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La Gran Estrategia

Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
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Ya cerrando mi tiempo intelectual-académico en Estados Unidos (SUSI Fulbright for Scholars en la Universidad de Delaware), me llevo de vuelta la gran lección en política, cómo diseñar una 'gran estrategia' que permita enfrentar las crisis domésticas e internacionales, y que posibilite a un gobierno trazar una hoja de ruta más allá de un período presidencial. Como decía Mafalda, lo urgente no se puede pasar a llevar lo importante. Una gobernanza que se pierde en la contingencia, o no tenía un programa claro, o era algo irrisorio y fantasioso como el ridículo 'Plan 9', o el poder quedó grande para ser ejercido. Cada día se hace más difícil gobernar, satisfacer las necesidades de una sociedad empoderada, hasta cierto punto informada y muy desconfiada de las institucionalidades establecidas (Ignacio Irarrázaval, Radio Concierto, 24/09/2020.).

La 'gran estrategia' sería también aplicable a nuestras experiencias personales, por ejemplo, cuál ha sido el plan de vida que nos hemos trazado, cómo se ha ido cumpliendo a lo largo del tiempo, cómo éste ha ido cambiando en función del contexto y de nuestras decisiones. Si bien las grandes estrategias son largo-placistas, eso no significa que no haya flexibilidad en llegar a las metas. Las organizaciones internacionales, por ejemplo, generalmente diseñan sus políticas a 10 años. Recordemos los programas 'Education at Glance 2020' (OECD), Educación 2030 (UNESCO), o la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus 17 objetivos. Desde una lectura positiva, la 'gran estrategia' de la ONU constituye un avance histórico para América Latina y el Caribe, pues incluye temas fundamentales para la región tales como la erradicación de la extrema pobreza, reducción de la desigualdad de una forma dimensional, un crecimiento económico inclusivo, ciudades sostenibles y cambio climático, entre otros.

En el caso de Estados Unidos, su 'gran estrategia' sin duda depende de la gobernanza de turno en algunos matices, pero en términos más genéricos, sus estrategias de políticas interna y exterior son su estrategia de seguridad nacional, es decir, tanto intereses como necesidades nacionales van primero que alianzas, amistades e incluso enemigos. En términos de 'poder blando', el país gringo plantea tres elementos fundamentales: seguridad, economía y valores, esto último enfocado hacia la concepción occidentalizada de una democracia capitalista, que obviamente difiere de gobiernos autocráticos como Rusia y China. En cambio, La Unión Europea sectoriza sus estrategias como economías verdes, era digital, personas, democracia, etc. (Comisión Europea prioridades 2019-2024).

¿Qué tenemos en nuestro país? En general, desde el segundo período de Michelle Bachelet, el programa de gobierno se convirtió, a la vez, en un instrumento teológico, casi un dogma, y teleológico en algo trascendental que levita más allá de las necesidades reales del país y de la ciudadanía. Los gobiernos de Sebastián Piñera también siguieron la misma lógica, el problema es que en Piñera 2, la realidad le golpeó fuertemente en la cara y las crisis se llevaron a la derecha al 'inframundo'. El actual gobierno está sobrepasado por varias variables negativas entre ellas la inexperiencia política y estratégica, los errores de otros gobiernos, las crisis internacionales y sin duda la política reactiva de gobernar desde la eventualidad. La diplomacia de las disculpas ha funcionado por un tiempo, pero ahora incluso la contraloría ya puso 'coto' a la prescindencia política que un gobierno debiera tener en relación a la opción Apruebo. En el caso de los dichos del líder de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul, el ejercicio de un poder blando comprueba la crítica de Niall Ferguson (2003) de que el poder blando es demasiado blando para alcanzar los intereses nacionales, o in-estratégico en palabras de Edward Lock (2010), es decir, no habría una gran estrategia para enfrentar las complejas problemáticas de la Macro zona Sur.

Si nos remontamos a nuestros gobiernos locales, la 'gran estrategia' de Karen Rojo y Jonathan Velásquez tiene más que ver con su narcisismo personal que una real preocupación por, al menos, tener un sueño de ciudad y transformarnos en una localidad inteligente. Si no hay una gran estrategia país, al menos necesitamos una gran estrategia de urbe, lo que implica una articulación de actores para sacar adelante esta 'pequeña California'.

"Si nos remontamos a nuestros gobiernos locales, la 'gran estrategia' de Karen Rojo y Jonathan Velásquez tiene más que ver con su narcisismo personal que una real preocupación por, al menos, tener un sueño de ciudad y transformarnos en una localidad inteligente".

La visión radicalizada que se nos intenta imponer

José Miguel Serrano Economista U. de Columbia
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Conservo muchos amigos de centro-izquierda a quienes estimo profundamente. Son personas que tienen una visión progresista de la sociedad, con la cual a menudo no concuerdo; a veces sí. Pero lo que tengo meridianamente claro es que siempre he visto en ellos y ellas una actitud ponderada, prudente y respetuosa de nuestras tradiciones sociales, y por cierto republicanas. Algunos quieren realizar cambios, más profundos o menos profundos, manteniendo siempre lo que es la esencia misma de nuestro Chile: su característica de nación unitaria, de Arica a Magallanes. Son tolerantes de la diversidad, de la cultura y las opiniones ajenas; se puede dialogar sin caer en la violencia ni la descalificación abyecta.

Y luego tenemos una izquierda radicaliza donde campea la frivolidad y la hipocresía de sus intelectuales, progresistas en extremo. Esos para quienes el pensamiento único es el del que todo lo sabe, y que condena la política mientras la practica de mala manera, incluso con el matonaje, sino físico, entonces moral. Hoy no permiten hablar de moral - ciertamente no desde la derecha -, pues ejercen su monopolio de manera casi dictatorial.

Pues bien, ahora quieren imponernos el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. Y desde la Convención Constitucional, trataron de hacernos creer que las víctimas cuentan menos que los delincuentes. Que la autoridad es letra muerta, que hay que cambiarla por completo, incluso las más altas cortes de justicia. ¿Con qué propósito? El mensaje, el trasfondo, es que las buenas costumbres han terminado, que no hay nada sagrado, nada admirable. El eslogan de la ultra izquierda ahora consiste en que hay que vivir sin obligaciones y gozar sin trabas; nihilismo destructivo, puro y duro.

¿Exagero? Pues observen lo que están haciendo con los colegios públicos de excelencia, o con el civismo. Bajo nuestra mirada inerte, están matando los escrúpulos y la ética. Una ultra izquierda hipócrita que permite el triunfo del depredador violento sobre el emprendedor. Esa izquierda está ahora en la política, en los medios de comunicación, en la economía, en todo Chile. Le ha tomado el gusto al poder, y quiere mantenerlo a toda costa. La crisis en la cultura del trabajo - crisis que no valora ni premia el esfuerzo emprendedor -, es un asunto moral. Hay que rehabilitar la cultura del trabajo, es decir, la dedicación mantenida a través de los años.

Las mayorías revolucionarias en la Convención intentan dejar sin poder a las fuerzas del orden. Nos quieren vender la idea de que se ha abierto un abismo entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala. Los terroristas tienen mucha rabia, y "con razón". Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente, el asesino, inocente. Esa gente defiende los servicios públicos pero jamás usa transporte colectivo. Aman a la escuela pública pero mandan a sus hijos a colegios privados. Adoran la periferia, los sectores populares, pero jamás viven allá. Firman peticiones cuando se expulsa a un delincuente ilegal, pero no aceptarían que se instale cerca de su casa.

Son esos los que han renunciado al mérito y al esfuerzo, y que avivan el odio a la familia, a la sociedad tal cual es, y a la República. Y pretenden gobernarnos durante los próximos 40 años a través de una propuesta constitucional odiosa, a la vista de todos y de la manera más cínica.

"Las mayorías revolucionarias en la Convención intentan dejar sin poder a las fuerzas del orden. Nos quieren vender la idea de que se ha abierto un abismo entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala".