Capitalismo Democrático
Mientras la agenda política en nuestro país oscila entre las acusaciones constitucionales (el ministro de Desarrollo Social Giorgio Jackson y la ex ministra de Justicia, Marcela Ríos) y el nuevo proceso constituyente, el resto del mundo se dio cita en el Foro Económico Internacional Davos, para discutir los desafíos en el manejo de las diversas crisis que estamos experimentando globalmente, como la era post-pandemia y la Guerra Rusia-Ucrania. Aun cuando este último conflicto cruzó las conversaciones de esta plataforma que promueve las alianzas público-privadas, los temas más fundamentales fueron la conformación de un nuevo orden mundial, a raíz de las divisiones geopolíticas, y el avance hacia economías más cercanas a la sostenibilidad.
Entre el desfile de personajes, primeros/as mandatarios/as y 'celebrities', mención especial merece el longevo (99 años) y famoso ex canciller estadounidense Henry Kissinger, quien junto con el ex Presidente Richard Nixon ejecutaron una política agresiva de desestabilización en Chile para el Golpe de Estado (Ciper, 04/11/2020). En esta oportunidad , sin embargo, se refirió más bien al rol que ha jugado Estados Unidos en los conflictos de China-Taiwán/Rusia-Ucrania, y su rol estabilizador de la paz en el orden mundial, aspecto que sin duda podría ser cuestionable desde un análisis más crítico de la política exterior 'gringa'.
Desde un análisis más profundo de las crisis, se planteó la idea de que, a medida que las democracias se encuentren más bajo presión, la responsabilidad de los líderes en la actualidad es justamente el fortalecimiento de los sistemas democráticos. Sin embargo, es necesario reconocer la profunda necesidad de cuestionar las democracias de occidente, pues como señala el principal comentarista económico del The Financial Times, Martin Wolf, en su libro La Crisis del Capitalismo Democrático (The Crisis of Democratic Capitalism, 2023), las democracias se sustentan en pequeños grupos que tienen la condición de ciudadanía y que van realmente a votar, es decir, la tiranía de las minorías.
De acuerdo a Wolf, el matrimonio de la economía de mercado con la política democrática han producido prosperidad con libertades políticas y económicas, pero ha generado una fragilidad a través del auge de populismos totalitarios. En este mismo sentido, el escritor y ex ministro venezolano Moisés Naim plantea que hay una tendencia a la concentración de poder por parte de lo que denomina 'autócratas disfrazados de demócratas', y su ejercicio se convierte en una 'necrofilia política' (La Revancha de los Poderosos, 2022). Sin embargo, según el profesor de la Universidad de Delaware, Julio F. Carrión, los populismos pueden tener una doble lectura, pueden ser profundamente dañinos para las democracias, dado su carácter anti-pluralista y conflictivo, o también pueden energizar democracias antiguas y desgastadas (A Dynamic Theory of Populism in Power. The Andes in Comparative Perspective, 2022).
Es difícil que el capitalismo democrático prospere bajo el estrés de fricciones internas, desafíos medioambientales y poderosos sistemas rivales como China o Rusia que presentan modelos totalitarios exitosos en algunos aspectos. Mientras más se experimenta la fragmentación mundial, más se polarizan las democracias occidentales. El columnista Iván Weissman es enfático en señalar que un número significativo de gobiernos, pero con ayuda del Congreso, están sepultando las transiciones democráticas, profundizando en el desplome de las instituciones y convirtiéndose en protagonista del populismo (El Mostrador, 06/10/2021). Sin embargo, Anne Applebaum (2021) plantea que las democracias liberales de Occidente están per se constantemente asediadas por el auge del populismo.
Si bien necesitamos airear nuestras democracias, pero la solución no está en el desarrollo de liderazgos y gobernanzas populistas, que hoy en día se elevan a un 70% (de 195 países, sólo 34 ostentarían democracias liberales). Asimismo, se requiere fortalecer la musculatura democrática para ir contrarrestando la corrupción institucional (David Altman, 2022), pero ésta no debe engrosar las burocracias estatales. La adecuada gobernanza de las democracias capitalistas no se puede quedar en el pronunciamiento de grandes titulares o de una cantidad de caracteres para redes sociales, debe constituirse en algo más allá que una política del ensayo y error.
Una pseudo revolución
El insigne filósofo alemán Friedrich Hegel fue muy crítico de la Revolución francesa. Pero en realidad, la reprobación de Hegel es universal pues se refiere al principio de la?libertad absoluta?que se enarbola durante una revolución, francesa u otra, la cual es incapaz de crear ninguna obra positiva porque "lo único que es capaz de producir esta libertad absoluta es una muerte igualmente absoluta".
Por ende, se puede resumir la tragedia y la paradoja de las revoluciones, o de los procesos de "cambios revolucionarios", diciendo que el gobierno revolucionario se encarna en un personaje determinado, que toma decisiones determinadas, de tal modo que es ya una voluntad determinada contrapuesta a la voluntad general (los recientes indultos a delincuentes peligrosos, por ejemplo). Así, el propio gobierno revolucionario es una facción en el poder que, precisamente por ello, tiene implantada la semilla de su declinar. Aunque no lo quiera, el gobierno revolucionario - o pseudo revolucionario como en el caso chileno -, es siempre un bando particular para el cual las masas son sospechosas, porque el gobierno y el gobernante están conscientes de que tienen un ideario singular, "forzado", y que la voluntad general deberá tender a cambiar ese ideario puesto que invariablemente se les podrá descubrir algún atropello, transgresión, o alguna grave torpeza. Y para evitar su propio declive, el gobierno revolucionario criminaliza moralmente a los opositores, a los demás. Así sucedió con el Terror en Francia, y así sucede actualmente en Venezuela.
Sin embargo, esta experiencia negativa de la revolución, y los gobiernos revolucionarios, lleva consigo el despertar de un anhelo extendido de libertad, que recoge en su interior dicho ideal.?El fracaso de las promesas de progreso y libertad?a través de la revolución, produce un movimiento de interiorización de estas aspiraciones en la conciencia moral de las personas, quienes intentan modificar directamente el entorno en el cual están sufriendo estas carencias, justamente por el accionar equivocado o francamente pernicioso de dichos gobernantes. Y la revolución procura tergiversar estas expresiones políticas. En el mencionado caso de Venezuela, aplastándolas.
Lo anterior nos lleva a concluir que los líderes revolucionarios son por definición unos hipócritas; prometen cosas imposibles de cumplir, a sabiendas de ello. Y su hipocresía consiste en intentar reducir la acción moral de los opositores, o de las mayorías, a juicios dañinos en su contra, con los que el gobernante quiere demostrar por medio de su solo juicio, su propia "moralidad"; también la de sus equipos de gobierno, y de las ideas revolucionarias que encarnan. Y, sobre todo, consiste en no confesar que la revolución no puede realizar ninguna acción que no sea, en primer lugar, sinónimo de destrucción y retroceso (como la fallida propuesta constitucional).
Nunca es demasiado tarde o inoficioso señalar que nuestra libertad y progreso deben siempre primar, deben estar por encima de cualquier otra consideración, y que no se puede confundir el ámbito moral de la libertad con su exterminio por razones revolucionarias.
Dra. Francis Espinoza F.
José Miguel Serrano
Opinión
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Nunca es demasiado tarde o inoficioso señalar que nuestra libertad y progreso deben siempre primar, deben estar por encima de cualquier otra consideración, y que no se puede confundir el ámbito moral de la libertad con su exterminio por razones revolucionarias.
Es difícil que el capitalismo democrático prospere bajo el estrés de fricciones internas, desafíos medioambientales y poderosos sistemas rivales como China o Rusia que presentan modelos totalitarios exitosos en algunos aspectos.
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Académica UCN
Economista Universidad de Columbia