundirá en el Atlántico un antiguo portaaviones con materiales tóxicos que lleva meses a la deriva en el océano

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El Gobierno de Brasil anunció que hundirá en el Atlántico el portaaviones "Sao Paulo", que vaga sin rumbo desde hace cinco meses, ya que ningún puerto lo acepta por los materiales tóxicos que hay en su casco.

El "Sao Paulo", que en el pasado sirvió a la Armada francesa con el nombre de "Foch", será hundido en aguas territoriales brasileñas, a unos 350 kilómetros de la costa, en un punto del Atlántico con una profundidad de 5.000 metros, lejos de zonas de protección ambiental.

La Marina de Brasil afirmó en un comunicado que no tenía alternativa a torpedear el portaviones, porque es "inevitable" que se hunda de forma espontánea dado que el casco está dañado y presenta problemas de flotabilidad.

Asimismo, la Marina explicó que la empresa responsable del barco no tomó las medidas necesarias para obtener la autorización para remolcarlo a puerto, con el objetivo de reparar los graves daños que amenazan su capacidad de permanecer a flote.

El comunicado fue divulgado un día después de que la Fiscalía solicitase ante la Justicia que impida el hundimiento del barco, debido a los peligros que suponen para el medio ambiente y para la salud pública las 10 toneladas de amianto presentes en el casco.

Por qué no llegó a puerto

El periplo del antiguo buque de guerra francés comenzó en agosto, cuando fue vendido a un astillero turco especializado en el desguace de embarcaciones por dos millones de dólares.

Pero nunca llegó a su destino debido a que las autoridades de Turquía prohibieron su entrada, por lo que tuvo que dar vuelta poco antes de llegar al estrecho de Gibraltar.

Desde entonces, el "Sao Paulo", el segundo y último portaaviones de la flota de la Marina de Brasil, vaga por el Atlántico, ante la negativa de los puertos, incluso los brasileños, de recibirlo.

Construido en Francia en 1963, el portaaviones tiene 266 metros de eslora, capacidad para albergar 1.300 tripulantes y transportar 30 aviones cazabombarderos.

El buque sirvió a Francia bajo el nombre de "Foch" durante 37 años, tiempo en el que fue usado en la guerra civil del Líbano, la guerra del Golfo y otros conflictos en Europa, África y Oriente Medio.

La Marina brasileña lo compró en 2001 por 12 millones de dólares, pero con el pabellón brasileño, el portaaviones estuvo más tiempo en puerto que en alta mar.

Debido a diversos problemas técnicos y algunos accidentes, incluido un incendio con víctimas, solo navegó 85.334 kilómetros durante 206 días de operación en 15 años.

37 años sirvió a la Armada francesa bajo el nombre de "Foch", hasta que fue comprado en 2001 por la Marina brasileña.

Diseñan un guante inteligente con sensores que facilita los partos

TECNOLOGÍA. Entre otras utilidades, el instrumento especifica la posición del feto y la fuerza que debe utlizarse en la cabeza del bebé para evitar mayores riesgos en procesos complejos.
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Agencias

Un grupo de investigadores diseñó un guante inteligente que incorpora sensores y ya demostró su utilidad para ayudar en partos complicados al detectar la posición del feto, aunque sus creadores consideran que sus aplicaciones pueden tener mucho más repercusiones en la salud.

La ingeniera española Carmen Salvadores Fernández, de 25 años, explicó desde el laboratorio donde trabaja en la Universidad Pública de Londres (University College London) que los médicos que colaboran con este equipo de investigación han validado la utilidad del guante para detectar la posición del feto e indicarles la fuerza que deben ejercer en la cabeza del bebé y evitar así riesgos.

El equipo de investigadores que desarrolló este guante inteligente está supervisado por el profesor Manish K. Tiwari y, además de Salvadores, forman parte del mismo los también ingenieros Biswajoy Bagchi, Priyankan Datta y Priya Gupta, y los médicos Shireen Jaufuraully, Anna David y Dimitrios Siassakos.

"Mi contribución principal dentro de este grupo consiste en el desarrollo de los sensores en sí y de la tecnología que llevan aparejada", indicó a la agencia de noticias Efe la joven investigadora, que está realizando su tesis doctoral centrada principalmente en estos trabajos.

Los sensores

Según afirmó, "básicamente lo que hicimos fue desarrollar unos sensores de fuerza que miden la presión que se está ejerciendo sobre algo, y posteriormente surgió la idea de incorporarlos a los guantes que usan los médicos para sus exploraciones porque pensamos que podrían tener utilidad".

La joven llegó a Londres a los 18 años para cursar la carrera de Ingeniería Mecánica, que completó tres años después con el máster integrado a estos estudios y posteriormente empezó el doctorado en la misma universidad.

Se trataba, señaló, de hacer los sensores lo suficientemente finos para que la percepción del médico en sus exploraciones no se vea afectada y, una vez que se logró esto, se verificó que servían para comprobar la presión de la fuerza o la presión que se estaba aplicando en diferentes tipos de intervenciones.

"Este punto es una de las fortalezas de la investigación porque permite evitar que se traspasen límites, lo que incide en la seguridad de la práctica médica", puntualizó la investigadora, que avanzó que, una vez demostrada su utilidad en la asistencia a los partos, "se abre la puerta para otras aplicaciones porque al final medir fuerza en casi todas las especialidades médicas es algo habitual e importante".

Explicó también que las pruebas las realizaron con modelos de cabezas de recién nacidos que tienen en el laboratorio y reveló que al ser sensores de fuerza también ofrecen ciertas pistas sobre la rigidez de los materiales que hay que utilizar.

Parto difícil y cEsÁrea

Tuvieron contacto, dijo, con mujeres que han pasado por partos difíciles para que evalúen el alcance de esta investigación y que valoraron especialmente que contribuye a que las madres tengan que ser sometidas a menos exploraciones en los momentos previos al alumbramiento, ya que en algunos casos tienen que ser asistidas hasta por cuatro especialistas si se detecta algún problema.

La investigadora reseñó que este guante es especialmente útil en el caso de las cesáreas, "en las que hay que hacer mucha fuerza y puede causar daños al feto".

También destacó que si este proyecto supera los distintos controles de calidad y seguridad, los guantes se fabricarán en serie y costaría menos de un dólar cada unidad, lo que facilitaría su aplicación.

Primero, un grupo de médicos ajenos a los de la investigación van a "probar" el guante en los modelos que existen en el laboratorio de la University College y posteriormente llegará el momento de hacerlo con personas, concluyó.