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Es difícil ser

"A sumar, a multiplicar tus dones, y a ellos, añade tus dotes. No solo se trata de saber, es importante ser".
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¿Qué? ¡Qué! ¿Ser? ¿Ser qué? ¡Ser! Ser un humano. Ser un humano corresponde a tener y sostener conductas, comportamientos propios de un individuo razonable, que piensa, que reflexiona, que empatiza, que alterna, que comparte, que fraterniza.

¿Se dan cuenta? No es cuestión sencilla. Nos llaman seres humanos, nos cuentan, formamos parte de comunidades menores, mayores, sumamos, pero no siempre damos indicios de ser unos humanos, y ahí ya no sumamos, nos restamos.

Y ese es el comienzo y el fin. Hay que dar prueba de ello a todo evento, en todo espacio, en toda circunstancia, ante uno, ante todos, no solo entre amigos, también entre compañeros, entre colegas. ¡Linda prueba!

Y si nos proponemos un rol "humano", por propia voluntad, por propio deseo, quizás resulte fácil, quizás no, un camino corto o quizás de nunca acabar. Es probable que asomen baches, muros, pruebas, asaltos, incluso de quien, o de quienes menos pensaríamos. Dependiendo de qué madera estemos hechos sortearemos esos baches, y, a lo mejor, reconfortados, fortalecidos. ¿Seremos distintos?, ¿seremos los mismos?

Y si adoptamos el mismo rol en el ambiente societario, y nos hemos preparado con herramientas profesionales, académicas, para desempeñarnos entre pares, es probable que nos vaya bien, sostengamos un desempeño en que primen nuestros dones, nuestras habilidades sociales, nuestras actitudes, nuestros valores, que añadidos a las competencias técnicas, profesionales o laborales se enseñoreen en un espacio donde tengan reconocimiento no escaso de fragor, de competitividad.

¿Es posible ser mejor, mayor, alto? Es decir, conseguir hitos significativos, en distintos ambientes. Quizás es como pedir al flaco que sea forzudo. Ser mejor, cada vez mejor, es una carrera larga, muy larga, sin desfallecimientos. Es complicado, hay que reconocerlo. A lo mejor, una propuesta sostenida por la experiencia es hacer ese tránsito poco a poco, sin herir, sin herirse, bebiendo siempre el éxito en sorbos menores, allegando felicidad en dosis pequeñas, sin aspavientos. Quien sabe se es mejor, mayor y más alto bien acompañado, por los seres queridos, por la familia, por los compañeros y amistades de siempre, con el estímulo de los colegas, de los pares, así como por el reconocimiento de superiores, de los mayores, de los maestros. De todos modos, en ese tránsito, el discípulo ha de superar al maestro.

Joven, es tu camino. ¡Tú puedes! Hay que comenzar. Y lo repito, que nada te amilane, que nadie te arredre, que nada te abata, que nadie te doblegue, que nada te mengüe, que nadie te provoque desesperanza, que nada te turbe, que nadie te confunda, que nada te acobarde, que nadie te atemorice, que nada te desaliente, que nadie te intimida, que nada... , que nadie...

A sumar, a multiplicar tus dones, y a ellos, añade tus dotes. No solo se trata de saber, es importante ser. No temas, el camino está tendido, levanta la vista, busca la luz.

Raúl Caamaño Matamala

Profesor UC de Temuco

Esfuerzos para dar mayor seguridad

Es momento de pasar del discurso y de los planes a la acción, que la comunidad sienta que hay un verdadero combate contra el crimen organizado y la delincuencia común. Las demandas y protestas de la comunidad y de sus autoridades han sido frecuente, pero luego de muchos anuncios de políticas y planes, poco se nota en las calles y en los barrios de nuestras ciudades.
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Las malas noticias respecto a la seguridad en las comunas de la Región parecen sucederse sin tener fecha final. La reciente encuesta realizada por Cadem encargada por Mutual de Seguros de Chile y analizada por la escuela de negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, arrojaba que la delincuencia y el narcotráfico son el principal problema que afecta a los antofagastinos, con una tasa de respuesta de 59%.

Este resultado no debe extrañar porque es una constante. Desde hace un tiempo a la fecha, los habitantes de las comunas locales tienen como su mayor preocupación la inseguridad.

A esas estadísticas debemos sumar una reciente que entregó la Cámara Nacional del Comercio y que posicionó a Antofagasta con la más alta victimización en el rubro, con una cifra de 63,6%. Es incluso mayor a urbes como el Gran Santiago, Concepción o Valparaíso-Viña del Mar.

Ambos estudios dejan al descubierto que no es solo una sensación, también hay cifras de comerciantes víctimas de la delincuencia y que han debido mejorar sus medidas de seguridad, pero que viven bajo un creciente temor a ser atacados.

Las demandas y protestas de la comunidad y de sus autoridades han sido frecuente, pero luego de muchos anuncios de políticas y planes, poco se nota en las calles y en los barrios de nuestras ciudades.

La delegada presidencial en la Región, Karen Behrens, comentó que están preocupados y ocupados del tema y que el trabajo, tanto el enfocado en el crimen organizado como en el de delincuencia menor, hay avances y los resultados empezarán a verse prontamente.

Son esas las señales que se esperan. Comunicar que hubo desarticulación de bandas criminales dedicadas a los robos violentos, y las asociados al narcotráfico y a la delincuencia común y que es más seguro transitar en nuestros vehículos o a pie por las distintas calles y también nuestros hogares están más protegidos, es un ideal que nos debiera convocar.

El gobierno central anunció que en su presupuesto habrá un especial énfasis en la seguridad y orden público, y que gran parte de los recursos por concepto de incremento irán hacia ese sector.

Sin duda, que son meses incluso años, que nuestros vecinos y vecinas deben convivir con la delincuencia, con delitos violentos y con el temor de ser víctimas de alguno de ellos. El atajo debe ser ahora porque la vida en estas condiciones se hace aún más difícil.

Violencias Múltiples

"No es normal el actuar agresivo ni corresponde que lo validemos y normalicemos, ni en las autoridades ni en nosotros mismos". Marcelo Sánchez, Gerente general de Fundación San Carlos de Maipo
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Los últimos días hemos podido conocer distintos tipos de violencia. La que surge en una manifestación instrumentalizada por grupos lejanos a una legítima reivindicación, la que atenta contra bienes comunes desde un grifo a un paradero, la del abandono parental en medio de una barricada, la que se expresa en el hemiciclo del parlamento donde el diálogo debiera primar, la naturalizada en un funeral narco de un adolescente, la del portonazo o de la encerrona con niños empuñando un fierro, la del odio en un partido de fútbol, la del que rompe filas y entra sin pagar un peso al recital, orgullosamente difundida en redes sociales, la violencia del femicida que con cautelares a cuesta rompió todas las barreras de protección. La violencia que día a día somos testigos en la calle, en el colegio, en el consultorio. Esa que va tejiéndose una a otra, como eslabones de una cadena que nos va esclavizando como sociedad, de la que nos vamos acostumbrando -a tal grado- que no nos damos cuenta cómo vamos perdiendo nuestra libertad, encerrados tras los barrotes, viviendo pendientes de una alarma o de un cerco.

La violencia se ha instalado, erosionando -sin que nos demos cuenta- no sólo a la comunidad y la familia, sino a nosotros mismos, nuestra escala de valores que todo lo termina justificando a través de ella, como si fuera legítimo responder a sus embates, precisamente con más violencia. Es por esto que es necesario que hagamos un cambio profundo en la forma de relacionarnos, primero siendo conscientes de esta cadena, para liberarnos de ella. No es normal el actuar agresivo ni corresponde que lo validemos y normalicemos, ni en las autoridades ni en nosotros mismos. No hay lucha que lo justifique, ni causa que lo legitime, no hay conducta que lo indulte, aunque la justicia no opere o las causas se archiven.

En segundo lugar, debemos mirar cuándo comenzamos a normalizar estas conductas y responder con una Agenda Temprana de Prevención Social, que se haga cargo del desarrollo de habilidades socioemocionales desde la primera infancia, en que los niños sean capaces de responder frente a sus conflictos de una manera sana, empática.

Hoy hay disponibles programas que refuerzan esos factores protectores como ICPS (I Can Problem Solve), programa con alta evidencia internacional destinados a niños de kínder y prekínder; también es importante fortalecer la crianza con apoyo a padres y cuidadores, hay una amplia oferta en el país con programas o modelos como PMTO, Familias Unidas, Comunidades que se Cuidan, Triple P, Terapia Multi Sistémica, Crecer Jugando y otros, pero que requieren de más cobertura pública, quizás en el espacio preventivo que debiera levantar la Subsecretaría de Infancia, a través de las Oficinas Locales.

Por último, es importante que quienes tenemos voz, seamos promotores responsables de la evidencia y actuemos mirando las causas y no sólo los efectos, evitando respuestas fáciles, populistas, las que no conducen sino a mayores niveles de violencia, la que se ancla en el desamparo y en la desesperanza. Un cambio para avanzar hacia adelante, es el que requiere de convicción y liderazgo para enfrentar estos desafíos con visión de largo plazo y compromiso con el desarrollo positivo de la niñez.