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Pía Barros: "Ser feminista era ser la loca de la casa"

Pía Barros, maestra del género breve, reune en "Una antología insumisa" una vida completa en el papel de Sherezade.
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Pía Barros (1956) empezó a publicar cuentos el año 1986 y desde ese momento no paró. En "Una antología insumisa" (USACH) pone en circulación los relatos que escribió desde esa fecha hasta el año 2010. El libro incluye un set de imágenes que muestra a la autora en distintos momentos de su vida personal, al interior de sus talleres, así como imágenes de archivo de distintas publicaciones personales y colectivas en las que ha participado.

El contundente compendio cuenta con un estudio crítico y selección de la académica Macarena P. Lobos Martínez y un epílogo de la escritora Andrea Jeftanovic.

La antología muestra la diversidad de estilos y registros que maneja Pía Barros a la perfección: su pluma va desde el cuento erótico, pasando por el policial, el cuento psicológico, el relato onírico y el epistolar.

Algunas protagonistas de sus relatos son mujeres que se rebelan contra el sistema que las comprime. Ellas se hacen cargo de su destino, gritan sus dolores, gozan y rompen las cuerdas que las atajan.

Pía Barros no sólo se ha dedicado a escribir, sino también a compartir sus conocimientos en el taller "Ergo Sum", el que dirige desde el año 1976 y aún es una cantera donde emergen nuevos narradores cada cierto tiempo.

Para entender la época en que creó su obra, Barros afirma que "ser feminista era ser como la loca, la loca de la casa, la loca de los bares, la loca de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), la que siempre hablaba de los temas raros. Había siempre cosas más importantes que hablar que del tema de las mujeres. Hace 2000 años escuchamos el mismo argumento".

"Era bastante más agresivo. Cuando decían 'parece feminista', era un insulto", agrega.

"Yo ocupaba el humor para defenderme, pero la agresión era en todos los medios, no solo el medio literario. Ojo, en las universidades también. Era violento, duro, ninguneador", recuerda Pía Barros.

Las referentes

Quienes inspiraron la escritura de la cuentista son dos mujeres: Aspasia de Mileto y Agota Kristof. A la primera la define como su "heroína. Ella creó el primer liceo para mujeres. Todo el mundo habla de la democracia griega, pero nadie cacha que las griegas no podían ni leer ni escribir".

Sobre Kristof, afirma que "representa lo que nos pasa a las mujeres cuando escribimos. No escribió en húngaro sino al principio, vivió en el exilio, sus libros los siguió escribiendo en francés. Las mujeres escribimos en una lengua que no es nuestra, somos migrantes, somos extranjeras en la lengua que aprendemos. Tú estás escribiendo en un lenguaje hecho por hombres y para hombres. Es un sistema que no es el tuyo. Ella es mi ídola".

Respecto de su propio aprendizaje en el género del cuento, dice que fue "copiando para después construir mis propias historias. Inicialmente necesitaba entender el mundo, y para entenderlo lo llevaba a una historia. Esa historia era segura porque empezaba y terminaba. Afuera de mí, nada era seguro. La gracia del cuento es que nada sobra. Leo novelas, pero me aburro un poco. Puntualmente lo paso mejor leyendo cuentos, leo con pica, digo 'por qué no escribí yo esto'", bromea.

LOS ALUMNOS

Un detalle cálido del texto es la inserción de algunos testimonios de sus ex alumnos: Pedro Lemebel y Alejandra Costamgna, entre otros. Respecto de esta labor como maestra, Barros contextualiza: "Hay que pensar que yo entré a la universidad el 76, tres años después del inicio de la dictadura, y el taller que había era el de Enrique Lafourcade. Peleé con la mitad de la población incluido Enrique, y agradezco mucho esa pelea. Ahí armé mi propio taller. Lo hice mi oficio y de esto vivo. Es mi trabajo desde los 19 años en adelante", confiesa.

Más de 1.000 alumnos ha tenido Pía Barros. "Creo que todas las personas somos creativas. Las personas tienen el derecho a no ser pasto de gusanos, a dejar algo escrito, una cerámica, una pintura, una canción, algo. El siglo XX nos separó entre seres reproductivos y seres creativos, los locos digamos. Sobre todo, las mujeres hemos vivido con el mito de Sherazade, contando cuentos para sobrevivir".

En algunos de sus cuentos, sus sueños saltan a la página.

"He tenido puras pesadillas en el último tiempo. Me encanta el estado previo al sueño, antes de soñar. Yo pienso en caballos y ventanas siempre. Cuando tengo pesadillas, me asusto, grito, peleo, me agarro a combos en bares", ríe.

En otros cuentos se hacen presente las cartas.

"Es algo que no existe ya, ahora hay mail y WhatsApp, es algo inmediato que se presta para muchos malentendidos. Las cartas son un género literario entretenido. Las cartas son como los trenes en este país, tenemos una nostalgia tremenda de ellas", comenta.

Sin embargo, Pía Barros no escribe cartas: "Me produce algo súper violento. Que es la posibilidad de que alguien lea tu intimidad. Por ejemplo, yo no leí las cartas de la Mistral. Creo que las últimas cartas que leí completas fueron las de Kafka, y me dieron pudor, porque nada de eso fue escrito para ser leído por terceros y fue convertido en un producto de venta. Yo sé que el morbo, desde el siglo pasado hasta ahora, es tremendo, pero esta idea donde el personaje es más importante que la escritura me jode mucho. Obviamente uno nunca debiese conocer a los escritores. Somos una lata, somos muy aburridos y tenemos pifias terribles porque somos personas".


"Una antología insumisa"

Pía Barros

Editorial USACH

284 páginas

$16 mil

Pía barros es autora de más de 14 libros, entre los que destacan "El lugar del otro", "La granmother" y "ropa usada".

Por Cristóbal Gaete

Álvaro Hoppe

"La gracia del cuento es que nada sobra (...) Lo paso mejor leyendo cuentos. Leo con pica, digo 'por qué no escribí yo esto'

Pía Barros: "Ser feminista era ser la loca de la casa"

Pía Barros, maestra del género breve, reune en "Una antología insumisa" una vida completa en el papel de Sherezade.
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Pía Barros (1956) empezó a publicar cuentos el año 1986 y desde ese momento no paró. En "Una antología insumisa" (USACH) pone en circulación los relatos que escribió desde esa fecha hasta el año 2010. El libro incluye un set de imágenes que muestra a la autora en distintos momentos de su vida personal, al interior de sus talleres, así como imágenes de archivo de distintas publicaciones personales y colectivas en las que ha participado.

El contundente compendio cuenta con un estudio crítico y selección de la académica Macarena P. Lobos Martínez y un epílogo de la escritora Andrea Jeftanovic.

La antología muestra la diversidad de estilos y registros que maneja Pía Barros a la perfección: su pluma va desde el cuento erótico, pasando por el policial, el cuento psicológico, el relato onírico y el epistolar.

Algunas protagonistas de sus relatos son mujeres que se rebelan contra el sistema que las comprime. Ellas se hacen cargo de su destino, gritan sus dolores, gozan y rompen las cuerdas que las atajan.

Pía Barros no sólo se ha dedicado a escribir, sino también a compartir sus conocimientos en el taller "Ergo Sum", el que dirige desde el año 1976 y aún es una cantera donde emergen nuevos narradores cada cierto tiempo.

Para entender la época en que creó su obra, Barros afirma que "ser feminista era ser como la loca, la loca de la casa, la loca de los bares, la loca de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), la que siempre hablaba de los temas raros. Había siempre cosas más importantes que hablar que del tema de las mujeres. Hace 2000 años escuchamos el mismo argumento".

"Era bastante más agresivo. Cuando decían 'parece feminista', era un insulto", agrega.

"Yo ocupaba el humor para defenderme, pero la agresión era en todos los medios, no solo el medio literario. Ojo, en las universidades también. Era violento, duro, ninguneador", recuerda Pía Barros.

Las referentes

Quienes inspiraron la escritura de la cuentista son dos mujeres: Aspasia de Mileto y Agota Kristof. A la primera la define como su "heroína. Ella creó el primer liceo para mujeres. Todo el mundo habla de la democracia griega, pero nadie cacha que las griegas no podían ni leer ni escribir".

Sobre Kristof, afirma que "representa lo que nos pasa a las mujeres cuando escribimos. No escribió en húngaro sino al principio, vivió en el exilio, sus libros los siguió escribiendo en francés. Las mujeres escribimos en una lengua que no es nuestra, somos migrantes, somos extranjeras en la lengua que aprendemos. Tú estás escribiendo en un lenguaje hecho por hombres y para hombres. Es un sistema que no es el tuyo. Ella es mi ídola".

Respecto de su propio aprendizaje en el género del cuento, dice que fue "copiando para después construir mis propias historias. Inicialmente necesitaba entender el mundo, y para entenderlo lo llevaba a una historia. Esa historia era segura porque empezaba y terminaba. Afuera de mí, nada era seguro. La gracia del cuento es que nada sobra. Leo novelas, pero me aburro un poco. Puntualmente lo paso mejor leyendo cuentos, leo con pica, digo 'por qué no escribí yo esto'", bromea.

LOS ALUMNOS

Un detalle cálido del texto es la inserción de algunos testimonios de sus ex alumnos: Pedro Lemebel y Alejandra Costamgna, entre otros. Respecto de esta labor como maestra, Barros contextualiza: "Hay que pensar que yo entré a la universidad el 76, tres años después del inicio de la dictadura, y el taller que había era el de Enrique Lafourcade. Peleé con la mitad de la población incluido Enrique, y agradezco mucho esa pelea. Ahí armé mi propio taller. Lo hice mi oficio y de esto vivo. Es mi trabajo desde los 19 años en adelante", confiesa.

Más de 1.000 alumnos ha tenido Pía Barros. "Creo que todas las personas somos creativas. Las personas tienen el derecho a no ser pasto de gusanos, a dejar algo escrito, una cerámica, una pintura, una canción, algo. El siglo XX nos separó entre seres reproductivos y seres creativos, los locos digamos. Sobre todo, las mujeres hemos vivido con el mito de Sherazade, contando cuentos para sobrevivir".

En algunos de sus cuentos, sus sueños saltan a la página.

"He tenido puras pesadillas en el último tiempo. Me encanta el estado previo al sueño, antes de soñar. Yo pienso en caballos y ventanas siempre. Cuando tengo pesadillas, me asusto, grito, peleo, me agarro a combos en bares", ríe.

En otros cuentos se hacen presente las cartas.

"Es algo que no existe ya, ahora hay mail y WhatsApp, es algo inmediato que se presta para muchos malentendidos. Las cartas son un género literario entretenido. Las cartas son como los trenes en este país, tenemos una nostalgia tremenda de ellas", comenta.

Sin embargo, Pía Barros no escribe cartas: "Me produce algo súper violento. Que es la posibilidad de que alguien lea tu intimidad. Por ejemplo, yo no leí las cartas de la Mistral. Creo que las últimas cartas que leí completas fueron las de Kafka, y me dieron pudor, porque nada de eso fue escrito para ser leído por terceros y fue convertido en un producto de venta. Yo sé que el morbo, desde el siglo pasado hasta ahora, es tremendo, pero esta idea donde el personaje es más importante que la escritura me jode mucho. Obviamente uno nunca debiese conocer a los escritores. Somos una lata, somos muy aburridos y tenemos pifias terribles porque somos personas".


"Una antología insumisa"

Pía Barros

Editorial USACH

284 páginas

$16 mil

Pía barros es autora de más de 14 libros, entre los que destacan "El lugar del otro", "La granmother" y "ropa usada".

Por Cristóbal Gaete

Álvaro Hoppe

"La gracia del cuento es que nada sobra (...) Lo paso mejor leyendo cuentos. Leo con pica, digo 'por qué no escribí yo esto'