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El triunfo de la democracia conservadora

Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
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Analizando el 'resultado aplastante del Rechazo' (El Mercurio de Antofagasta, 05/09/2022), me interesó entender la psicología de la opción negativa en la ciudadanía de a pie. Le pregunté a un par de personas, entre ellas a mi prima, y todos/as me repetían los mismos discursos que aparecieron en la campaña y en el manejo de interpretaciones subjetivas e inclusive desinformación. Una estrategia de mensajes simples es más efectiva que una estructura compleja cognitivamente que se relaciona con las necesidades diarias del pueblo.

Se ha elucubrado una serie de teorías en los medios de comunicación y redes sociales sobre la diferencia abismante entre Apruebo y Rechazo. Muchos/as esperábamos un empate técnico o una diferencia similar a la que mostraban las encuestas, inclusive las no oficiales, pues era imposible la existencia de una conspiración nacional en contra del Apruebo, o una orquestación mediática y de instrumentos metodológicos (encuestas) en favor del Rechazo. Una estrategia de cirugía fina diseñada por la derecha podría ser mitología, parte de las teorías conspirativas, o la adjudicación gratuita de la suerte de los vientos, como ocurrió con el triunfo de Inglaterra y el hundimiento de la 'invencible armada' española (1588). En política todo podría ser, inclusive una pedagogía del rechazo como señalaba nuestra connotada escritora nacional Diamela Eltit (Somos Zonas de Dolor, 23/04/2022)

El periodista Patricio López en su columna "Una izquierda que desprecia al pueblo no merece llamarse izquierda" (diarioUchile, 06/09/2022) analiza la contradicción de aquéllos/as que osan llamarse de izquierda, pero que abrazan intereses muy distintos a los sectores desposeídos. Una visión de izquierda implica, a lo menos, que el Estado con su maquinaria política y tecnocrática trabaje para garantizar la satisfacción de los derechos fundamentales como alimentación, salud, educación, vivienda y seguridad; y que disminuya, lo que más pueda, la desigualdad económica y social en el país. En un programa de televisión regional el domingo pasado, me referí a la aparición de una izquierda más allá de la izquierda, una 'nueva-nueva izquierda', caracterizada por partidos políticos originalmente de centro y centro derecha y por la irrupción de un corpúsculo sin identidad política, los/as amarillos/as. Habría que tener ojo con esta nueva configuración política que de seguro tiene más hambre de poder que interés genuino de representatividad de rechazistas.

Haciendo más consultas a mi grupo de estudio, me plantearon también la preocupación por una legislación a favor del aborto y su inquietud por el lenguaje inclusivo y las nuevas expresiones identitarias no binarias. Me pareció un conservadurismo trasnochado, sobre todo para quienes trabajamos con jóvenes o recorrimos distintas culturas por el mundo. Sin embargo, en el seminario internacional "Democratic dialogue between Chile and Korea" (Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, 06/09/2022), se hizo una comparativa entre ambas naciones, y se habló de Corea como una democracia conservadora en la era de la individualización.

Me hizo mucho sentido pensar que lo que pasó el domingo pasado fue una clara expresión de una 'democracia conservadora', la que se caracteriza por las urgencias de la vida cotidiana, el 'como voy yo ahí' o como dice Slavoj Zizek (2010), la dialéctica (como forma de contradicción) de 'los universales - particulares', es decir, las grandes utopías políticas sólo serían validadas cuando se combinan con zonas de confort. Otra de las características de estas democracias del status quo es la suposición que la motivación principal de los/as votantes es el 'sentido común', algo extremadamente explotado en la campaña del Rechazo y que se escuchó de la boca de los/as vencedores/as en sus celebración dominguera. Finalmente, estas democracias se caracterizan por la presencia de partidos políticos débiles como el conglomerado de centro-izquierda y la polarización de los/as votantes, quienes prefieren mantener un Estado conservador. La historia la escriben los vencidos (George Orwell, Tribune, 1944). Por ende, sólo nos queda esperar la rearticulación política de las elites y la institucionalidad, llorar por la muerte de la verdadera independencia política, y apelar a vientos de cambios para un nuevo proceso constituyente.

"Me hizo mucho sentido pensar que lo que pasó el domingo pasado fue una clara expresión de una 'democracia conservadora', la que se caracteriza por las urgencias de la vida cotidiana, el 'como voy yo ahí' o como dice Slavoj Zizek (2010), la dialéctica de 'los universales - particulares'".

En el mes de la patria

José Miguel Serrano Economista U. de Columbia
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En momentos de confusión y dificultad nacional, es bueno apreciar todas las cosas maravillosas que nos ha legado nuestra patria. No sólo su paisaje físico extraordinario -desde el mítico desierto del norte hasta los misteriosos bosques templados del sur-, sino también su gente, variadas culturas, colores y costumbres, que nos colman de satisfacción y orgullo. Y claro, ahí están las instituciones republicanas que fuimos construyendo durante muchas décadas de esfuerzo; ellas persisten y se robustecen con el aporte de todos, pero no horadándolas como algunos han intentado últimamente.

Reconocer y aceptar lo anterior puede considerarse como patriotismo, y en nuestro particular momento histórico, es una realidad que tiene importantes atributos positivos; especialmente ahora cuando celebramos el 18 de septiembre. El patriotismo puede entenderse entonces como un sentimiento que intenta convertir los vínculos de fraternidad y solidaridad entre los ciudadanos, en fuerzas que sostienen la libertad, en lugar de fomentar la división y la agresión. Para los patriotas el valor principal es la república y la forma de vida libre que ésta permite. Así, se traduce en un amor generoso hacia todo lo que conforma la esencia nacional: su gente, sus símbolos más representativos, tradiciones, geografía y sistema unitario de vida.

Los valores primordiales son la unidad espiritual y cultural del pueblo - dentro de la diversidad cultural que nos caracteriza -, lo cual en principio parece beneficioso. Sin embargo, este tipo de pensamiento puede llevar a una cierta "lealtad incondicional" o sectarismo que no es conveniente, y es precisamente lo que no deseamos para Chile pues los fundamentalismos nunca son buenos, vengan de donde vengan.

En contraposición, tenemos la idea de que la patria es inseparable de la república, de la virtud cívica entendida como amor a la libertad común y a las instituciones que la sustentan. Su fin es la libertad, que implica la posibilidad para todos de vivir sus vidas como ciudadanos sin ser oprimidos al negarles sus derechos políticos, civiles, sociales o culturales. Ante una situación de crisis - como la vivida en los últimos años -, apelar al patriotismo, al amor patrio, aporta una gran fuerza unificadora y movilizadora, poniendo énfasis en los derechos igualitarios de toda la ciudadanía (no promoviendo la creación de grupos privilegiados, étnicos, sociales u otros), y evitando fomentar ambientes donde pueda florecer el fanatismo y sus negativas consecuencias.

Es más, dicho ideario positivo del patriotismo permite superar el tradicional monopolio que han querido ejercer sectores radicalizados de la sociedad sobre el concepto de nación y el Estado que la representa, reemplazando sus propuestas por una herramienta intelectual y política centrada en la noción de la república, es decir, en el patriotismo de la libertad y su filosofía unitaria. En suma, el amor a la patria es una forma de humanidad o devoción, un afecto que puede llevar a los ciudadanos a servir el bien común.

"Para los patriotas el valor principal es la república y la forma de vida libre que ésta permite. Así, se traduce en un amor generoso hacia todo lo que conforma la esencia nacional: su gente, sus símbolos más representativos, tradiciones, geografía y sistema unitario de vida".