En modo balance
"Al concluir un nuevo año todos inexorablemente pasamos por un examen. Eximirse de ese ejercicio es prescindir de una tremenda oportunidad".
¿Qué es un balance? Es la revisión de los hechos ocurridos, las acciones realizadas, las metas alcanzadas, durante un determinado período de tiempo. Con el interés de identificar fortalezas y debilidades, como también oportunidades y amenazas. En estos días, las instituciones, empresas y diversas organizaciones están en ese transe, en modo balance. ¿Qué hicimos bien; qué errores u omisiones cometimos; cuáles son las amenazas actuales y futuras; qué oportunidades se presentan en adelante, frente a los resultados, la coyuntura, la competencia? El balance, en términos económicos, es un estado financiero mediante el cual se muestra la situación de una empresa en un momento determinado.
También las personas, de una u otra manera, hacemos un balance. Por activa o por pasiva. ¿ Quién no se hace preguntas sobre la propia vida? Luego de un suceso familiar, la enfermedad propia o de un ser querido, la muerte, un logro alcanzado, después de un esfuerzo importante, el cierre de una etapa, nuevos horizontes profesionales, algún fracaso. Sobre todo, al finalizar cada año o determinados procesos en la vida, vienen esas detenciones, tan necesarias. Para aprender de lo ocurrido, planificar lo que viene.
Estos dos últimos años, en medio de un pandemia insospechada, fuera de ningún cálculo, nos hemos visto empujados hacia la búsqueda de sentido. Ante tanta vulnerabilidad, inestabilidad e incertidumbre, las preguntas sobre la vida se han hecho más recurrentes y profundas. La muerte, la enfermedad y la pobreza han golpeado duramente a la humanidad. En muchos casos cerca o dentro de cada uno de nosotros. También, en tantos, se ha conseguido obtener lo mejor de cada uno. Prescindir de lo superfluo. Fortalecer y profundizar los vínculos. Abrirse a los demás, haciéndose cargo de que los demás importan.
Al concluir un nuevo año todos inexorablemente pasamos por un examen. Un balance. Que nos sitúa y ordena. Interno y externo. Personal, familiar, social. Laboral, ciudadano. En razón de lo que creemos, profesamos, buscamos. Eximirse de ese ejercicio es prescindir de una tremenda oportunidad. Probablemente, ya a estas alturas, en varios de estos ámbitos, habrán existido ejercicios concretos, una revisión, mayor o menor, la definición de metas para 2023.
Juan de la Cruz, el santo y místico carmelitano, dejó grabada una reflexión, que adquiere mucho sentido al concluir un año. A la tarde te examinarán en el amor. Como diciendo que la medida de la vida es el amor. Expresión fuerte. El amor, para ser genuino y auténtico, es exigente, desprendido. Porque un año más no es qué más da, aún cuando festivamente coreemos esas letras en estas fechas y su cantinela esté pegada en el imaginario popular. Claro que es importante. La huella del tiempo, en el balance de la vida, tiene su mayor suma, en el amor. No da lo mismo. En todo balance, humano y divino, no puede estar ausente.
Viviendas en zonas de riesgo
Tras el devastador incendio en los cerros de Viña del Mar, el Presidente Boric, tras sobrevolar la zona constató la precariedad y los peligros de vivir en ese sector. Seguramente si el Presidente sobrevolara el sector alto de Antofagasta se daría cuenta que se está sobre otro "polvorín".
El gobierno que encabeza el Presidente Gabriel Boric, desde sus inicios ha puesto acento en el tema habitacional del país. Lo definió entre sus prioridades y con ello puso de relieve que durante su mandato se pondrá énfasis en desarrollar lo que denominó Plan de Emergencia Habitacional, con el que espera construir 240 mil casas en el período 2022-2025.
La emergencia vivida hace pocos días puso aún más de realce el problema de falta de viviendas y construcciones en zonas riesgosas, temas ligados íntimamente.
El Mandatario tras sobrevolar la zona siniestrada comentó a su comitiva y medios de prensa "estamos sobre un polvorín" (en alusión a los peligros que significaba y significa vivir allí), luego agregó que se requiere de "un mejoramiento y un nuevo ordenamiento territorial" (para evitar nuevas catástrofes). Y cerró con un mensaje a la población: "Pero eso significa que es importante también que la gente haga caso. Hay lugares donde no se puede construir porque es demasiado riesgoso".
Todos quienes siguieron lo ocurrido en los cerros viñamarinos entendieron que ese asentamiento presentaba complejidades que no hacían aconsejable los asentamientos humanos.
Razón más que suficiente, pero también hay que ponerse en la piel de quienes no tienen casas y en actos desesperados levantan precarias construcciones en donde pueden. Quizás les gustaría una llanura o una explanada más cerca de los centros cívicos, pero la realidad los obliga a tomar esas decisiones.
Seguramente si el Presidente sobrevolara el sector alto de Antofagasta se daría cuenta que se está sobre otro "polvorín". Y los siniestros que han ocurrido en esos lugares, han dejado en evidencia lo difícil que es combatirlos.
La inexistencia de árboles o vegetación, que sirva de acelerante hizo la gran diferencia con Viña del Mar. No obstante, junto al riesgo de incendios está el constante temor a los aluviones que podrían reactivar quebradas y arrasar con esas frágiles construcciones.
No muy distinto, es lo que ocurre en Calama con campamentos que están fuera del radio urbano, sin conexión vial, red de incendio, agua potable o alcantarillado. Situación advertida y que obligó al municipio a habilitar huellas, también tras un incendio.
Hay que repensar las ciudades y ordenarlas -obviamente- por la seguridad de miles de personas que, no por gusto, viven en zonas de mucho peligro. Eso debe estar claro.