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Apuntes para un Chile sostenible

José Miguel Serrano Economista U. de Columbia
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El gobierno se declara ecológico, sostenible, pero muy orientado hacia el mundo natural, una situación que podría considerarse bastante bucólica. Sin embargo, hoy la sostenibilidad se juega más bien dentro de las instituciones y las empresas, que es donde las personas trabajan y conviven con los demás. ¿Por qué es importante hacer esta distinción? La respuesta es porque actualmente las organizaciones, tanto privadas como públicas, se enfrentan a presiones cada vez mayores para adoptar un nuevo modelo de liderazgo. Estas presiones son diversas y provienen de una variedad de sectores, los que incluyen a los empleados de las propias compañías, sus clientes, sus proveedores, más todas las partes directamente interesadas de la sociedad. La gente quiere vivir en un mundo más sano y respetuoso.

Pues bien, hemos podido constatar cómo las presiones se están volviendo más complicadas en los últimos años, debido a que existen muchas empresas grandes que siguen creciendo, lo que significa que su huella en lo medioambiental, en el mercado del trabajo, en el mercado comercial y así sucesivamente, sigue aumentando. Lo anterior no debe considerarse como algo negativo o indeseable, pero sí implica que con un mayor tamaño viene aparejada una gran responsabilidad social. Las partes directa o indirectamente involucradas de la sociedad van creando demandas y expectativas respecto de las entidades en crecimiento, sobre todo las más grandes.

Así, la sostenibilidad está en boca de todos en Chile, pero si nos concentramos en definirla con precisión, se puede decir que se trata de gestionar el rendimiento económico de una empresa, institución, o incluso un estamento gubernamental, para obtener la mayor rentabilidad posible, pero al mismo tiempo gestionar sinérgicamente su impacto social, laboral y ambiental. En otras palabras, se trata de que las cuestiones ambientales, sociales y de convivencia interna sean centrales a lo que hace una organización de cualquier tipo; que sean el eje de su gestión y de su estrategia. Esta es, básicamente, la teoría.

En nuestro país, las empresas han respondido de diversas maneras para tratar de satisfacer estas demandas y expectativas. Hay algunas que ni siquiera cumplen con las leyes ambientales y las regulaciones, pero existen muchas otras que son pioneras en sus respectivas industrias y en la economía en general. Medir la sostenibilidad es un desafío muy grande porque las materias y temas subyacentes son complejos. Mientras el país se va interiorizando de estas cuestiones, de los asuntos sociales y de la gobernanza en dichas materias, se va dando cuenta también de que los objetivos son móviles y sumamente cambiantes. Es decir, hay categorías de acciones económicas, comerciales y otras que van continuamente evolucionando en el ámbito internacional, a medida que las empresas y las instituciones tratan de responder a los diferentes tipos de presiones ejercidas por la sociedad, en el amplio campo de lo sostenible.

En último término, se puede decir que la sostenibilidad es tanto un diferenciador estratégico como una mejor práctica dentro de las organizaciones. En este sentido, ser sostenible obliga a mantenerse al día con los mejores sistemas emergentes de un sector en particular, sea éste económico, industrial, comercial, o incluso cultural. Pero al mismo tiempo, se debe estar atento a otras dimensiones que van surgiendo en el mundo de la gobernanza ambiental y social, donde las entidades pueden crear un valor único y diferenciador que les otorgue un prestigio y un rendimiento superior, dentro de una atmósfera de tranquilidad o armonía interna y externa.

Y para lograr estos mayores rendimientos, es necesario mantener un ambiente nacional de seguridad - física, económica, política y social -, que permita a los negocios, a los emprendimientos y a las personas, prosperar y generar riqueza general. Y es aquí precisamente donde el gobierno está fallando.

"Hay algunas (empresas) que ni siquiera cumplen con las leyes ambientales y las regulaciones, pero existen muchas otras que son pioneras en sus respectivas industrias y en la economía en general. Medir la sostenibilidad es un desafío muy grande porque las materias y temas subyacentes son complejos".

Energía Cívica

Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
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Las experiencias republicanas del país en períodos eleccionarios han sido tildadas de 'fiestas de la democracia'. Es lo que estamos viviendo, una real celebración de la democracia representativa occidental, que nos lleva a cerrar todo un ciclo de conversaciones constituyentes. Estos diálogos constitucionales nacieron oficialmente en el segundo gobierno de la ex - Presidenta Michelle Bachelet, quien ya percibía el malestar ciudadano por 'reglas del juego' que no han sido equitativas para los/as chilenos/as en los más de 30 años de los gobiernos democráticos. Hoy es el gran día, el plebiscito de salida con las dos opciones, Apruebo y Rechazo, y el protagonismo está puesto en la ciudadanía votante.

El biólogo chileno Humberto Maturana solía decir que las comunicaciones democráticas comenzaron en los años 80' en plena dictadura militar (El Sentido de lo Humano, 1991). Se refería Maturana a que los procesos históricos requieren sus tiempos de discusión política, y era posible ver a una 'nación politizada' en las protestas callejeras, en los discursos de la venida del Papa Juan Pablo II e incluso en los debates televisivos más conservadores. Toda esa energía política llevó al fin de un régimen militar y a la esperanza de una verdadera democracia representada en la rearticulación de los partidos políticos y la concreción de gobiernos de elección popular tanto de izquierda como de derecha. Chile había salvado la democracia gracias al despliegue de un pueblo cada vez más empoderado.

La bonanza económica para algunos/as no significó el crecimiento y desarrollo a la par de uno de los Estados más prominentes de América Latina y, de seguro, el laboratorio neoliberal más exitoso de los Chicago Boys. Las desazones sociales no sólo apuntaron al modelo económico chileno, sino a una elite política e institucional que fue perdiendo credibilidad y legitimidad ante los ojos ciudadanos; y el pacto social (Jacques Rousseau, 1762) entre gobernantes y gobernados/as se fue tensionando cada vez más hasta estallar en una gran crisis social, el 18/O. El gran Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución (15/11/2019) nos llevó de lleno a nuevas pláticas constituyentes. El plebiscito de entrada motivó, en especial, una nueva energía política juvenil. En ese tiempo, estudiantes me decían que "fueron levitando a las urnas", y eso se vio representado en la alta votación en favor de una nueva carta magna y su elaboración por parte de un cuerpo de constituyentes elegidos/as democráticamente.

Si bien ya traíamos un historial no sólo de energía política, sino cívica. Pero, el país se ha ido de nuevo politizando en el sentido en que hemos comenzado a educarnos en lo que significan las reglas de la convivencia social, y no sólo el ejercicio del poder y de los límites de éste (Carlos Peña, El desafío constitucional, 2020). Se aprecia el pacto social en las discusiones familiares, en la vía pública, en las redes sociales, en las fake news y sus estrategias de desinformación, en las campañas románticas de tambos y peñas, y en los banderazos nacionalistas. Otra vez hemos salvado la democracia, aquélla que se pelea en las urnas voto a voto, ésa que tiene a un territorio polarizado a veces de mala manera, la que genera ansiedad de los resultados en las encuestas, o su abordaje en los medios de comunicación. La democracia la construimos todos/as no sólo con un voto, o un acto eleccionario, sino también cuando comenzamos a cuestionarnos y a deconstruir nuestros sistemas de gobernanza y la conformación de un modelo económico menos solidario y colaborativo.

Independientemente de la opción plebiscitaria, esta conmemoración de la democracia trae pura energía cívica. Las intenciones de voto conllevan la voluntad y responsabilidad ciudadana por establecer las normas y quienes nos gobiernan. Ese protagonismo es la política, pero ésta no debe ser mirada desde la visión de Jürgen Habermas (1981) donde el mejor argumento o el más persuasivo gana. El diálogo implica escuchar, y en esa escucha yo cambio con el/la otro/a. Gane la opción Apruebo o Rechazo, ya cambiamos hacia una verdadera energía cívica que no puede parar. Finalmente, es el/la votante quien permite que los procesos democráticos triunfen en la historia.

"Independientemente de la opción plebiscitaria, esta conmemoración de la democracia trae pura energía cívica. Las intenciones de voto conllevan la voluntad y responsabilidad ciudadana por establecer las normas y quienes nos gobiernan".